“VOLVER A CASA…”
Que belleza emocional la de
esta expresión. He de confesar, que
cada vez que espontáneamente la oigo , o
me sale como expresión interior, algo muy fuerte emocionalmente me conmueve en
el interior.
Aparece esa bonita expresión también en
el Evangelio de Marcos ( 3,20) : “Por aquellos días Jesús volvió a casa, y se juntó de nuevo tanta gente que no le dejaban
ni comer “ Es la alegría de volver
de nuevo a casa, la del reencuentro, con sus seres queridos, su
habitación, sus cosas, sus herramientas...Había pasado un tiempo , un tiempo
quizás muy largo, tiempo de desierto, la “universidad de la
calle “ que había transformado a Jesús de Nazareth ,tiempo de
soledad interior y de crecimiento espiritual, pero también de añorar
a los suyos. Y
ahora volvía a casa, a la casa de sus padres, a la de
su infancia, a la
de sus primeros amigos…
Me hizo reflexionar esta
hermosa expresión “Volver a casa”
oyendo el otro día a
un joven músico. Era un sábado a finales de Julio, y casi por pura casualidad acudí
a un concierto
de la Banda Sinfónica de la Agrupación Musical San
Indalecio, una atractiva
b anda escuela-academia de formación
futuros
talentos o valores
de la música. Aquella tarde del
27 de Julio de 2024 aquella casi juvenil banda iba a tener el
privilegio de ser dirigida por el
director estadounidense Dustin
Barr , que anunció de primera intención una actuación especial:
la del antiguo miembro de
este grupo Musical San
Indalecio, el solista
de bombardino Raúl Sabiote (así se llamaba
el joven músico que a todos nos
conmocionó ,no solo por su música,
sino por sus sentidas palabras). Al terminar
su brillante actuación, el joven solista bombardino , después de
lucirse en “harleguin “ una bonita
partitura, una obra especial
para solista , a la que le
imprimió durante unos
minutos su contagiosa y espectacular personalidad, nos
dedicó a todos
los asistentes ( los
actuantes y todo
el público, en un
emocionante silencio) sus emotivas
palabras : “ Hoy vuelvo a casa. Si es
verdaderamente volver a casa,
porque hace casi veinte años
ya , yo , todavía un niño de
apenas 9 años, estaba sentado ahí
al
fondo , aprendiendo de mis compañeros y
los mayores que me rodeaban, y los grandes músicos vocacionales que
tanto cariño y paciencia nos dedicaban para hacernos llegar la grandeza de la música, casi como
un juego divertido, y enseñarnos a transmitir a los demás, todos
los valores que la
música encierra. Por eso hoy, esta tarde, este
momento permitirme que me emocione
porque estos momentos no solo ha
sido reinterpretar una partitura sino
vivir y compartir con
todos vosotros , esa expresión que
nos sale del alma …cuando volvemos a
casa”
Qué duda cabe, que para Raúl Sabiote eran momentos
de alegría, momentos especiales.
Señaló a
las últimas filas, donde
el, un chaval de
apenas 9 años se
sentaba…allí, mirad, decía, y
recordaba emocionado que
en aquel pupitre musical se inició
en esta hermosa vocación de
la música. Terminaría luego
su formación en el
Conservatorio de Almería, de donde paso
para el Conservatorio Superior de
Mallorca, y luego
ya se trasladaría a
Lucerna, en Suiza para completar
su formación.
Volvía Raúl a
casa. Silencio enorme conteniendo el público la emoción.
Volvía a
sus orígenes, a donde
como niño inicio
tímidamente sus aprendizajes.
Y a todos nos ganó, no tanto (para los
que no somos expertos
musicales ) no tanto con su música,
cuanto …con sus palabras.
“Volver a casa “es una expresión que
si la pensamos pausadamente, nos llega a conmover,
nos llega a emocionar. Y es que
en el tiempo de Heráclito “ Nadie
se puede bañar dos veces en las
aguas del mismo rio” Y nos diría, nadie vuelve a …
¿su misma casa? Porque ya un tiempo ha
pasado y nada es igual.
