CUANDO NO
ES FACIL ACLIMATARSE
O ACOSTUMBRARSE A ALGO:
“NO SE
HA HECHO LA
MIEL PARA EL
BURRO “
En mis
muchas correrías por
la sierra, un dia
un grupo de
forestales en Castril
de la Peña,
corrian los años
finales de los
70, me llevaron a
espaldas de Sierra Cazorla,
en ese triangulo
que se juntan
las provincias de
Granada, Jaen y Murcia,
monte arriba de donde
nace el rio
Castril.Caminaba junto a
Ovidio un pastor, gran
conocedor de aquellas
sierras y el
jesuita Luis Garcia R. de Quesada. Entusiasmados todos
por conocer la
personalidad del hombre
al que íbamos a
visitar perdido entre
riscos y montañas
dea difícil acceso.
Ibamos a
ver a un
hombre que vivía en
una choza y allí
llevaba
desde finales de
la guerra civil (1939 habían transcurriado
ya casi cuarenta
años) y al que
apodaban el maestro. Habia sobrevivido
allí escondido, al principio
como maquis, luego se
dedicaba a enseñar
a leer a
los niños de
los cortijos. Le apodaron
por eso <<EL MAESTRO>>
Charlé ampliamente
con el en aquella
choza construida con bastante ingenio a
mas de 1100
metros de altura. Encartaba en un
pequeño huerto patatas, zanahorias,
y algunas hortalizas
mas, que el
mismo regaba, y
criaba conejos y
gallinas. Agradecia sobre todo
que sus visitantes
improvisados caminantes de la
sierra, montañeros, forestales le
llevasen azúcar o sal. Al
principio había estado allí
escondido y furtivo. Luego ya
fue admitido hasta
por los grupos
de la guardia
civil. Me contaba
que la única vez
que le bajaron gravemente
enfermo, un invierno, con
la choza rodeada
de nieve por todos
lados, y que
ingresado en el
hospital de San Juan
de Dios no pudo
aguantar allí mas
de dos semanas y
se escapó sin
terminar el tratamiento
“porque no aguantaba
el sabor de
las sopas y
las comidas que
le ponían en
el hospital”
No hace
mucho me contaba
un misionero jesuita
que estuvo en Tahilandia
que en cierta
ocasión un oriundo
le invitó a
comer. En la choza asomados
desde el exterior
de las ventanas todo
el mundo montones
de vecinos observaban con
curiosidad para ver
la reacción del
misionero al ponerse
a comer. Se reian
constantemente . Sospechando
el misionero que
estaba comiendo carne
de perro, le
pidió a su anfitrión que
si era perro, que
por favor no
se lo dijese. El
anfitrión se volvió
hacia el anfiteatro
de espectadores que se
asomaban por las
ventanas abiertas y dijo”
¡!Que gracioso, dice que
no le digamos
si es carne
de perro….pues en
su país no
comen carne de
perro!! . Todos estallaron en
risas interminables “ja, ja,
ja, los
europeos no comen
carne de perro,
no saben comerla, les
da asco…ja ja,ja “. Y
a continuación el
cacique del poblado en su idioma
le pidió al anfitrión
que
había invitado a
comer al misionero:¿Preguntale al
misionero si es
verdad que en
su país se
comen los conejos ?
“ . Traducido por el anfitrión, el
misionero respondió que en España
era muy común “comer carne
de conejo” . Traducido al
anfiteatro de espectadores: “Alli es
muy normal comer
carne de conejo … “
Y todos pusieron
cara de horror: “”
ohhhhhhh en España
se comen a
los conejos, que
salvajes son ohhhh ¡
Lo cuenta
R. Calle en uno
de sus libros
de parábolas “ de
otro tiempo “ .Era un grupo de
pescadoras. Después de concluida
la faena, se pusieron
en marcha hacia
sus respectivas casas. El trayecto era
largo y, cuando la
noche comenzaba a caer, se desencadenó una
violenta tormenta. Llovía,
llovía… tan intensamente que
era necesario guarecerse
en cualquier cobijo
natural. Entonces divisaron
a lo
lejos una casa y comenzaron a
correr hacia ella. Llamaron a
la puerta insistentemente y al rato
les abrió una
bondadosa mujer que
era la dueña
de la casa
y se dedicaba
al cultivo y
venta en un
puesto de flores. Al ver
totalmente mojadas y
empapadas a las
pescadoras, les ofreció
hospitalariamente una habitación para
que se secaran
y al menos
pasaran allí la
noche tranquilamente esperando
que el tiempo
de tormenta pasase.
La habitación era
amplia y había una
gran cantidad de cestas
con muy variadas
y hermosas flores,
dispuestas para ser vendidas
al día siguiente
en el puesto
del mercado. Las pescadoras
estaban agotadas y se pusieron a
dormir. Sin embargo, no
lograban conciliar el
sueño y empezaron a
quejarse del aroma de
las flores.
-¡! Que peste ¡!
No se puede
dormir con ese
olor. Así no hay
quien pegue ojo. (
Y entonces una
de ellas le
sugirió a sus compañeras
)
- No hay
quien aguante esta peste, y
si no ponemos
remedio a esto, no
vamos a poder
pegar ojo en
toda la noche. Coged
las canastas de
pescado y utilizadlas
como almohada y así conseguiremos
evitar este desagradable
olor.
Y las
mujeres pescadoras siguieron
la sugerencia practica de
su compañera. Cogieron las cestas
malolientes de pescado y
apoyaron las cabezas
sobre ellas. Apenas había pasado
un minuto y
todas ellas ya dormían
profunda
y plácidamente . A
veces la mente
puede haber padecido
una distorsión tan profunda ,
a veces,
que no sea
capaz de apreciar
lo que no
sean las raíces de
lo insano: ofuscación, codicia y
odio. Era Buda a
quien atribuyen aquello de “ Pero
algunos hay que
no tienen los
ojos demasiado empañados. Estos podrán comprender
la verdad “