“ ¿PODRIAS HACER DE PANADERO ? “ ME PREGUNTARON UN LEJANO DIA
“MASA MADRE… MADRE AMASANDO “ …Han pasado ya muchísimos años, pero aún me emociono al recordarlo porque me trae el recuerdo de las esencias más ancestrales del pasado familiar: Un viejo obrador de panadería en la casa de mi abuela Luisa Muyor.
Ellos tuvieron que emigrar, siendo mi padre muy niño, en los primeros tiempos del Protectorado Español en Marruecos, en 1921 a Tetuán. Y tras los primeros avatares de aprendizaje ,siendo aún niño ,trabajando mi padre , en una imprenta, que apenas le daba para sus gastos ni para aportar a la escasa economía familiar ,viendo la penuria económica de su familia, recordó el viejo oficio secular de la familia y comenzó a amasar y confeccionar sus primeros panecillos.
Vinieron así sus primeros éxitos como panadero, logrando la admiración de los vecinos y junto con su hermano , se pusieron a amasar e iniciaron casi con la complicidad de todos sus vecinos de la popular calle Luneta de Tetuán, su primera panadería. Y en los recuerdos de mi infancia se hacen presente muy a menudo todo aquel entorno del oficio panadero que llegaba en momentos a entrarnos a todas horas del día y de la noche por los cinco sentidos. Vivimos muchos años encima de la panadería, tanto en Tetuán, como luego muchos años más tarde en Almería. El ruido seco y continuo de la amasadora y el de los panaderos “aporreando la masa” sobre el tablero del obrador se constituía en música armónica que a la hora de acostarnos casi nos ayudaba a dormir, con la tranquilidad de saber de la presencia y voces de gente conocida, cercanas a nosotros. Al amanecer el olor del pan recién sacado del horno penetraba por nuestras ventanas y nos motivaba a despertarnos y desayunar.
En el verano de 1984, estando destinado en Sevilla, por distintas razones tuve que quedarme por causas familiares todo el caluroso mes de Agosto allí, y recordando mis prácticas de radiofonismo en Radio Juventud de Almería me ofrecí apoyándome en mis buenos amigos de la radio, como voluntarioso aprendiz y desinteresado(de sueldo y empleo ) a hacer algunas prácticas en Radio Sevilla , para conocer a fondo el variopinto “mundillo radiofónico “ . El técnico al tanto de mi labor de voluntario, José María, sabiendo a través de nuestras conversaciones y desayunos en la plaza de la Alfalfa, mi tradición familiar del pan calentito y mi enorme curiosidad por el mundo de la radio pues se emitía ya por la noche, desde Cope Madrid me hizo un día aquella pregunta que me hizo casi “a traición “ y de improviso : “ ¿ Podrías hacer de panadero ? “
Me cogió de improviso. Me sonó como aquello de : “¿Me puedes hacer la noche ? lo que años después , me pedían algunas veces en los turnos del Teléfono de la Esperanza en Almería. Y aquella pregunta “¿me puedes hacer de panadero ? “ en la radio , me sonó raro. ¿De qué se trataba liando micrófonos, equipos técnicos con la masa y la levadura? Y reconozco que la “preguntita “ me tocó las más rancias tradiciones y esencias familiares. Era casi una “propuesta deshonesta “. Para él consistía también en “saborear las primeras noticias calentitas de la mañana”
Más que madrugar, era trasnochar. Levantarse a las tres y media de la “madruga” , llegar a la radio antes de las 5 y poner en orden los sonidos, las desconexiones y conexiones con MADRID y según los primeros titulares del día , dar paso a anuncios y grabaciones ,hasta las ocho de la mañana . Depositaba toda su confianza en mí. Así que durante tres semanas , tuve el primer turno de la mañana … “por amor al arte (radiofónico) y por hacer un buen favor a José María.
Mi padre , según muchos comentarios posteriores de gente entendida, fue un gran panadero. Se especializó en el sur de Marruecos, en el “pan francés “ y otras especialidades de panadería y pastelería.
“Hacer de panadero “ es lo que siempre intuía que mi padre me invitaba a profundizar. De hecho al comenzar su negocio de panadería de nuevo, al regresar de Marruecos, en Almería, le ayudé mientras estudiaba . Y la amistad con aquellos sencillos hombres de panadería. Un joven y experto “maestro pala” , el Paquito, del barrio almeriense de Los Molinos, llegamos a ser buenos amigos, pues era de mi misma edad y algún fin de semana participamos de alguna que otra fiesta juvenil. Era experto ya en sacar el pan “en su punto”. Era de mi edad pero era ya todo un gran “maestro pala” que se lo disputaban y rifaban las mejores panificadoras de la ciudad y la provincia. Murió joven en un trágico accidente de moto. Amaba la velocidad y poner su moto a “tope “ . Su muerte recuerdo que llegó a afectarme bastante. Otros maestros palas como Pepe y Manolo Zamora, los oficiales de primera como el veterano Rafael, Braulio, con grandes aficiones ciclistas , el Carmelo, del barrio de Pescaderías, Cayetano, o Pompeyo como aprendices y otros cuyo nombre se me ha ido olvidando. Inolvidable también el ambiente mañanero, con los repartidores en furgonetas e iso carros, de aquellos repartos de pan recién salido, amaneciendo en la ciudad, por los despachos y comercios familiares. Y como no , el recuerdo de los olores que penetraban en el hogar familiar ,aromas del pan recién horneado , de los olores del pan de aceite, las empanadillas, de las tortas de chicharrones , de las torrijas recién preparadas.
