Cuentos para… ¿niños?
El término “noofagia”
tiene una traducción
popular, juvenil y divertida en el
sintagma “comedura de coco” (Noos=mente; fago=comer), y
supone la instauración en la mente
de ideas o sistemas de
ideas, de principios, creencias y
pensamientos que no van
a ser racionalmente
asimilados, sino impuestos
o inoculados por
medios brutales, o
sutiles o subliminales. Releyendo a F.
Jiménez H. Pinzón, ese semijesuita,
psicoanalista y ameno escritor esta
tarde de calor
veraniego. Nos habla de que la “noofagia” se inicia
desde que el
niño aparece en
el escenario de la
existencia y puede
permanecer en el
pensamiento hasta el final
de la
vida, determinando actitudes y conductas,
con reforzamientos sucesivos. Hay una
serie de frases
o de sentencias,
automáticamente adoptadas en
nuestros medios educativos
como incontrovertibles, “¡Dios te
va a castigar!”, “eres la
vergüenza de la
familia”, “si sigues así
llegarás a ser un don
nadie”, “has defraudado a
tus padres”…Por poner
algunos ejemplos…Aunque los
hay más brutales
o más sutiles,
introducidos subrepticiamente,
subliminalmente en el
pensamiento ideo-motriz del
niño, en un
proceso de desrealización permanente
que puede llegar
a ir transformándolo, como
el título del
famoso libro de E.Berne, De príncipe
a sapo. Esta transformación es
la que retrata
de un modo
dramático y profundo
el poeta V. Aleixandre:
Si mirásemos
hondamente en los
ojos de un
niño,
en su rostro
inocente y dulce,
veríamos allí,
quieto, ligado,
silenciosos,
al hombre que después
va a estallar,
al rostro experimentado
y duro,
al rostro
espeso y oscuro
que, con una
mirada de desesperación, nos
contempla.
Una necesidad fundamental
para el desarrollo
progresivo del niño, o de
cualquier persona, hacia
su realización total, es
lo que llamamos la
necesidad de significación:
de poder
ir dándole sentido
valido y coherente
a nuestra experiencia
de estar en
la existencia. Es la
necesidad de situarse frente
al misterio, de reducir,
o de contrapesar
de algún modo,
las incertidumbres que
conlleva “pasar por la
vida”. Para dar respuesta
a esta necesidad,
están las religiones,
las filosofías, las ideologías…Suponen un
esfuerzo constante de la humanidad, como tablas de
salvación para ir saliendo
a flote del naufragio de las
incertidumbres y de las
contradicciones existenciales.
La necesidad de Significación en la
vida de
cualquier niño, del
niño que hoy
también llevamos nosotros
como adultos, ineludible
para la estabilidad
y el crecimiento psíquico. Traigo aquí
el grito de
protesta enfurecida y
denunciadora del poeta
León Felipe:
Yo no sé
muchas cosas: es la
verdad
Pero sé lo que
he visto. Y
he visto:
que la
cuna del hombre
la mecen con cuentos;
que los gritos
de angustia del
hombre
los ahogan con
cuentos;
que el llanto
del hombre lo
taponan con cuentos;
que los huesos
del hombre los
entierran con cuentos;
y
que el miedo del
hombre…
ha inventado todos
los cuentos.
Yo
sé muy pocas cosas,
es verdad,
porque me han dormido
con todos los
cuentos
He recordado esta
tarde tantas condenas a la
vida de un niño
por parte de
nosotros los “expertos” adultos, en
tantos y tantos
procesos educativos, cuando
surge en mi
mente esta cita: “Cualquier niño
es como un río, que
nace limpio entre
las peñas. Porque
están vivos-los ríos y
los niños- corren y crecen:
es muy difícil detenerlos; si se parasen,
ni serían río,
ni serían niños…pero
al río y
al niño podemos
verterles nuestros deshechos
y envenenar su
cauce y su vida”.
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