LA
INFANCIA Y EL FILÓSOFO
En este libro el
autor Jorge Úbeda , nos
introduce por las
sendas de la
reflexión acerca de
la infancia , que
es una forma
de antropología o de
pensamiento antropológico ,
muy llevadera. Así nos
ayuda a entender el
modo en el que
los pensadores más importantes, de la
modernidad han entendido
la infancia y
de esta forma
contribuir humilde mente
a que nuestra
radiografía de lo
humano sea más
pragmática y precisa. Al
igual que un
niño de corta edad, “en su
tierna infancia “ se
hace continuamente preguntas
interiores, y exteriores, de cómo y
por qué suceden
las cosas, y cuando
no logra una
respuesta satisfactoria, va acomodando o
aparcando dudas, hasta
una mejor ocasión…”cuando sea mayor “ así
en este libro
nos señala J. Úbeda una manera pragmática de
intentar entender y
acoplar nuestro mundo de la infancia,
lo vivido casi
sin meca mismos naturales de defensa, para adaptarlo a
la multitud de
aspectos absurdos que
nos pueden dar
a entender las múltiples secuencias, hechos y
sucesos que nos
viene cada día
en los telediarios del momento, entre lo correctamente político
y el miedo
a la multitud de sensibilidades y susceptibilidades que
nos lanza la
sociedad de hoy.
Y
es que a
pesar de las
diferencias entre Descartes,
Rousseau, Kant y Nietzsche , Jorge,
casia de la mano de
un niño, el que
cada adulto lleva dentro
de sí , a veces sin
percibirlo, nos introduce
en un capítulo
entero dedicado a la fenomenología de la
infancia, donde nos habla
siempre de nuestra insuperable
finitud y los
deseos de superar
esa finitud.
En un
tiempo en el que predomina la
cultura del “ body perfect “ la
cultura del cuerpo, de
la corporeidad, afirmar
que “el alma
es razón que
hace discursos” , o
bien que “ la
razón vive en el
drama de
su propia vida
desiderativa, sujeta a la
estructura más propia
de una narración abierta”
o también …”que
el alma vive
anclada en su
presente pero está
continuamente saliendo de él aunque
no es un
viaje que a termine en sí mismo,
o en el
final de todo presente
que es la
muerte” , llega incluso a facilitarnos
la experiencia de un
encuentro que siempre es una
novedad.
Rotundamente escribe
J. Úbeda que “ Si hubiera
que reducir el
estado actual de la vida
individual en nuestra
sociedad a una sola
emoción, sin ninguna
duda la perplejidad s4eria la
principal candidata. Pues
el hombre de
hoy está perplejo, confuso y
poseído de tal manera
por el presente vivo, que
eso mismo le deja
desorientado. Por tanto es el
hombre sincero, aquel que
en el secreto de
su alma no se
engaña, no desea vivir
en la continua
perplejidad” Y puesto
que la perplejidad
es una emoción
que suele dar noticia
de que hemos
entrado en una situación de crisis , basta que
atendamos a tres
crisis subrayables de carácter
intelectual que han
trascendido en el
siglo XX, y son
la crisis de
los fundamentos de las
ciencias formales y naturales,
la crisis del
sujeto moderno y la
crisis de las instituciones
políticas fundadas en
el discurso ilustrado.
Volver al
niño pragmático, que
curiosea como nuevas
todas las cosas, se
pregunta continuamente por
todas las cosas, y solo
“aparca “ momentáneamente lo que comprende
que no va a
comprender en el presente
pero que “ya se andará” . Pero
sobre todo ese niño que
no muerde la mano
que le da
de comer, que plantea que esa
mano , aunque sea imperfecta o esté sudorosa, la que representa
las instituciones , es el “homo
habilis” que le enseña a prosperar sin dañar el contexto
ni la tierra
que le sostiene, ni
los rostros que
contemplándolo y observándolo,
pero sobre todo escuchándole, le ayudan
a crecer.
Carpem diem
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