EL CIELO
PROTECTOR
Estos días pasados, en
medio del confinamiento
de la crisis
y la dura pandemia del histórico corona virus el rebuscar
y ojear viejos álbumes de
fotos, me cruzo con
una página dedicada al
retrato de mi
madre. Y esa misma
foto me hace presente
su voz, y
muchas veces aquella ternura
que en algún momento
empleaba para corregirme
o ratificarme: si,
cielo mío.
Y ello
me hace comprender
la grandeza de
la palabra cielo. Especialmente cuando
la empleamos como expresión
de
cercana ternura, pero también
como
un vocablo liberador.
Hoy
es fiesta de la Ascensión del
Señor. El cielo siempre
fue para muchas
culturas la respuesta
a nuestro deambular terreno.
Los montes y
las montañas siempre
tuvieron un carácter sagrado. Los
sherpas que llevaban
a los montañeros
occidentales en la
conquista de los ocho
miles del Himalaya,
acababan sorprendiendo a
los montañeros porque
lo primero que hacían
era
enterrar su ofrenda dulce, los
caramelos que les
daban para combatir
las agujetas , en un pequeño
orificio en el
suelo “como ofrenda a
la divinidad “.
Siempre admiré aquella
bonita obra de Paul Bowles “El cielo
protector “ .Y es que quizás
en
muchas situaciones limites
el hombre mira
hacia el horizonte
hacia el cielo
esperando soluciones o
respuestas a sus dramáticas dudas, miedos
o desesperaciones. Así el
salmo de la biblia: “Levanto mis
ojos a los
montes ¿de dónde me vendrá
el auxilio ? El auxilio
me viene del Señor
que hizo el
cielo y la tierra.
“ Y
es que a
veces no tenemos
más remedio que
mirar al cielo cuando
queremos atisbar un
rayo de luz
o de esperanza
en medio de
las más oscuras
dudas o tinieblas.
Pero nuestra
realidad humana que
tantas veces nos
invita a “mirar
al Cielo “ como lugar donde
coger fuerza, al cielo,
sobre todo al
cielo nocturno iluminado
por las estrellas, como
lugar que invita a soñar, que
en definitiva es el intento
de elevarnos sobre
nuestras decepciones o frustraciones,
también nos invita a
“pisar terreno firme” , a “ estar con
los pies en
la tierra” en
nuestra “realidad terrena”. Siempre me
suscitó curiosidad aquella
frase de los
Hechos de los apóstoles
en
la Ascensión de Jesús de Nazaret
: “Galileos ¿Qué hacéis ahí plantados
mirando al cielo “ ( Hechos
Apostoles 1, 9-11 )
La
realidad es que
muchas veces hay que
bajar al suelo, dejar
de soñar y
comprometernos con la
realidad que tenemos
delante.
Dicen que
la India es
el lugar del
mundo donde más oración
se
hace a la
divinidad diariamente. Pero que quizás
dicha
oración es una oración
“alienante” ,para estar bien
individualmente, para alcanzar
el nirvana tranquilizador personal, pero que
no invita a comprometerse
en cambiar la
triste y dura
realidad social que
rodea al país estos
años.
Cuentan algunos
aquella bonita parábola:” Había una vea
dos monjes que habían leído desde
pequeños en un antiquísimo
documento una viejísima leyenda
que les hablaba
de que existía un
lugar en el
mundo donde “el cielo y
la tierra se encontraban”.
Y decidieron ponerse
en camino en
la búsqueda de
ese mítico lugar. Subieron montañas, cruzaron ríos, atravesaron desiertos interminables
y peligrosos, sufrieron toda
clase de penalidades
, las duras
penalidades que lleva
consigo un viaje que
atraviesa el mundo
de este a oeste llegaron a
superar toda clase
de tentaciones que pudieran
apartarles de aquel
firme propósito que habían
jurado
alcanzar. Por fin
llegaron hasta la
puerta de la
que hablaba el
viejo y antiquísimo manuscrito. Estaban a solo dos
pasos, a solo unos
segundos de colmar
sus anhelos.
Bastaba con
solo llamar y uno
se encontraría de pronto ante Dios. Iban a
pasar la frontera
entre el cielo y la tierra.
Por fin se abrió
la puerta, y , cuando entraron se
encontraron de nuevo
en la pequeña y pobre celda
de su viejo
monasterio . Entonces ambos monjes
comprendieron que el lugar
donde el cielo
y la tierra se
tocan se encuentra en la
tierra en el
puesto y el lugar donde Dios
nos ha sembrado o
asignado , el sembrador divino nos
ha puesto o plantado
en la semilla que
cada uno somos para que crezcamos.
En una oración
del siglo XIV se dice:
<<
Cristo no tiene manos,
solo nuestras manos
para hacer hoy su trabajo
en la Creación.
Cristo
no tiene pies, solo
nuestros pies, para conducir
a los hombres
por el buen
camino.
Cristo
no tiene labios, solo
nuestros labios, para contarles a
los hombres cual
es el sentido de
nuestro paso por la Creación.
Cristo
no tiene ninguna
ayuda. Solo nuestra ayuda
para traer a
los hombres al
camino que conduce
a su verdad y a
su vida.
Aunque siempre
miremos al cielo
para coger fuerzas, para
elevar nuestra alma, para soñar, la
realidad nos debe
implicar a bajar
de la montaña
y enfrentarnos a
nuestras realidades terrenas
para intentar cambiarlas
o mejorarlas.
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