Afirma G. Azcoitia: “La
intuición es una
enciclopedia ilimitada con
una única entrada: el
silencio mental”.
De pequeños nos
enseñan que las cosas hay
que pensarlas bien,
antes de decidirse
por algo. De una
persona muy respetada
oímos decir que “
tiene la
cabeza muy bien
amueblada”. Pensar es bueno,
pero conviene tener en
cuenta algunos factores.
Nuestra mente es
lo menos nuestro
que hay en
nosotros. El hombre nace (genética) pero
también se hace (sociología existencialista). En la
mente viven, además
de nuestros pensamientos
un montón de
juicios, prejuicios, valores,
ideas y creencias
que vienen de nuestros
padres, abuelos, profesores,
etc. Y es
con todo ello,
con lo que
nuestra mente construye los “hay que”
y “tengo que” que
van cerrando nuestra
mirada hacia un determinismo.
En la
mente habitan también
los miedos, algunos propios
y otros “comprados” a
nuestro entorno, casi
como verdades absolutas. Son esos
miedos los que
alteran gravemente la percepción del riesgo, y
por lo tanto,
la capacidad de conocer
con propiedad y
poder decidir libremente. En nuestra
mente están también
los recuerdos (gratos e
ingratos) de nuestras
experiencias.
En un precioso
relato de Antonio Valero sobre Fernando Pessoa, se
dice que “el
mundo no podía
ni debía ser pensado que
bastaba con mirarlo
y estar conforme
con él; pues pensar significa
no comprender…pensar no
es otra cosa
que estar enfermo
de los ojos”.



No hay comentarios:
Publicar un comentario