EL BUEN
ARTE DE SABER
ESCUCHAR
Decía el
escritor alemán Goethe “ Hablar es
una necesidad, escuchar
es un arte “. Nos
sentimos preparados para seguir
una conversación más
o menos amena
según los temas
o el grado de confianza
que tengamos con
la persona con
la que estamos
hablando. Las personas
tendemos a la sociabilidad
y de pequeños aprendemos,
en la familia,
a relacionarnos con
nuestro entorno. Pero
muchas veces más
bien preferimos ser escuchados a
escuchar. Y no
siempre estamos capacitados
para ejercer la
escucha. Hay personas
carismáticas que sin
ningún tipo de preparación
seducen a quienes tienen
necesidad de desahogarse
contándoles sus problemas.
Es la empatía
que de forma espontánea llevados
por su generosa concepción
de la vida
humana tienen. Pero una
escucha de calidad
necesita preparación.
Oímos cuando
nos hablan, pero ¿escuchamos? Para
escuchar hay que
poner atención, y
su intensidad está
determinada por el grado de
interés que tengamos
en lo que nos
dicen. Escuchar para mantener
una conversación más
o menos interesante, es fácil,
y si los
conversadores han alcanzado
el nivel de saber respetarse
y escucharse los
unos a los otros
, resulta además muy
gratificante.
Escuchar, escuchar
de verdad intentando ponernos
en la situación del
que nos habla
o se desahoga ( empatía) no es tan
fácil, aunque sí
muy conveniente conocer su
arte, porque mejoraría
notablemente nuestra convivencia. Como mínimo
evitaría los malos entendidos que
tanto destrozan nuestras
relaciones humanas. Además viene
a ser un
antídoto contra la soledad
y la depresión .
Es una
paradoja que en
la era de
las comunicaciones exista
tan mala comunicación.
Los grandes medios de
que disponemos en la
actualidad facilitan mágicamente
la frecuencia y rapidez de nuestros
mensajes, per4o nada han
podido hacer para
mejorar la calidad
y calidez de
los mismos . Pues para
que s e produzca una
escucha de calidad,
la persona tiene
que sentirse acogida
en un espacio adecuado y con
el tiempo suficiente.
Hoy en día,
hay soledades impuestas
por las circunstancias. Vemos ancianos
abandonados por su familia,
personas a quien
la muerte les
ha arrebatado sus
seres queridos, emigrantes lejos
de su tierra
y su familia,
y tantísima gente marginada por
la droga, la
falta de trabajo o de
oportunidades en los jóvenes, la
carencia de todo
tipo de recursos.
Pero
la soledad no
es discriminatoria. También
se apodera de
quienes parecen perfectamente
integrados sin tener
en cuenta edad
ni condición social. Personas
insatisfechas con anhelos
que esta sociedad
no puede satisfacer, con problemas
que no pueden
o no saben comunicar con una
angustiosa desesperanza.
Deberíamos prepararnos
más para la
escucha, pues en
parte es una
conducta de ayuda,
con la que
podemos curar a
mucha gente. Miles de
psicoanalistas y psicoterapeutas hoy
en día hacen auténticos milagros
en la cura de almas. En
el sentido religioso
también Jesucristo curaba
mediante la escucha,
en aquella expresión
propia del tiempo
de “ echar los
demonios de la persona “ ( esquizofrenias, depresiones, anomalías
de la conducta …)
que requerían el
cuidado y la
escucha personal.
Quizás por
ello los seguidores
de Jesús señalaron
como sacramento “la
escucha “ aunque después
derivara en el
sentido de la
culpa . Indudablemente muchos
creyentes cristianos también
hablan de ese
sentido terapéutico que
debe tener la
“penitencia o el
sacramento del perdón “ .
Lo que sí
es verdad, que
seamos creyentes o
no, deberíamos en
esta sociedad cada
vez más superficial
y con más estrés
por el mundo
de la prisa
y la realización
rápida de todo, de
prepararnos para escuchar
a las personas
que nos rodean
especialmente en la
población infantil y
anciana. Entre las organizaciones que
siempre he oído
que funcionaban y
preparaban con cursos
en este sentido
pongo en primer
lugar los Teléfonos
de la Esperanza, como
agrupación mundial en
casos de ayuda.