PORQUE NI TU ,
NI YO NI ELLA
YA SOMOS LOS
MISMOS
CITO AQUEL “ NO TE BAÑARAS
DOS VECES EN
LAS AGUAS DEL
MISMO RIO “ DE
HERACLITO…
Recordaba en
aquel viaje que
muchos llamaron del ·” REENCUENTRO” de muchos
cientos de antiguos
residentes en Marruecos
que al cabo
del tiempo volvían a
reencontrarse creo que
en 1994 en
aquel Tetuán de sus infancias
tras muchos años
de ausencia, expectantes en
la cubierta del b arco
que les llevaba
de Algeciras a Tánger, expresaban nerviosos y
casi con miedo, casi
como en nuestros
años jóvenes antes
los exámenes de bachillerato, de
no encontrar ya
la ciudad que
dejaron.
Y efectivamente
al regreso muchos
expresaban su decepción
de que no “era ya
la ciudad que
un día lejano
tuvieron que dejar”
Esa misma
experiencia tuve la ocasión
de
comprobar también en aquellos
años de muchos
antiguos emigrantes de
la provincia de Almería, y
especialmente los del
pueblo de mis
padres Roquetas de
Mar, y sus
alrededores El Ejido, Vicar etc., el llamado
poniente almeriense que volvían
de
Alemania, Argentina, Suiza,
y del mismo
Marruecos al igual
que mis padres
cuando se reencontraban
con aquellos pueblos
que habían cambiado
en casi pocos
años en el
llamado milagro de
los invernaderos “el
mar de plástico”
de toda aquella zona. Apenas
reconocían los cortijos
y casas que
abandonaron en su
infancia.
Cuando a
mi regreso a
aquellos lugares de
mi adolescencia y
la infancia en
grupos he manifestado
el deseo y
las ganas de
volver a vernos, aquellos que
fuimos jóvenes al
cabo de casi más de
cuarenta años, siempre
surge la advertencia
del “ sabio de la
tribu” : - ¡ Cuidado, que fulanito
… ya no es el
mismo. Aquella simpatía que tenía cuando
niño o cuando
joven… la debió
perder en alguno de
los muchos combates
de nuestros caminos
de la vida.
Cuidado… que ya
no somos los
mismos. Tenemos más años,
nos hemos hecho
mayores… y por el “
camino “ se fueron
quedando muchas cosas.
Me viene
a la mente aquella frase
insistente que nuestros
profesores de filosofía en
el Instituto de Almería tanto
don Fernando Ochotorena como
luego el mediático don
Alfonso Capitán , recién llegado
del Instituto de
Puertollano , proyectándonos el
concepto de tiempo
en Heráclito y Parménides aquel
“ No te
bañaras dos veces
en las aguas
del mismo rio “ que
nos repetía hasta
la saciedad hasta
que aquellos muchachotes
y muchachotas de
nuestros años finales
de bachillerato y
preu asimilábamos el
concepto variable de
tiempo en los
griegos.
Contaba R. Calle
en una de sus cuentos
espirituales orientales que
tanto nos sirven
para expresar esos
valores y conceptos:
“ Buda era
un hombre de
una gran lucidez, además de compasión
por
los demás. Entre sus
primos, se encontraba el
perverso Devadatta, siempre celoso del
maestro y empeñado
en desacreditarlo e incluso dispuesto a quitarle
la vida si
fuese necesario. Un día ya en
el que Buda
estaba paseando tranquilamente,
Devadatta, a su paso,
le arrojó una
enorme roca desde
una colina, con
la intención de arrebatarle
la vida. Sin embargo,
la roca cayó
al lado de Buda
y Devadatta no consiguió
su objetivo. Buda se dio
cuenta entonces de
lo sucedido y permaneció
impasible, sin
perder apenas la
sonrisa de los
labios. Algunos días después, Buda se cruzó con
su primo y
lo saludó muy
afectuosamente. Muy sorprendido, Devadatta preguntó:
-
¿No estás
enfurecido, señor?
-
No, claro
que no.
-
Sin poder
salir entonces de3 su asombro,
le siguió preguntando:
-
¿Por
qué?
Y buda impasible
le dijo
-
Porque ni
tu eres ya
el que me
arrojó la roca,
ni yo soy
ya el que
estaba allí cuando
me fue arrojada.
Al cabo de
muchos años tuve
que dirigirme a
un profesor del instituto
que
en nuestros años
adolescentes era todo
un “hueso” que
solo al verle
venir de lejos imponía un
miedo y terror
en nosotros sus
sufridos alumnos que hacía que
se nos acelerase
el pulso y
nuestras venas en las sienes parecían estallarnos. Algún antiguo
alumno de aquella
época, me dijo sonriendo. No
te preocupes ya
no es el
mismo: “ Es todo un
abuelete con su
ternura y su
sonrisa a todo
aquel que ahora
se detiene a
saludarle y recordarle sus
clases… Vivir para ver.
La memoria suele trasladar
lo que fue
a lo que
es actualmente e
inunda la conciencia
del presente, enturbiando
o embotándola. Una mente renovada
es una bendición,
porque no acumula
hasta atiborrarse y
no envejece, estando siempre
en continuo aprendizaje,
libre de heridas
emocionales.
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