CUANDO SANCHO PANZA
VENCIÓ AL QUIJOTE “ (RECORDANDO QUE …”LAS
BICICLETAS SON PARA
EL VERANO”)
Decía A. Izaguirre
que <<el ciclismo
es una materia
prima excelente para escribir. Permite combinar
lo épico con lo
grotesco, lo tragico y
lo cómico; hay sufrimiento
físico, ambición , nobleza, trampas traiciones,
extravagancias, hay incluso luchas
políticas y reflejos
de la sociedad
de cada época. Y
entre esos relatos
ciclistas el veraniego
Tour de France
que todos seguíamos
por la radio
y la televisión
en nuestros interminables
veranos “sin liga futbolera”. El Tour
es una formula narrativa
muy exitosa. por
algo lo inventaron
los periodistas para
vender más periódicos
cuando no había
actualidad futbolística con que
rellenar titulares.
Aquel niño,
como otros muchos niños tenía en
la escuela ganas
de ser escritor,
le gustaba escribir
y le gustaban
los deportes, el
futbol, la bicicleta. Soñaba con
ser escritor pero también
soñaba con ser
alguno de aquellos
héroes que alzaban
la copa de
campeones en el
balcón del ayuntamiento,
o de los
ciclistas que cada
etapa se enfundaban
el maillot de
campeón de etapa
y era vencido
y obsequiado por
guapas majorettes con un beso
y un ramo
de flores. Como todos
los niños de
aquella época soñaba
incluso cuando tenía
insomnio . Si ,mirando al techo
en la oscuridad
de su habitación
en la casa
de su abuela
en aquel pueblecito
de playas mediterráneas
donde veraneaba en
su infancia : <<En aquellas
noches de insomnio
empecé a anotar
recuerdos de mi
infancia, de mi juventud, de
mi familia, de las
ciudades de mi
niñez, todos hilados por
mis equipos de
futbol. Me di cuenta
de que aquel
era un buen
hilo para contar historias. Mis historias
de niño. Mi condición
para escribir de futbol
era que mi
abuela- mi familia, mi
infancia, mi ciudad,
estuvieran en aquella “alineación del equipo ideal de
salida “ y… de
fondo, de aquellos
relatos y aquellas
historietas que hablaban
de héroes y
gestas inigualables, donde
estadios enardecidos, aficiones ensordecedoras vitoreaban
a los héroes
del partido o
en aquellas carreras
ciclistas imaginarias que
con chapas hacia
sobre los bordillos
de las aceras,
donde cada chapa
era el nombre
de un corredor,
y en donde
a los bordes
de aquel bordillo, estaban los
nombres de poblaciones
montañeras por donde pasaba la
vuelta ciclista, con
las sirenas de
los motoristas, con
las televisiones siguiendo
el rastro, y los
aficionados vitoreaban incansablemente a
sus campeones . Y al
final el sueño
le acababa venciendo , a pesar
de las calurosas
noches de verano
en aquella marinera población
de Roquetas de
Mar de finales
de los años
50 y principios
de los años 60. Para escribir,
como dicen los
grandes autores, mejor a
ratos, hay que retirarse, observar, escuchar, leer. Y
para eso, ratos de silencio,
de cerrar los
ojos. Y para eso
hay que callarse
y dejar digerir
los recuerdos, los pensamientos, los sueños…
Pero al
mediodía y tras
el partidillo de
la playa, venia la
siesta frente al televisor y la retransmisión
por l´equipe y la radiotelevisión francesa,
del infernal tour
de France. Nunca se
me olvidará aquella
historia porque la
hice mía propia. Y
la hice más épica y
gloriosa aun porque
no fue a
través de la
imagen ( la televisión aún
no se veía
en aquellos pueblos de la
costa mediterránea) fue por
la radio, oida, soñada
e imaginada . La
victoria de Federico
Martin Bahamontes en
los calurosos días
del verano de
1959. Uno de los
héroes de aquella infancia lejana junto
con los míticos
Kubala, Di Stefano, Joaquin
Blume, Manolo Santana, Jesús Garay.
