
El juego, la
fábula y la
imaginación pierden su
soberanía y se convierten
en proscritos. Pero
la imaginación es
muy fuerte y tarda en ser vencida.
El periodo de nuestra
vida en que se
libra la
batalla definitiva transcurre
en el final de nuestra
infancia y en
la adolescencia. No es
casual que sea
en ese tiempo
cuando nos aficionamos
a la literatura
y a la
rebeldía, y cuando se decide inapelablemente nuestro
porvenir.
La tarea del
que se dedica a introducir
a los niños
y a los jóvenes
en el reino de los
libros es enseñarles
que estos no son monumentos
intocables o residuos
sagrados, sino testimonios cálidos de
la vida de los
seres humanos, palabras
que nos hablan con
nuestra propia voz
y que pueden
darnos aliento en
la adversidad y entusiasmo o
fortaleza en la desgracia. Decía Ortega
y Gasset que los
grandes escritores nos
plagian, porque al leerlos desabrimos
que están contándonos
nuestros propios sentimientos,
pensando ideas que
nosotros mismos estábamos a
punto de pensar.

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