“¿POR
QUE LLORAN LAS CIUDADES?”:
AQUEL TANGER… ESTOS
RECUERDOS “
Volver a Tánger es
volver siempre al
pasado , siempre querido
de nuestra infancia, de
nuestra adolescencia, de
los recuerdos familiares,
de la nostalgia
de un tiempo
pasado… de un Tánger
también añorado. Decía Ramón
Buenaventura que por
aquellos años la
prosperidad libertina del Tánger
internacional nos llevaba
a los chicos
españoles a constatar que
los tangerinos se creían
elegidos. Privilegiados. España nos parecía
un
país atrasado y los chicos
y chicas de
nuestra edad algo “
acatetados “. Teníamos aquellos productos
que en España casi
aun no existían,
transistores, proyectores, cine cámaras, cámaras maravillosas
fotográficas de importación,
todo gracias al
floreciente contrabando. Nuestra
ropa vaquera, americana
estilo de vestir
con un cierto
glamour. Los artículos que
los tetuaníes no encontrábamos
ni
siquiera en Casa Ros. Y
aquellos productos, todo
un lujo, que
eran excesivamente caros
en España como
su mantequilla holandesa
y sus quesos
franceses. Un Tánger
que hoy no
existe… pero del que
quedan huellas y
recuerdos de un
pasado de esplendor y
glamour , de nombres
famosos asociados a nuestros mejores recuerdos de infancia.
Publicaba no
hace mucho Isa
Levi, una bonita
novela, en Temas
de hoy , cuyo título es
muy sugerente “ Por qué
lloran las ciudades “. Quizás tendríamos
que plantearnos que
hay ciudades, edificios
, calles, barrios, que
nos hablan de un
pasado esplendoroso pero
a la vez
nos muestran su
progresiva decadencia .Ciudades que
pareciese que quieren
llorar. Que pareciese entreverse
entre sus calles,
avenidas, o rincones
esa mueca o
puchero de un
intento de catarsis
con lágrimas profundas. Entrevemos lágrimas
de ciudades que
fueron bellas. Ciudades que
tuvieron su “glamour “, su esplendor
pasado. De bellezas
que fueron y aunque aún
sigan conservando un cierto
halito, son piedras
y ladrillos , que
nos quieren insinuar
un cierto llanto
nostálgico o una
inevitable decadencia. Esa sensación tuve
recuerdo a mediados
de los años
70 cuando siendo
joven vi aquella
película de “Muerte
a Venecia “ . Era la
belleza de una
ciudad que ya tenía las
señales inevitables de una “muerte
anunciada “ . Pasar de una
belleza , como la que
describe Valenzuela, en
su novela Tangerina. “la mujer más guapa
que jamás haya
vivido en Tánger “que
al final viene
a ser Tánger. La
ciudad al igual
que la belleza
de una mujer
ha ido pasando
con el peso
de los años. Una
belleza con el
paso de los
años convertida en
decrepitud Y es
que uno cuando recorre cascos
antiguos de ciudades
como Venecia, Praga, o
cascos históricos sorprendentes
como los de Londres Sevilla, Lisboa y
como no la judería de Tetuán,
o la misma
ciudad de Tánger,
hay como un
sentimiento de piedras
y edificios plañideros
que parecen quejarse
como piedras inmaculadas
de nostálgicos tiempos
que ya no
volverán.La misma sensación que
tuve personalmente no
hace mucho paseando
por las calles
de la casbah
y no muy
lejos del cafetín que
pega a la
casa antigua de Barbara Hutton, castigada por
los vientos de
levante. La casbah llora
la ausencia de
tantos que dieron
glamour y vida
a las que fueron avenidas
y callejuelas llenas
de vida.
Flota en
el aire el
recuerdo de aquel Tánger
, .Tánger ciudad “mestiza
e indulgente “ vivía instalada
entonces en un
ambiente de libertad
, desconocido en aquella
nuestra vecina España aislada
por el régimen franquista. Inolvidable Tánger
internacional el que
fuera autentico imán
para los escritores
de la Generación Beat. Con Paul y Jane
Bowles.
Aquel Tánger
donde Bowles escribió
El cielo protector
que Bernardo Bertolucci llevaría al
cine en los
años 90. Aquel Tánger,
ya decadente en
los años ochenta
del siglo pasado. Aquel
Tánger de la
casbah , autentico jeroglífico de
callejones estrechos, al
costado del antiguo palacio
real, del Zoco Chico y
los hoteles Rembrandt
y Minzah ,
hoteles que acogieron
en su tiempo a
unos Rolling Stones
embriagados de hachís
y música bereber. Aquellos hoteles donde
se reunían los
escritores Burroughs,
Tennessee Williams, Ginsberg, Kerouac,
Truman Capote . aquellas
inolvidables calles de Tánger,
del
Boulevard, del café
Paris de los “pinchitos Chez
Elias “,del Teatro Cervantes ,
donde llegaron a
actuar desde el mítico Caruso,
Imperio Argentina, Concha Piquer
y Antonio Machin. De
aquel Tánger que
se decía que
no era España,
como Tetuán, ni
era Francia como
Rabat o Casablanca. Aquel Tánger que también describía
Ángel Vázquez en su
inolvidable “ novela Monologo “ La
vida perra de
Juanita Narboni.
Ángel hijo
de un carismático
y simpático camarero durante muchos
años del Café
Paris. Decían muchos que “ su maldición “ fue
la bebida, la misma
que le hacía
un ameno contador
de historias en
aquellas interminables y
exquisitas tertulias nocturnas del
Café Paris, de espaldas al
mar , con el
sonido cadente de
las olas, rompiendo contra
el paseo marítimo, tertulias enriquecedoras y
amenas, donde se
desparramaba el licor
y donde entre relato
y relato de aquel Tánger
donde cualquier tiempo
pasado fue mejor,
donde ya cansados
les sorprendía el
amanecer entre aquellas
cristaleras y ruidos de
platos y cubiertos, con los
camareros desmontando las
terrazas.