Ya
de mayor admiré otro
tipo de héroes,
la del débil
o el pequeño que
vence al gigante,
la de David que
vence a Goliat, y fue otra
historia ya del
Tour, mis preferidas, la de los
“ segundones “ la del
eterno segundón que
fue Poulidor. Y como
no
la de Roger
Walkowiak . Cuentan las crónicas
que este desconocido Walkowiakl nunca
“soñó” con ganar
el campeonato más
importante del mundo
en la bicicleta: El
tour. La bicicleta tan
solo era su
modesto modo de ganarse limpiamente
la vida ingresando
algunos francos mas de lo
que ganaba en
su modesta profesión. Pero lo
ganó en 1956. Corría por
necesidad de ganarse esos necesarios francos.Era el
“domestico” o criado
que tenía que
aligerar la carrera
y ayudar a
otros que “mediáticamente “ estaban hechos
para ser campeones. El
no. Y lo sabía desde
su infancia. Descendiente de
emigrantes polacos a Francia, su
mirada triste, de niño
asustado en la
escuela, en sus ratos
libres y para
ayudar a su
padre hacia los
recados de la
tienda. Y para ayudar
económicamente a su
familia se hizo
ciclista. Tras varios años
y ya cuando
cumplió 27 , lo seleccionaron de “domestico” para acudir
al Tour. Se aprovechó de
una pájara colectiva: <<Aquel Tour, la
gente se echaba
las manos a
la cabeza y
no podía dar
crédito a lo que
estaba viendo. Fue cuando Walkowiak
se vistió de amarillo
al terminar la séptima etapa del Tour en un
grupo de 31 secundarios, , que llegó
con más de 18
minutos de ventaja
sobre un pelotón
descontrolado.
Y
Antoine Blondin, el cronista
de L´Equipe, se divirtió burlándose de André Darrigade,
el gran sprinter , el
Galgo de las Landas,
líder hasta entonces, protagonista, previsible ganador
aquel año , pero
que según el periodista
lo fue de
una “ grandiosa historia de
cornudos · un vodevil de
carretera, en el que
desempeñó el papel de
marido. A Walkowiak, Blondin lo describía
como ·el amante
que no tenía
pinta de serlo
<< Es la victoria de Sancho Panza
y no la del
Quijote >> Y es
que nadie daba
un duro por
Walkowiak.
Pero
pleno de tenacidad
y maestro de astucia, supo resistir
en lo más
duro, en la montaña
los ataque a de los escaladores para
dos semanas más tarde dar la
vuelta de honor en el Parque
de los príncipes
aquel lejano verano de
1956. Los medios
informativos lo titularon con
una frase peyorativa : “ un Tour
a lo Walko
es un Tour ganado
por un don
nadie, sin más mérito
que la suerte “
Todos cuentan que
todo aquello le
hizo sufrir mucho
a Roger Walkowiak
que amargamente deseo
no haber ganado
nunca el Tour del
56. Le amargaba tanto
el desprecio casi racista con
el que los aristócratas franceses de
su deporte comentaron su
victoria inesperada. Tanto
que el
dolor fue siempre
más fuerte que
la alegría. Con apenas
30 años cerró el bar
del que vivía
en su ciudad
Montluçon , harto de
que los parroquianos
le recordaran entre
risas y medio
borrachos todos los
días su rocambolesca
victoria. Volvió a la fábrica
en la que
había trabajado su
padre, al llegar
de Polonia, y
se sumergió en
el anonimato deseado. Apenas salía
de casa, no hacia
vida social. El 2
de febrero de
este año 2017, cuando
le faltaba menos de
un mes para
cumplir 90 años
falleció cerca de Vichy
según comunicó su
familia a los
medios de difusión. Y
todos los medios
de difusión titularon
su muerte de
esta forma : “ Muere el
ciclista que nunca
deseó haber ganado
el Tour “
http://antoniomarincara.blogspot.com.es
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