El sukot: la fiesta de las chozas en Tetuán
Siempre cuando mis
alumnos, o los
scouts o los
montañeros me han
preguntado cuál fue mi
primera acampada, esa
primera noche en
que dormimos fuera
de casa, y
experimentamos el gozo
inigualable de quedarnos
dormidos mirando las
estrellas, les digo
que fue en Tetuán, con apenas
seis años. Reconozco que
la historia que
les cuento les
deja embobados. Tendríais que ver
sus caras. Todo un
poema. Y entonces es
verdad que me
reconozco con una
infancia privilegiada, como todos
los que convivimos
en aquel Tetuán
multicultural de finales
del Protectorado. Vivíamos
entonces en el
paraje tetuaní de
la Puerta de
la Reina.
Y fue a través de
mi amigo hebreo Saúl
Benasayag, de mi misma
edad. Me invitó a los
preparativos de la fiesta
de las chozas, y
había la posibilidad
de dormir en
una cabaña. Pedí permiso
a mi padre. Contaba con el no. ¿Qué
es eso de que
el niño duerma
fuera de casa? (“contaba mi
madre que dijo
mi padre”). Al explicárselo, con gran
dosis de miedo
en e l cuerpo, la
única condición que
puso mi padre (también con
muchos amigos entre la
colonia hebrea en Tetuán)
es que me
enterase que se
celebraba en aquella
fiesta judía. Saúl, repitiéndome las
palabras de su
padre, me informó que
“era una fiesta
que puso Moisés”
(Lv 23,42) “Durante siete días
viviréis en tiendas
de campaña” y tenía como
fin que el pueblo judío no
olvidase el éxodo
y su disponibilidad “presto a
no echar raíces
y caminar por
el mundo”. Me quedé con
“la copla” y
se lo recité
así a mi
padre. El cual por
supuesto que me
dejó dormir aquella
noche fuera de
casa, pero echándome
el sermón de
que yo no
lo olvidase “también nosotros
éramos familia de
emigrantes”. Total que había
que “esforzarse” más en
los estudios. Que la
vida era “muy
competitiva” y todas
esas cosas. Valió la
pena pues es
una de las
noches más hermosas
que recuerdo de mi infancia. La
primera que me quedé dormido contando
chistes y mirando a las estrellas. Así lo cuenta también
en su libro El desván de los recuerdos (Cuadros de
una judería marroquí )
nuestro paisano Abraham Botbol Hachuel:

“El SUKOT HABÍA
LLEGADO. Entonces, se veían
por las calles
de la judería
tetuaní, las alargadas
cargas de cañas secas que serían utilizadas
para construir las
cabañas en donde
las familias judías
festejarían la fiesta
durante ocho días, tal
como lo manda “la
Torah”. Las hojas de laurel
que cubrirían los
enrejados techos de “la Suká”,
eran traídas a la ciudad
por los pequeños
mercaderes árabes que conocían
a cabalidad las
fechas en que
las preciadas ramas
eran solicitadas por
los judíos. La noche
del séptimo día
era de vigilia.
Los más ortodoxos
se congregaban en las casas,
en grupos de
a diez o más. Para
entonar salmos y leer
pasajes de La Torah,
a la vez
que elevaban himnos
al sumo Hacedor, acompañados
de tañidos de “shofar”,
solicitando bienestar y
felicidad en el año
que hacía escasas
semanas acababa de
comenzar. El día de “Simhat
Torah” era un día
de gran alegría. En
cada sinagoga se designaba
a dos feligreses
que eran llamados “Hatanim” o “Novios de la
Torah” que tenían
por misión ese día leer
cada uno de ellos
los capítulos últimos
y primero respectivamente del Pentateuco y
por esta razón
se les homenajeaba
y ellos a la vez
hacían una fiesta a
la que eran
invitados todos los miembros de
esa congregación. Al anochecer
de ese día,
una vez finalizada la
festividad, era costumbre en esa
comunidad tetuaní visitar
en romería todas
las sinagogas de
la colectividad”.
(EXTRAÍDO DEL LIBRO EL
DESVÁN DE LOS
RECUERDOS. Biblioteca
popular Sefardí. Centro de
estudios sefardíes de Caracas. Editorial ARs.
Gráfica Maracaibo. Venezuela
1989).
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