Con todo lo que lleva
esa hermosa expresión “ Volver a casa
“ que
casi automáticamente nos
traslada, a aquel famoso
slogan publicitario , con música tradicional ,que invita a una cierta nostalgia hogareña …que
nos retrotraía al espíritu
de la
Navidad, al volver (al
menos una vez
al año) al calor del que
fue nuestro hogar, al
calor de la
familia, a nuestras raíces, a
nuestra historia, la de nuestra
familia, a nuestro relato personal.. Y
también como cuando
oímos esa hermosa parábola de Jesús: “Y
salió el sembrador a
sembrar …” Porque la semilla que va a dar fruto
es aquella que cayó
en…”buen lugar”. En una
tierra buena. Esa primera tierra
buena que es
la familia de
acogida, donde crecemos, nos
socializamos , nos concienciamos
de nuestra primera identidad. Es como volver
del exilio , que
nos arrojó (por algo, vaya Vd. a
saber) de ese calor … hogareño, familiar, y
que un día tal cual fuera
un grito interior nos
invita a salir de
nosotros para crecer
personal o interiormente, como aquel mandato bíblico a Abraham ( en Génesis 12, 1-2
“ Sal de tu casa, sal
de tu tierra…). Tan
solo musitar: “vuelvo a casa “me
llega a emocionar.
Personalmente crecí
en una inolvidable familia, como
casi la mayoría, con sus
problemas, sus errores, sus momentos duros… pero fue en ella donde crecí y me
llegué a identificar enormemente
con la naturaleza. Mis primeras “ salidas de casa “ (mis primeros “ cortar el cordón umbilical “) fueron precisamente en
esas salidas a la
montaña, a las acampadas, a la
naturaleza, a veces todo
un mes, a veces
solo quince o diez días, o
incluso nada más
que un fin
de semana. He de
confesar que cada
vez que : “ volvía a casa
“ me emocionaba contemplar mi habitación, mis libros, mis recuerdos…”saboreaba”
una buena ducha, la comida confeccionada por
mi madre, una
buena ducha, una buena
siesta, una bonita conversación con
el resto de mi familia … al
“calor del hogar “
Confieso también que tras años de ausencia, cuando un día volví
a Marruecos, lugar (aquella “patria”)
de mi infancia me emocioné intensamente.
Volver a las que fueron
las casas de mi
infancia y adolescencia
en Tetuán, ahora ocupadas por otras familias de una cultura muy distinta a la mía, pero que sabían sonreírme . Volver a
los que fueron mi
escuela, mi colegio, saludar aun
a mis profesores , los que aun permanecían alli, los que te enseñaban la
que fueron tu clase, y
alli “in situ “ hurgar
por aquella fila de bancas
si aún estaba mi viejo pupitre de
madera, donde tantas veces “ esculpimos a cuchilla nuestros emblemáticos hitos personales “,
contemplar los patios de nuestros recreos, aquellos rincones que tan felices nos hicieron, aquellos arboles a
los que tantas
veces nos subimos para coger
morera y observar la metamorfosis de nuestros gusanos
de seda, en cajas de
cartón, autentica recreación interior, aquellos arboles
de los patios de nuestro colegio
del Pilar, y las explicaciones
de la vida y la naturaleza que don Prudencia Arteche,
viejo marianista y amante
de la naturaleza nos daba
lecciones al aire libre, con
su sonrisa de sabiduría.
Aquellos viejos pasillos del colegio, con
sus orlas colocadas, era recuperar el rostro, el
relato y la
historia personal de cada uno de
los que fueron nuestros
compañeros en aquellos inolvidables años. Todo esto, inolvidable sucesión de
recuerdos, que era quizás
casi como alcanzar aquello que San
Ignacio llama con deleite,
en una de sus meditaciones al final de los
Ejercicios Espirituales, “ Contemplación
para alcanzar amor ” Y que
verdad , que era una autentica meditación de vida. Cerré
los ojos, e interiormente
vi pasar todos aquellos rostros, aquellas sonrisas, aquellas voces,
aquellos rumores, aquella música casi
celestial con una partitura llena
de fotos y recuerdos.
