El
anuncio de la
pasión que Lucas, hace
de Jesús, viene
preparado por la
lectura de Zacarías, que
alude a un hecho
dramático futuro y
misterioso: a alguien le
traspasarán en Jerusalén,
y de ese
hecho serán todos
culpables y tendrán que
hacer luto. Todos “mirarán a
quien traspasaron “.
“¿Qué he hecho
yo para ganarme
esto?”. Es esta la
típica frase que
podemos oír o decir
con frecuencia . Suele salir de la cama,
de la
enfermedad, del pasillo del
hospital, a pie
de carretera tras
un accidente o de
la boca del
que apoya su
cabeza sobre la
mesa, abatido tras
cualquier gran traspié o
desgracia que nos
venga en el trabajo
o relacionado con
algún contratiempo en
estos tiempos de
crisis económica .
Y es que
en el fondo
de esa cuestión (“Por qué me ha
tocado a mí “) suele esconderse
inexpresiva la convicción de
que Dios castiga material
y puntualmente al
pecador. Bien es verdad
que dicha convicción se
quiebra cuando vemos
que aquellos a
los que juzgamos
pecadores, y con “
vida desenfrenada y
hedonista” campan por
esta vida sin
ningún tipo de castigo….
Toda esta forma
de pensar se contradice con aquella
otra convicción del
creyente: que Dios es
amigo de los humanos
y que no
halla felicidad en
hacer sufrir a
los hombres. Cómo es Dios, se
pone de manifiesto en el sencillo
discurso de Jesús
sobre la higuera ( Lucas 13, 6-9), pues en ese hecho
es en donde
se emplean a
fondo el cariño y la paciencia
para que el
árbol (en definitiva el
hombre) llegue a
dar fruto que
es el destino
de su naturaleza.
Pero no sólo
es el cariño
y la paciencia
lo que caracteriza la relación
Dios- hombre, sino como
vemos continuamente en
la parábola del
hijo pródigo, lo
propio de Dios es el
amor infinito ( sin
condiciones) que Dios
emplea en cada persona
y cada circunstancia
de la vida. El
sale al encuentro,
antes de que
uno decida volver a Él.
¿Dónde queda
esa pretendida actuación justiciera, castigadora de Dios? El Evangelio nos
requiere a revisar
ese pensamiento primitivo,
infantil o totémico. El
dolor es un
castigo, una consecuencia
del mal que
cometemos…
Jesús, el Cristo,
el que se hizo como
uno de nosotros, se rebajó
hasta lo último de
nuestro mundo, y se
pareció en todo a
los hijos de
los hombres menos
en el pecado…El es
el que nos
dice que esa convicción es
infundada, irracional,
desconfiada. Jesucristo nos habla
precisamente de un
Padre, que no
es vengativo, sino amigo de
sus hijos, que
nos quiere y
acepta tal como
somos, con nuestros
“ defectos de
fabricación “ .Nosotros
“miramos al que
han traspasado” y vemos en él al
Salvador y al
que da sentido a
nuestra vida. Por
el sacrificio de uno
ha sido salvada
la humanidad. El amor
ha vencido al mal. El
es, sobre todo,
amor.