“TETUAN ES
MI CIUDAD “
Tetuán es
mi ciudad se
titulaba el libro
escrito con tanto
cariño por nuestro
paisano Cirilo Ruiz Manzanero. También lo
digo yo desde
el alma. Y también nuestro
paisano tetuaní Juan García
Jiménez, que lo afirma rotundamente “Tetuán es
mi ciudad. Allí nací
en el año 1934
y allí viví
27 años, y
hasta allí me
voy año tras
año a ver la
casa donde viví ,
alquilada a Sidi Bennouna,
en la arteria
que conduce a la
Suica desde la
Luneta “ .
No pertenecí en
mi infancia y
adolescencia tetuaní a esa época
(pues más
bien vivimos allí mi
familia y yo la década
de
los 50 y más la
mitad de los 60
. Pero tampoco viví ni pertenecí
a esta
zona querida y bonita de Tetuán, verdaderamente su
casco histórico con la medina , el
llamado Mellah , la judería, la
luneta, la suika …. No tuve
esa suerte. Pero es
verdad que allí tuve
en distintas épocas distintos
amigos con lo
que si me
permitió conocer su
exuberante ambiente, su mágico
encanto,
el ruido de sus
calles, los olores
de sus tenderetes. Era una
especie también de pequeña
ONU, de rostros, razas, religiones, costumbres y
de comprensión y
tolerancia entre todos. Ya
el investigador e
historiador Juan Bautista Vilar describía
en su libro “Tetuán, en el resurgimiento judío contemporaneo1850 -1870 “ como era
aquella judería encantadora
del siglo diecinueve.
Todo era
pura magia y todo
llamaba la atención. Mi
padre llegó a Tetuán siendo
aún un niño
y permaneció allí cincuenta
años. Llegó en pleno
1921 Antes
de morir (murió con
98 años) me
recitaba de memoria los
comercios de la
calle Luneta de
numero en número
, desde la parte
derecha y desde
la parte izquierda , bajando hacia
el teatro nacional
y hasta el
Parque y Bab
Tut . Toco embelesaba al
que entraba por allí
, tuviese alma de
niño o fuese
adulto, que se admiraba
de aquella variedad
de colores, olores,
ruidos, rostros, musiquillas y
comercios o bakalitos. Todo era exótico
y
bonito, desde que entrabamos
por El Meshuar,
el Palacio del
Jalifa, la alta Comisaria el
cambio de la
guardia mora, o penetrando
por la calle
Comercio “ La Kaiseria “ tiendas con
las finos encajes
que servirían para
los caftanes de
las mujeres marroquíes,
tejidos de lana
blanca con rayas grises para las chilabas
de los hombres “ chamires “ . Y no digamos
por las estrechas
callejuelas de la judería
con sus
tenderetes de especias
y aquel penetrable
olor a buñuelos… niños jugando
en aquellas estrechas
calles en donde
costumbres y tradiciones
religiosas judías, y musulmanas
convivían con nuestras
creencias cristianas. Que suerte
haber vivido aquello. Así
nos lo traslada
Juan García Jiménez
en uno de los últimos
números de
La Medina, el
pequeño boletín de
aquellos que vivimos
algún día allí aquellas
inolvidables y sabias vivencias :
“EN MI
CALLE, LLAMADA Travesía
De la suica Vivian
entonces muslimes, heudis,
nazaranis, un hindú llamado Antonio
Karnani, gitanos, protestantes,
masones y hasta
un ortodoxo ruso
llamado Alexis Alexandresko.
Entre los
españoles, anarquistas, comunistas, separatistas , vascos, gente
de derecha, y Antonia Ortiz, mi vecina,
casada con Sarmiento,
un camarero del bar Peinado, que
siendo más pobres
que las ratas,
era monárquica hasta
la medula. . También un
jefe de Falange, que era
dueño del bar La Parra,
y padre del
actual dueño, grandes
personas los dos.
Pues el milagro
consiste en que nunca conocí
peleas, ni discusión
siquiera , por razones de
credo, raza o ideología.
