El héroe y
el antihéroe: morir en
el Polo por
una buena causa
Ante dos nombres
contrapuestos, el nombre de Peary, él
explora sin escrúpulos y
el del inglés
Henry Worsley que
hace poco fallecía
intentado cruzar la Antártida
a fin de
recaudar dinero para
ayudar a soldados
heridos.

Cuando se cumplen
107 años de
la llegada del
hombre al Polo
Norte, “Dadme el
cuerpo de mi
padre” era la
angustiosa demanda que aparecía
en primera página
del diario World de
Nueva York el
6 de enero de
1907, acompañada de una ilustración en
la que se
veía a un
adolescente esquimal llorando
y en actitud
suplicante. La tremenda
historia que destapaba
el periódico era
la de Minik,
un esquimal que
parecía el paradigma
del buen salvaje
víctima de la
perfidia del hombre
civilizado. Había sido
prácticamente secuestrado en su
tierra cuando tenía 6 años,
abandonado luego en Nueva York, y , por
si fuera poco,
la Universidad de Columbia
le había robado con engaños
el cadáver de su
padre para exhibirlo sin
pudor en el
Museo de Historia Natural de
Mueva York. Detrás de las
desgracias materiales y morales
de Minik se encontraba Robert
Peary, el explorador que, según
la historia oficial de Estados Unidos,
sería el primer
hombre en llegar
al Polo Norte
en 1909. Seguramente un
farsante que se
inventaba las historias
que el público
quería oír, según sus
críticos. Un tipo de
valor y voluntad
indomable, según todos, pero
un miserable desde
el punto de vista
personal según consenso
también generalizado.
Por el contrario,
el hielo polar
recientemente ha alumbrado
otro héroe británico.
Un héroe en
la línea del
capitán Scott, es decir
un héroe muerto
en acto de
servicio. El explorador inglés Henry
Worsley, de 55
años, falleció el
domingo 24 de enero de
2016 tras ser
rescatado in extremis
mientras trataba de
cruzar por primera
vez la Antártida
en solitario y
sin apoyo y que
se disponía a
cruzar con un
objetivo benéfico con
un muy noble fin: recaudar
fondos para una
fundación destinada a ayudar
a soldados heridos, gente menos
afortunada que él, decía,
que había salido
indemne de 36
años de servicio
activo. Pretendía reunir 100.000
libras y las
donaciones afortunadamente han
superado las 106.000.
Mientras lo que
Peary buscaba era la
fama, y a
través de ella,
el reconocimiento social
y la riqueza y
tenía mala fama
entre los exploradores
de aquellas tierras (ya
de adolescente se
entretenía ponerle zancadillas
a su abuelo
porque le divertía
ver caer al
suelo al anciano), H. Worsley representa
el héroe filantrópico
derrotado por la
adversidad que no
por el miedo, rasgo
que hubiera placido a R. Kipling. Ante la
aventura de Henry Worsley
que representa también
la lucha de
nuestros sueños por
un mundo éticamente
más posible y
hermanado, uno solo
puede como suelen
hacer los buenos
SCOUTS, quitarse el sombrero
de tres
bollos, el de siempre, el canadiense,
y lanzándolo al
aire gritar interiormente un
último triple huya
por un hombre
valiente y por
un verdadero gentleman.
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