“LA VISITA
INESPERADA “
Relata el
poeta hindú Tagore en
uno de sus más bellos
poemas :
<¿no oíste
sus pasos silenciosos ?...
el viene, viene, viene siempre. En cada instante y en cada edad, todos los días y todas las noches.
El
viene, viene, viene
siempre. Ha cantado
muchas canciones y de mil
maneras, pero siempre decían sus
notas. El viene, viene,
viene siempre. En los días
fragantes del soleado abril, por
la vereda del bosque. El
viene, viene, viene
siempre. En la
oscura angustia lluviosa
de las noches
de invierno, sobre
el carro atronador
de las nubes,
El viene, viene, viene
siempre. De pena en
pena mía, son
sus pasos los
que oprimen mi corazón, y
el dorado roce
de sus pies,
es lo que hace
brillar mi alegría porque… El
viene, viene, viene
siempre “
Sobre este
tierno poema nos
invita a pensar
en este tiempo
navideño la mirada
de esperanza de
Dios sobre la
historia humana. Jesús es
esperanza sobre el
sentido de nuestro
paso por el
mundo y el
sentido (a veces incomprensible y
absurdo) que puedan
tener nuestras vidas. Un
bonito cuento o
relato nos invita
también a reflexionar
estos días de
lo que llamamos la
visita interior que
con la palabra
recibe en su
interior también cada
uno de nosotros
y simbolizamos en
la visitación a María del Ángel.
Todos somos hogar
de acogida de
un mensaje de
esperanza. Así el relato
de Martin el zapatero recogido
en muchas tradiciones como
cuento o parábola de
esperanza.
Martin era
un pobre y
humilde zapatero de una
aldea perdida entre
las montañas. Vivía solo. Hacía años
que había enviudado
y sus hijos
ya se habían marchado del
hogar y del
pueblo con destino
a la gran
ciudad en busca
de un mejor
trabajo que el
que había en aquella
pobre aldea.
Martin , cada
noche , antes de irse a
dormir, lea a
la luz de una vela
un trozo de los
evangelios frente a
la chimenea que
calentaba su hogar. Sin
embargo aquella noche
se despertó sobresaltado. Había oído
claramente una
voz que le decía
claramente : “ Martin, mañana
Dios vendrá a
visitarte a tu
casa. “ . Se levantó ,
pero tras restregarse
los ojos , vio
que no había nadie
en la casa,
ni fuera, a
aquellas intempestivas horas
de la fría noche. Pensó
que todo había sido
un sueño…
Al
día siguiente se
levantó muy temprano
y se puso a
barree y adecentar
la entrada de
su casa y de
su taller de zapatería. Pensó que
si era verdad
aquel sueño que había
tenido
y venia Dios
a visitarle debería encontrarse
la casa toda
perfectamente arreglada y
limpia, como correspondía
a la categoría de dios.
Y se puso frenéticamente
a trabajar , delante
de la ventana, para ver
siempre quien asomaba
subiendo por la
calle. Y al
cabo de un rato
vio pasar un
vagabundo vestido de harapos
y descalzo. Compadecido el bueno de
Martin de su
triste estampa, se levantó
inmediatamente, lo hizo
entrar en su
casa para que
se calentara un
rato junto al fuego
de la
chimenea .
Además le dio
una
buena taza de
leche caliente y
le preparó también un paquete
con pan, queso
y abundante fruta, para
el camino y
para finalizar le
regaló uno de
los mejores pares
de zapatos que tenía en
su tienda taller.
Y
siguió su jornada
laboral. Ya llevaba
otro buen rato trabajando cuando
vio subir la calle a
una joven viuda
con su pequeño,
pegado al pecho,
muertos de fríos ambos,
madre e hijo. Presto y rápido
se
fue a la puerta y
los llamó haciéndolos pasar. Como
ya era pasado e l
mediodía, los sentó
a la mesa
del comedor cerca
de la chimenea
y sacó el
puchero de la
sopa calentita que había
preparado por si
Dios se
quería quedar a
comer en caso
de que no
fuese un sueño
lo que había tenido
aquella noche.
Además
fue a buscar
un buen abrigo
de su mujer
que guardaba en
el armario todavía y otro de
unos de sus
hijos y se
los dio para
que no pasaran
más frio al
irse.
Pasó
la tarde y
ya Martin se
entristeció, porque por
aquella calle ya
no asomaba nadie. Dios
no aparecía. Debía de
haberse olvidado. Sonó el
llamador de la
puerta y se
giró rápido con expresión
alegre
porque creía que
ya era dios quien
llegaba. La puerta
se abrió con
algo de violencia y
entró dando tumbos
el borracho del
pueblo.
-
¡Vaya, solo
faltaba esto ¡Mira que
si ahora llega Dios… ( se dijo Martin, el
zapatero , pensando
que a lo
mejor venia en aquel
mal momento )
-
Tengo
sed (exclamó el
borracho medio cayéndose )
Y Martin
acomodándolo con delicadeza
en la mesa,
le sacó una jarra de
agua y puso
delante de él un
plato con los
restos de la
sopa del mediodía que
tan concienzudamente había preparado
pensando en Dios
y su posible
sequito.
Cuando ya
se marchó el
borracho ya era
casi de noche. Martin
estaba triste, no
lo podía disimular. Dios no
se había presentado. Se
sentó ante el
fuego de la chimenea
de su casa. Tomo
los evangelios y
aquel día los abrió
como
en muchas ocasiones
al azar. . Y
curiosamente fue leyendo
despacito:
“Porque tuve
hambre y me
diste de comer,
tuve sed y
me diste de beber,
estaba desnudo y me vestiste,
enfermo y me atendiste… Cada
vez que lo
hiciste con uno de estos
mis pequeños, a mí me
lo hiciste “
A Martin
por momentos se
le iluminaba el
rostro. Y se le empezaron a
resbalar unas lágrimas
a aquel humilde
zapatero. ¡Claro que Dios
le había visitado¡ Y
no una sola
vez, sino tres veces.
Y Martin aquella
noche , se durmió
plácidamente pensando
que aquella noche
se sentía el
hombre más dichoso
del planeta.
(Adaptado de un cuento de L. Tolstoi)
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