SINFONIA DEL
MUNDO SINFONIA DE LA TIERRA JUNTO A LA VENTANA
DE UN HOSPITAL
Atardecer en
el hospital. Miradas tristes, ojos
llorosos, y cansados, lagrimas resbalando
por las mejillas A veces el ruido
de ascensores y las camillas
por los pasillos. Unidad infantil
de paliativos. Sucesión precipitada
de historias que
toca n el mayor
dolor del ser
humano, el morir
de un hijo. Presentes oncólogo pediatra,
familiares, amigos y el musicoterapeuta. Música y
medicina caminan jun to
al enfermo, porque el
hombre, en este
caso un frágil cuerpo de
niño, es cuerpo y espíritu.
Cuando enfermamos niños
y mayores ,necesitamos
más que nunca
esa armonía que
nos unifica, que
nos hace más
humanos. Y la música
es
armonía. Y todo, abrazos, caricias, besos se
hace Medicina y armonía.
Silencio. Y unos sonidos
armónicos que nos
hacen aprender a
respetar ese silencio, a
escuchar la música que
un niño tiene,
a descubrir el instrumento
que el niño
es para sacar
lo mejor de
nosotros como personas.
Solo desde
el respeto, desde la reflexión
profunda
de lo que
estamos viviendo junto
a él podremos escuchar
su música y
en este caso más fácil porque
es la música la
que ha acompañado
la historia breve de
ese niño desde
que su madre
le acuno por
primera vez en sus
brazos. La música como manifestación
del alma, sale del niño.
La música, como
la poesía no es
tal hasta que el
ser humano, niño
o mayor, es capaz
de hacerla suya. Miramos
hacia la luz
de las ventanas, al
otro lado un
pequeño jardín y
varios árboles formando
un bosque.
Es otra música, pero también necesaria
para no asfixiarnos. Reflejo del
color verde, donde hay
esperanza, amarilleando ya,
porque entra la sinfonía
del
otoño, de la
luz ocre, de
las hojas amarillo
marrones, cubriendo como
un manto el
suelo. La sinfonía de
la tierra ha
comenzado su partitura
temporal como queriendo
rendir un pequeño
homenaje a aquella
tierna historia de
un niño que vino
a algo a la
tierra, a la
familia donde fue
sembrado. La música de
la tierra, del campo,
la que traen
los pájaros, la
luz que trae
el aire lleno
de sonidos de vida, esa
música de las
ramas mecidas por
el viento, sonido de
la lluvia fuerte
sobre el acerado
y las ventanas
del hospital, con música
de sirenas de
ambulancia… si es música,
aunque haya quien
no lo oye,
el desperezo de
la flor en
la rama, el
despertar de la
semilla que rompe
la tierra levemente,
como quien aparta
la sábana blanca
que protege tu
sueño y tu
inmovilidad.
Ya está puesta la partitura del otoño, y las plantas obedientes a esa llamada a la sinfonía, a la armonía y pronto empezaran a ponerse sus faltas de hojas amarillas y marrones cubriendo como un manto la tierra.
Pregúntale , pregúntale una
y otra vez, tantas
veces como desees,
y tu curiosidad
lo permita, pregúntale a
la tierra , al
campo porque de
vez en cuando
empieza esa sinfonía invitándonos a
todos a oír
la danza de
la vida, con lágrimas
en los ojos,
y agujas en
los oídos, como
las sirenas de
las ambulancias que
no paran de
llegar continuamente a
los muelles de
urgencias y se
nos meten por
los entresijos de
los oídos y
de la mente
y nos hacen
mezclar la partitura
del dolor con
la acaricia y
el beso del
relato de la frágil
historia
de un niño
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