PRINCIPIOS RÍGIDOS, ni se
te ocurra mandarle
un jamón al
que preside el
tribunal de oposiciones.

Pasó el tiempo. Y
una vez concluido -y ganado, por
supuesto el proceso- el
hombre invitó a
su abogado a cenar
y le agradeció
el consejo referente
a las perdices:

La indignación moral
puede cegar a
veces tanto como
la venalidad.
Una niña acompañó
un día a su
padre a la Casa
Blanca a ver al
presidente Lincoln, de quien
le habían dicho
que no era
precisamente un dechado de
belleza y hermosura.
Lincoln sentó a
la niña sobre
sus rodillas y
estuvo charlando con
ella un buen
rato, con su
proverbial simpatía ,
afabilidad y talante festivo. De
pronto, la niña
le gritó a su padre:
“¡Papi, Papi! ¡Pues
no es verdad
que sea tan feo! ¡Es
francamente guapo!”.
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