Nunca allí. También vivían
espiritistas, policías, músicos,
profesores, matuteras, putas,
trajinantes, carabineros, comerciantes , camioneros, carpinteros y
republicanos perseguidos en mi casa
tuvimos escondidos a d os D. Casto y D.
Antonio.
En nuestro
barrio, teníamos también a nuestros
tontos, por los
musulmanes, “el buhali,(nunca
supe su nombre),era
camalo , todo lo
que quisieran echarle
sobre sus espaldas,
baúles, armarios, sacos de
cal, todo por
los hebreos a “
Mochito el Peorro” telonero, avisador, c españoles a
“Juanillo el tonto “,
cabrero, hortelano a
jornal, natural de Alhaurin el Grande.
También era
medio lela Hadida,
la de “ las
tetas empapelás” , que
era criada en c asa
de doña Esther,
una hebrea bellísima y
hermosa, entrada en
años y que no
se casaba porque
decían que tenía
“el mal del cristalino “, era hermana
de D. León,
dueño del Teatro Nacional,
hombre elegante, de vestir
impecable, bigote engomado,
sombrero de fieltro
y bastón con empuñadura de plata
cincelada (…)
Había
una pandilla de
alborotadores en nuestro
barrio que era
temida en toda
la ciudad, el
Momo, el Reguera, el Reguera
chico , el Ángel, el
Evaristo, el Daza,
el Aguilar, conforme fueron creciendo
fueron normalizando sus
vidas, unos y
otros acabaron en
La Legión.
Para que
no nos faltara
de nada también
teníamos nuestros “ mariquitas (y digo
ahora nuestros ) porque eran
personas queridas en el
barrio Mohamed Kadur (el
manolo) que vivía
con su madre
y era dependiente de comercio y
coleccionista de prospectos
de cine. Le
gustaba vestir bien,
a la europea, con
corbata, salvo en
las fiestas de
Aid el Kebir
que se ponía
chilaba blanca y
fez. José un tío del
momo, que se
ganaba la vida como
cocinero de bar; José Chocrón (la
suni), que aunque
era de la Judería le
gustaba andar por
nuestro barrio. Era mandadera
y en algunas
casas cosía y
lavaba la ropa,
era la mariquita
más graciosa y descarada
que nunca se
vio. A todo esto
las autoridades hacían la
vista gorda, pues eran
personas muy trabajadoras
y nada promiscuas,
muchas autoridades y
mandamases recalaban por
nuestro barrio en plan distendido para
tomar unas copas
en el estanco –bar
de la Nieves
a quienes algunos
tachaban de puta, pero
no lo era.
La Nieves era
una asturiana muy
guapa a quien más de una
vez oí decir “Yo
vendo vino a los
hombres, pero nada más
“.
Se produjeron
en el barrio
muchos matrimonios y
juntamientos mixtos de
la más diversas
naturaleza.
Es esta una
brevísima y sucinta
historia del barrio donde nací, soleado
y alegre , casi
siempre e n fiestas, , pues cuando
no era Purin,
era Aachor o
Nochebuena con todos
sus etcéteras de
las que disfrutábamos
y participábamos todos
y las respetábamos
profundamente.
Tendría yo
como seis años , un día
de verano calurosísimo, estábamos jugando
en la calle,
siendo más o
menos las cinco de
la tarde. Entré a
mi casa, y al
ver mi
madre que pretendía
volver a salir
con un trozo de
pan en la
mano, me paró y me
ofreció dos alternativas:
o comerme el
pan dentro, o
esperarme a las
seis y media
que era el
momento en que disparaban
el cañón de la
alcazaba anunciando el fin
(del día ) del ayuno,
pues era Ramadán, el
mes de ayuno de
los musulmanes. Mi
madre me dijo que
estaba muy feo
comer o beber
delante de “ellos “. Habia que
respetarlos, igual que
nos respetaban en
Semana Santa (por ejemplo) siempre, hasta
mi traslado definitivo a la
Península en 1961,
cumplía a rajatabla
la recomendación de María
la Costurera, que era
así como llamaban
a mi madre “