HAY MÉDICOS QUE
PRACTICAN LA BIBLIOTERAPIA: LEER PARA
CURARSE Y, PREVIA CITA,
SE IDENTIFICA EL MAL Y
SE DIAGNOSTICA LA
LECTURA.
En 1982 un agonizante
John Cheever escribe en
su diario: “Voy a escribir lo último que
tengo que decir, y
creo que lo
hago pensando en
el éxodo final…Diré que
no poseemos más
conciencia que la
literatura; que su
función como conciencia es la de
informarnos de nuestra
incapacidad de aprehender
el horrendo peligro
de la fuerza
nuclear. La literatura ha sido
la salvación de los
condenados a muerte;
la literatura ha
inspirado y guiado a
los amantes, venciendo
la desesperación, y tal vez
en este caso
pueda salvar al
mundo.”
SÍ, COMO EL
MENSAJE DE UN NÁUFRAGO
QUE LANZA AL
MAR EN UNA
BOTELLA HERMÉTICAMENTE CERRADA
PARA QUE ALGUIEN
LE SALVE DE
SU AISLAMIENTO…
Ya el
esclavo de Nerón y filósofo estoico
Epicteto decía que
la lectura equivalía
al entrenamiento de un
atleta antes de
entrar al estadio de
la vida, y
que su propósito
final era el de
alcanzar la paz
suprema. Pero la
lectura de ficciones sirve, además
ya desde nuestra
más tierna infancia como
herramienta para fortalecer
el pensamiento abstracto,
para comprender la
percepción del paso del tiempo
y estimular la
imaginación, para entender
el curso narrativo de
todas las cosas, para
aprender a diferenciar
entre lo ficticio
y lo verídico y
lo posible e
imposible.
¿Leer puede
hacerte más feliz? Eso
se preguntaba la
autora, antropóloga Ceridwen Dovey, asegurando
que sí. Afirma
R. Fresan que él
ya lo sabía. Yo
en cambio prefiero
amenazar con un
no leer seguro
que te hace más tonto.
Mucho más tonto
de lo que
piensas. Más que
eso que estás
pensando. Y de acuerdo:
tal vez la literatura
no sirva para
salvar al mundo; pero
sí que te
ahorrará unos cuantos
billetes de esos que gastas
acostado en un diván recitándole
a un casi desconocido/a
el cuento de la nunca muy
bien redactada novela
de tu vida.
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