Maloof: El chico que encontró el tesoro
Se llama John
Maloof y
hace 9 años, en
2007 era un anónimo
agente inmobiliario de
27 años de
edad con ganas quizás y curiosidad
por escribir un
libro sobre la
ciudad de Chicago. En uno de
sus habituales paseos
por mercadillos para
buscar documentación, en
libros de anticuarios, se topó
con unas cajas
de negativos fotográficos
donde intuyó ver
imágenes curiosas callejeras
de la ciudad. Se
llevó el lote por
400 dólares. Al revelar
en su casa, fue cobrando conciencia del “tesoro”
que había encontrado,
aunque no podía
imaginar la dimensión. Colgó alguna
fotos en ebay
para venderlas, y
de pronto comprobó
que desataron un interés inusitado de
historiadores y expertos
críticos de la
fotografía. Maloof recuperó más
material, al mismo
tiempo incluso que
trató de localizar a
la autora.
¿Quién era la
autora de aquellas fotos? Se
trataba de Vivian Maier.
Hija de
judíos asilados en
nueva York, de madre
francesa y padre
austriaco. Este último las abandonó
cuando Vivian tenía apenas
cuatro años. Pasó un
tiempo con su madre
en Francia. Y a los
25 años se
instaló en Nueva York.
A los
30 se fue a
Chicago. Siempre trabajando de
niñera. Sus días libres
los dedicaba a
hacer fotos de niños.
No se
las enseñó a
nadie. Cuando comenzaba a
trabajar en una
casa, la única
condición que ponía era
poner un candado en
la puerta de
su habitación. Parecía, no tener familia,
decían algunos de sus contratadores
como niñera. Fue una
introvertida niñera que
trabajó cuidando niños
en Chicago y Nueva
York, que durante los
años cincuenta y
sesenta salió en
sus paseos por
la calle con
su viaja cámara,
regalo familiar,
introvertida y tímida fotografió miles de
escenas y rincones
urbanos de las
dos grandes ciudades
norteamericanas. Con una vieja cámara
Rolleiflex (lo que le permitía enfocar
a la altura de
las caderas y no de
los ojos como una
perspectiva que sugería la
mirada de un
niño). Hizo más de
cien mil fotos.
No se las enseñó a
nadie ¿Esperaba quizá su día o
la ocasión de
venderlas a algún periódico
o revista? ¿O tan
solo lo hacía
por afición?

Actualmente
se considera que las
fotos de Vivian Maier
están ya al
nivel de los grandes fotógrafos
americanos del siglo
XX como Diane Arbus, Robert Frank
o Helen Levitt. Sus
imágenes muestran que le interesaban
especialmente los menos favorecidos
de la sociedad,
y los niños,
y se aproximaba a
ellos con innegable empatía. No
le gustaba hablar
de su propia
vida. No se sabe cuál fue
su formación fotográfica,
aunque ella y
su madre convivieron
una temporada con una pionera de
la fotografía: la francesa
Jeanne J. Bertand; quizá ahí
naciera su vocación. Murió en 2009,
sin casa
y sin dinero, tras
resbalar en las
heladas calles de Chicago, a
los 83 años
sin saber que
un joven que había encontrado
sus negativos la
buscaba por todos
los medios. Maloof dos años
después de descubrir
las cajas, en abril de
2009 encontró un
sobre de laboratorio con un
nombre. VIVIAN MAIER. Probó en Google
y ese mismo
nombre apareció en una
esquela publicada días
antes. Así localizó a
la familia para
la cual Maier había trabajado como nanny durante 14 años. Actualmente
Maloof gestiona ahora
las exposiciones mientras
se dirimen cuestiones legales
sobre la comercialización de las
fotos. El 90% de
los negativos son propiedad
de Maloof, pero
el copyright, al
morir Maier sin
herederos, pertenece al
condado de Cook, en Illinois. El
asunto está en los
tribunales pero parece que Maloof
rentabilizará aquella curiosidad
infantil de buscar
cosas inéditas, los
tesoros soñados de la
infancia, aquel hallazgo
que hoy le
hace sonreír y
es del medio
del que vive
y le ilusiona.








































No hay comentarios:
Publicar un comentario