No hace mucho, saboreaba, este ambiente de aromas panaderos, con un bonito artículo de J. Martin titulado “Doblar el pie “ . Su lectura reposada y reflexiva , me ha retro traído a la mente , la emoción el recuerdo de mi infancia, la panadería de Tetuán, en Marruecos, rotulada como “Panadería la Onubense “ , o la “Gloria “ en la calle Luneta y luego en “ Badia el Abasi “ mis primos , los juegos peligrosos de niños entre tableros, con las barras de masa preparadas para fermentar y llevarlas al horno, los carrillos de harina para depositar en la amasadora, o ya en la Panificadora Mediterránea , en el conocido Tagarete , en Almería, con el continuo trasiego de la las furgonetas al amanecer entrando en el andén para cargar el pan recién salido y casi humeante. El recuerdo de los olores del hogar de mis padres, de la música armoniosa que se hacía al mover los tableros del obrador, de la amasadora , de los golpes del amasar, de la portezuela del horno en su continuo “ tras tras” en una continua música nocturna que ya habíamos asimilado en nuestro dormir, aquella música de la portezuela del horno que anunciaba el pan caliente y recién horneado, a su punto. Con la masa y la levadura preparada se trataba de “doblar el pie “:
“Esa misma tarde cuando sus tíos ya se habían ido a la panadería lo llevó allí y les dijo a sus hermanos << enseñadle al niño que es doblar el pie, que el angélico mío todavía no lo sabe >> . Siempre le había llamado la atención por qué había un recipiente de madera con masa junto al horno y por qué al lado de la puerta del mismo había un grifo del que solo salía agua caliente que su madre o sus tías usaban para los quehaceres domésticos. Esa tarde entendió y aprendió cual era la utilidad de ambas cosas. Su tío cogió el recipiente de madera y volcó su contenido en la amasadora, a continuación llenó varios cubos de agua caliente que tomó del grifo que salía desde el deposito empotrado en la pared junto al horno, en los cuales disolvió las pastillas de levadura “cinta roja “ , añadió varios vertedores de sal, también disuelta en el agua caliente y un par de sacos de 50 kilos de harina cada uno, que distribuyó en la amasadora , para terminar ,la puso en marcha: “esto es doblar e l pie, niño “ Resultó que diariamente, después de haber hecho la masa del pan que iban a hornear dejaban una pequeña parte de ella en el recipiente de madera junto al lumbrero del horno, porque debía de permanecer en sitio caliente hasta el día siguiente para hacer de pie a la nueva masa. Una vez hecha la masa se sacaba de la amasadora y se echaba en la artesa donde se dejaba reposar varias horas hasta que doblara su tamaño. Después, sus tíos , de madrugada, con la precisión que da el habito de hacer lo mismo tantos años, iban tomando trozos de la masa que pesaban sin tener que añadir ni quitar nada a lo cortado, moldeaban los panes a mano, uno a uno, los colocaban sobre las tablas rectangulares cubiertas con una sábana adaptada a su forma, donde continuaban un tiempo más su reposo hasta el momento de meterlos e n el horno , previamente caldeado , a cocer “
Cuando llegaba la mañana y el pueblo empezaba a desperezarse, toda la calle … todo olía a pan nuevo.”
Aún sigo cumpliendo aquella invitación de mi padre : “ llevar el pan calentito a la gente “ Aunque de otra forma …pero con el mismo icono . Para mí el pan calentito, de dar esperanza a la gente , el pan calentito de un poco de cordialidad , comprensión y sentido a esta vida que a veces nos parece “algo absurda “ . Pan caliente, como el que un día partió Jesús de Nazaret como alimento de buena esperanza a un mundo frio y desangelado. Llevar pan calentito a “donde humildemente podamos “. Llevar el pan calentito de un poco de esperanza, y que no se nos enfrié en el camino… como en palabras de Pablo de Tarso, “ ese tesoro que llevamos en vasijas frágiles de barro “ un poco de esperanza… y que no se nos enfríe o derrame por el camino. Como en el relato, en mi andar cotidiano … aun lo huelo sin necesidad de que nada provoque el recuerdo de su olor que añoro, como a todos los que lo hacían posible, y cuyos nombres y rostros, como el de mi padre, llevaré siempre en el recuerdo y en el corazón.
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