Estos días
de verano he
meditado alguna lectura del
conocido y muy
mencionado siempre Proust , y
como no la más mencionada
actualmente , como teoría “
EFECTO PROUST “ , y es que
en aquel ejemplo de
memoria visual, auditiva y
olfativa, como se reconoce al
recuerdo “proustiano “ ( o recuerdo
involuntario que mediante
este fenómeno nos
lleva a un estimulo
que desencadena automáticamente un recuerdo
intenso del pasado “ aquel que
se conoce popularmente
como “ la magdalena
de Proust “ , cuando ese
estimulo sensorial nos hace
evocar o rememorar
una parte del
pasado que asociamos
a un sabor , olor, o sonido…
Todo ello , en ese atardecer caluroso, me trasladó
por momentos a unos Ejercicios Espirituales, en el
que nos embarcó una semana santa quizás la de
1963, un franciscano joven,
emprendedor, que pretendía trasladarnos su
fortaleza espiritual, en el marco
de aquel Hospital militar español
“Gómez Ulla”, en nuestras primeras meditaciones para dejar atrás nuestra
infancia. Sin embargo, por la noche, en mi
cuarto me despertó una música lejana,
de gaitas y tambores, porque se iba
acercando una boda marroquí. Creo que permanecí
desvelado cerca de dos horas,
y entre la música y
las máximas evangélicas para meditar, me
hicieron pensar seriamente para
la edad que tenía, lo propio de mi
momento, mi historia, mis sueños, mis recuerdos, aquel país tan diferente, aquella música llena
de alegría, aquellas calles
estrechas de la medina o de la mellah , la judería, las fiestas religiosas diferentes, el ramadán, el
aid el Kebir, la
fiesta del yon Kipur
de mis amigos hebreos, los
rezos hebreos, los cantos
del muecín, y por supuesto volviendo a
los ojos de un
niño, mi
futuro, mi adiós a tantas cosas
que me iban
cambiando. Volviendo al
momento presente me dije: Son
ya cosas, de viejo. Pero esos momentos me hicieron mucho bien al traerme tantos
recuerdos. No la magdalena de
Proust , pero si el té, con hierbabuena, el olor
a albaca, los olores de los mercadillos marroquíes, el colorido de
las aceitunas y los puestos con zanahorias, dátiles, y toda
clase de productos
secos, los cuernos de gacela ,los dulces marroquíes, o los
almendrados hebreos y las pastas
que hacían mi padre o mi
madre.
Estos días de calor, son también las
playas de mi
infancia, y en esa contemplación para
alcanzar amor ,la arena de
Restinga, la de Rio Martin, la
del Rincón del Mdiqu o sencillamente
la de nuestros veraneos en la
tierra de mis
abuelos y mis
padres, playas interminables de aquella Roquetas que
se iniciaba en Aguadulce
y casi terminaba
en las salinas o en
Guardias Viejas. Días de sol
y de olas, de
baños y de
meriendas .Recuerdos imborrables
(¿cosa de viejos? O la “magdalena
de Proust.
Me viene al recuerdo también estos días,
aquel malhumor de algunos que fueron
alumnos míos, en su tiempo en el SEK
del Palo, en Málaga , allá por
los años 80 y 90 , cuando
eran estudiantes en Medicina, en
la facultad, en las
clases de Psiquiatría, de uno de
los más duros huesos a la hora
de aprobar la asignatura, que en cuanto a examinar a los
alumnos duramente, les hacía pasar
por todo un psicoanálisis
de una
forma que dio mucho que hablar casi
internacionalmente: había reproducido
un útero materno a escala , como los japoneses
habían reproducido en una excelente fotocopia en tres dimensiones
de las cuevas de Altamira, y allí
introducía a sus alumnos, que
durante un tiempo, en la oscuridad de aquel artificio, reproduciendo creo que hasta efluvios, olores, y otros ruidos, debía el alumno aspirante, relatar sus
impresiones de vida, de
referencias personales, impresiones, etc.
que recordaba de la madre
y del seno
materno. Todos hablaban , unos
bien, otros regular , pero todos
impresionados de aquella experiencia de volver
al útero materno.
“Volver a casa
“…es volver también al
recuerdo. Y a los
errores que nos
exiliaron de aquella
inolvidable patria de la infancia.
Pero , sin embargo, la
lectura que me
entretiene estos días
de playa calor y
ocio, es un libro titulado “ EN
TIERRA AJENA, EXILIO Y
LITERATURA DESDE LA <ODISEA> HASTA <MOLLOY > ( Del interesante
psiquiatra Josep Solanes
Editorial Acantilado 2016 )
Y el ,categórico sentencia :
“Desde que
abandonamos el útero
materno, somos exiliados. Emigrar
a otra
tierra, en el fondo llega
a ser irrelevante, pues siempre
estaremos en tierra ajena. “
La grandeza de “Volver
a casa…” . Y mirando el horizonte del atardecer: Contemplacion para
alcanzar amor.
http://antoniomarincarablogsport