Ángel Vázquez,
tangerino de sangre, murió en
1980 a los 5o años. Como
casi toda aquella
gran mayoría de
los mitos tangerinos,
era homosexual .Muchos recuerdan
aun su frase
sentenciosa “ Aquí en Tánger somos
lo que quiere
el viento “. Para
Muyal, la mujer más
elegante de Tánger, la que atendía las
necesidades intelectuales de la librairie
des Colonnes, la
librería más emblemática
de aquel Tánger intelectual.
Fue ella
la que convirtió
des Colonnes en
un catalizador cultural
de Tánger, por donde pasaron
Jean Genet o
Paul Bowles.( fue en
2010 cuando la
adquirió y reformó
Pierre Gergé tal como
estaba en 2015
cuando la visité
personalmente ) Rachel Muyal , era el rostro
de fondo que
vemos en las
fotografías de la
época de los
60, en blanco y
negro que compartía
con Paul Bowles y
otros nombres míticos
de aquel Tánger
añorado, ella era la
que decía que el más guapo de
todos ellos era Brion
Gysin, que pasaba
por la mítica
librería tangerina de
aquellos años, la
librairie des Colonnes, siempre acompañado de
chicos jóvenes y que recordamos
por que escribió
un bonito libro,
escrito a cuatro manos
con Burroughs, titulado El exterminador.
Brion Gysin, murió
en 1986 y
sus amigos lanzaron
sus cenizas en un emblemático
lugar del Tánger de
la época, en
el cabo Espartel, donde
Felipe González tiene aquella
bonita mansión regalo de
Hassan II . Decía el periodista Jorge Carrión en
uno de sus artículos
tangerinos que la
tumba de Jean Genet, en el
cementerio cristiano de Larache apuntaba al
este, hacia la
Meca, como un
interrogante o flecha
de lo que
había sido su
vida, “en un paisaje
mitológico , como
el recuerdo de Volubilis, que
solo recorremos los
arqueólogos de la
cultura “ Arqueólogos que
todavía buscamos entre
piedras inmaculadas, huellas
de aquel sabroso
tiempo tangerino.
Recuerdos nostálgicos de
aquel famoso Café
de París, al que
nuestros padres nos
llevaron cuando nos
enseñaban aquel bonito Tánger
de nuestras infancias. Aquel mítico
café Paris, el
mismo que frecuentaba
Mohamed Chukri , escritor realista
marroquí que creció
en e l periodo de
nuestro Protectorado en
uno de los
barrios más pobres
marroquíes.
Chucri llego a Tánger como
quien viene del
infierno. Su padre, antiguo
militar con España , trasladó
a toda la
familia desde el Rif, y
toda su infancia
fue esculpida a
base de golpes,
hambre y miseria
infinita. Ese Chukri que en los
años 60 conoció
a Bowles, que luego
le ayudó a traducir
al inglés su
obra realista “El pan desnudo “ descripción de sentimientos
duros y desarraigo.
Allí también
Bowles
ayudó a Mohamed
Marabet, pintor y
autor de la
novela Una vida
llena de agujeros,
que narraba la
vida del escritor
americano .Fallecidos
aquellos míticos Bowles
y Chukri, solo Mrabet es
ahora el ultimo
testigo del Tánger épico que
ya no existe.
Aquel mítico café
Paris, en donde
a finales de
los años sesenta
se juntaban un
grupo literario que Vivian
y “respiraban “ aquel Tánger
especial. Tertulias al atardecer, con
el horizonte atlántico
de fondo. Compartiendo aquellos
sabrosos cafés con
Jean Genet que
evocaba Chukri en Tánger , cuando el
francés llegó por
primera vez a
la Librairie des
Colonnes. . Según Rachel Muyal “Chukri
era genial, especialmente cuando se tomaba
dos copas y c comenzaba a traducir
a Rimbaud al árabe. Para
Muyal Genet tenía
una mirada muy
azul, como el
color del mediterráneo
cercano, una mirada azul
y pura. De Paul
Bowles decía que “
era hombre exquisito, con un
sentido del humor distante,
arrogante por momentos”. Cuando Jane
se extinguió, él
le confesó que
creía que Cherifa, su
criada y amante, la
había embrujado. Los famosos
embrujos y “mal
de ojo” tan
presentes en los
rincones de estas ciudades
del
Norte de Marruecos . Ese mal
de ojo …
que a pesar
de todo no
nos impide llorar ,
como las ciudades
por aquel pasado
esplendoroso de aquel Tánger
, que
echamos tan de
menos, como a
nuestros seres queridos,
los que de
la mano nos
llevaban a pasear
por el Boulevard , a los
almacenes Monoprix, o
a merendar al paseo marítimo, al Boulevard
o al café Paris,
o a las
sesiones dobles y las
atracciones del Teatro
Cervantes, que nos hacían
entretenidas aquellas
tardes calurosas de
verano, antes de volver
al Tetuán de
nuestra infancia al
que regresábamos como si
de otro
mundo distinto, se tratase,
y por unos
momentos hubiéramos vivido
en una ciudad
moderna y deslumbradora
que nos seducía
hasta con su
viento atlántico. Hoy en
los atardeceres de
nuestras vidas lloramos Tanger. Y quizás
aquellas
ciudades también lloran
su pasada belleza
y su enorme
vida ahora arrastrando su
lenta decadencia en
horizontes mas estrechos.
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