Cuando como cristianos celebramos la Pascua


“Ahora en
mi vida, la escalada solo
tiene sentido como un
modo de acercarme a
la naturaleza”. Cuando como
cristianos celebramos la PASCUA,
y sobre todo
la invitación de Jesús en
su triple grito
de vencer nuestros MIEDOS (“Paz a
vosotros, no temáis, estad
alegres”) traigo aquí
las palabras de
un admirado amigo montañero alpinista polaco como
Wojciech Kurtyka. Si el
alpinismo se mide
en términos de
valor, nadie ha superado
nada como su
hazaña en la
pared oeste del Gasherbrum IV (7.925 m.) donde permaneció
junto a Robert Schauer colgado
ocho días en el
invierno de 12985 . No
fue un montañero
superficial y su
rastro revela un
mundo interior y
de profundidad espiritual
que sus allegados
describían como poderosa
fuerza mental y
moral: “Desde pequeño fui
testigo del trabajo creativo de
mi padre y
eso me despertó
una sensibilidad temprana
hacia la literatura
y el deseo de
participar de su
belleza. Ahora ha publicado
un bello libro
que se lo
recomiendo a todos
los SCOUTS y MONTAÑEROS, de alma,
y espíritu: El libro
se llama El
maharajá chino, publicado por la Editorial
Desnivel, 2015: “La
escalada me fortalece
y me permite
sentirme profundamente unido
al mundo. No estaba
seguro de cómo expresarlo
en el libro
y opté por
tomar como referencia
aquellas experiencias de
montaña que se
desarrollan cerca del hogar,
dentro del circulo de
nuestras relaciones familiares. Intenté mostrar
como la escalada
puede convertirse en
un camino que
enriquece nuestra vida
cotidiana y nos
permite entendemos mejor
a nosotros mismos. Las
personas de manera
instintiva, necesitamos
enfrentarnos a nuestros miedos. Si
nos dejamos vencer
por ellos, nos
sentimos humillados. Hasta los
animales reaccionan con agresividad
ante el miedo. Este
enfrentamiento nace de
la dignidad, que
está impresa en nuestra
naturaleza. Estoy convencido
de que fue
esta necesidad de enfrentarme a
mi propio miedo,
unida a la
admiración por las
montañas, lo que me
lanzo a la
difícil búsqueda de
la belleza y
el misterio de tantas
paredes y aristas.
Si amo algo ¿no
sería indigno sucumbir
al miedo que
me parta del
objeto luminoso de mi deseo? Este
es el origen de
mi naturaleza de
alpinista. ¿No lucha con valentía
el soldado, pese al
miedo? ¿Recuerdas la crisis
de conciencia que sufre
el sheriff en la película Solo ante el peligro? Verdaderamente el miedo
lo deberíamos poseer
siempre, al menos
algo, porque si
desapareciera el resorte que
hace vibrar nuestra
mente ¿Qué quedaría? El miedo
puede ser la
expresión de nuestras preocupaciones. Sin él ¿Quién
se preocuparía por
la suerte del
mundo? Los retos difíciles
suelen ir acompañados de dilemas. La
escalada implica siempre
una creatividad intensa
e íntima.
Creo que
la actitud creativa
que se manifiesta
en este juego
interior es una
especie de oxígeno
para nuestra mente.
Mientras existe, estamos
vivos. Hace tiempo
un médico inepto
me diagnosticó un
tumor. En un mes
me mentalice para
abordar mi última
escalada. El cambio de perspectiva fue
tan radical que cuando
se demostró que
el médico estaba
equivocado y yo
estaba sano ¿sabes que experimenté?
Una triste decepción. Pero es verdad que
afrontar la muerte
o las creencias
religiosas de cada uno
resulta demasiado intimo
para ser compartido. Consecuentemente, en muchas
ocasiones, para no
sentirnos incómodos,
evitamos las palabras
solemnes como “amor” o “Dios”. Creo
que esta sensación de
unión del alma
que atuve por primera
vez en la montaña
constituye mi patrimonio
o activo más preciado. Cuando lo
pierdo, me convierto en
un náufrago sin
isla. Nada nos separa
de la realidad
tanto como un
ego fuerte, es
la antesala del infierno.
Las montañas son
un tesoro y
un misterio. Me
gusta ir a
la montaña para
ver plantas o visitar un
lugar cubierto de musgo.

En ningún
sitio me siento
tan próximo a
la realidad. Aquí la
luz y el
espacio cobran vida
y se convierten en
elementos tangibles del
universo. Nada me
causa tanto asombro
interior como las
montañas. Ahora en mi
vida, la escalada
solo tiene sentido como
un modo de acercarme
a la naturaleza. Muchas veces
me decía a mí mismo
que si algún día conseguía
con mi escritura
inspirar u ofrecer
una vivencia intensa a
una sola persona,
no habría vivido
ya en vano. Aquellas lecturas
de mi infancia
de Jack London
o Karl May
despertaron mi fascinación
por la aventura
y me enseñaron
que debemos ser
valientes en la montaña.
Más tarde me
sentí atraído por
la literatura que
ahonda en el
sentido de nuestras dichas
y desdichas. Creo que,
en cierto modo,
la verdad expresada
por Dostoievski, Kafka, Thomas
Mann, Herman Hesse
o Somerset Maughman
llegó a formar
parte de mí
mismo. En ocasiones también
leo literatura puramente
comercial que me
distrae y me
ayuda a defenderme del vacío interior,
que me invade
de vez en
cuando.






















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