EL RECUERDO
DE DON RAMIRO
Hacía tiempo
que no le
veía por Ciudad
Jardín, ni en
sus paseos al
atardecer por el
paseo marítimo de
Almería. Y no hace
mucho en la
prensa de Almería
leí en su página sección
obituario unas letras
firmadas por el
gran periodista E.
de Vicente , donde nos
informaba que se
nos había marchado
para siempre el
inolvidable profesor del
Instituto de Enseñanza
Media Don Ramiro Sanz Salvador.
Con apenas
16 años, aquel
invierno de 1966
parte de mi familia
se vino desde Tetuán (Marruecos ) a
Almería. Aunque mi
padre continuó algún
tiempo más en
Marruecos , desde allí me
urgió a que me
matriculara aunque fuese como
alumno libre a
finales de Febrero
en el Instituto
de enseñanza Media de
Almería para presentarme a
los exámenes de
sexto y Revalida
y terminar así
el bachillerato Superior. Y
sin más me
presenté en las
oficinas del Instituto.
No era fácil el tema
Me pasaron directamente
con Don Ramiro, entonces Secretario
del Instituto de Enseñanza
Media de Almería.. Cuando le
expuse que me
quería matricular a
aquellas alturas de
curso, y que
mi expediente había
que trasladarlo desde
el Instituto de Ceuta,
casi me invitó
a coger la
puerta por donde
había venido. Algo le
hizo recapacitar y
me mandó llamar, cuando bajaba
las escaleras y cuando
no sabía yo personalmente
como contárselo a mi padre,
que aquello era
misión imposible.
Pues
a los pocos
días Don Ramiro personalmente llamó
a mi casa:” Vente
para acá e
incorpórate pronto a
las clases” No sé cómo
lo hizo pero
pude examinarme a
final de curso. Tuve
la suerte de
conocer profesores de
la talla de Don
Gregorio Núñez, como
profesor de Historia,
o de don José María
Artero ( imbuyéndonos en aquellos
temas fantásticos medioambientales del
estudio de las
aves migratorias en las salinas de Roquetas
de Mar) o de Don Fernando Ochotorena
y Don Alfonso Capitán en
las clases de Filosofía, o don
Vicente Pascual en sus magistrales
clases de literatura, la simpatiquísima Señorita
Ravel en sus
clases de latín,
o Don Luis , y su
“dura “ esposa con
las clases de
Griego. Don Antonio López,
duro de
roer también con
las clases de
literatura francesa. Pude sacar
adelante la Reválida Superior y
las pendientes de
quinto curso de bachiller
gracias a ellos. Todo
fue posible gracias
a la honestidad
y eficaz gestión de Don Ramiro.
La disciplina
de Don Ramiro era durísima. Nos
lo describía E. De
Vicente e n su artículo
de contraportada de
la Voz de Almería:
“Cuando
los alumnos entraban e n
el aula se
encontraban con la pizarra
llena de trabajo
y delante a Don Ramiro erguido
como un legionario
para parecer más alto,
esperando con media
sonrisa a aquellos
pobres muchachos que
llevaban el suspenso grabado en la frente. Dentro de su
clase no había un
minuto de tregua. Su mente
no descansaba un
instante, siempre dispuesto a
explicar y a
aclarar ideas y
para desdicha de sus
alumnos , siempre dispuesto a
hacer del proceso
educativo una actividad
compartida que pasaba
por salir a
la pizarra. Cuando don
Ramiro sacaba a
alguien a la palestra
tratándolo siempre de usted, a
toda la clase
le temblaban las
piernas. Temblaban las piernas
del elegido y
temblaban las piernas de
todos los demás ante
la posibilidad de
ser los siguientes. Con don
Ramiro las clases
duraban una hora,
sin un segundo de
relajación(…) En aquellos años
los alumnos llegaban
al Instituto siendo
niños todavía y
la figura del profesor
era tan respetada
que el trato era
siempre de usted. Don Ramiro nunca tuteaba
a sus
alumnos porque entendía
que la familiaridad o el amiguismo
entorpecían el proceso
educativo y era
necesario mantener siempre
esa distancia que
en verdad había
entre el educador
y el discípulo”
Personalmente tuve
la suerte de ser de
un grupo aficionado
al senderismo al que
Don Ramiro un día
nos invitó a
atravesar la Contraviesa
y aparecer en
las estribaciones de Sierra
Nevada. Me salvó
de su implacable
dureza en
las clases, como
a otros compañeros
míos con aficiones
montañeras, el que vio
en mi a un
buen caminante. Él era
incansable andando, devorador
de kilómetros, correcaminos, como quien
tranquilamente paseaba tras
duras horas de
marcha que apenas
podíamos seguirle aquellos
fuertes muchachos con
nuestros 16 o
17 años. Era
un líder natural
dirigiendo aquel grupo de
improvisados montañeros- Fue una
experiencia a nuestros
16 o 17 años
(el grupo lo
continuamos en Preu)
inolvidable. Acabamos
derrengados y aún
recuerdo haberme quitado
aquellas botas en
el vagón del
tren de vuelta
de Granada a Almería Y ver
mis pies llenos
de heridas, ampollas y arañazos,
y la
expresión casi de
horror reflejada en
el rostro de
mis compañeros de ver aquel “paisaje de
pies “ olorosos, sangrientos y
mugrientos propios de
aquellas caminatas casi de
treinta kilómetros en
adelante por dia
que nos metia
el “ legionario “ de
Don Ramiro . Quizás
por ello, nuestro
grupo montañero del
instituto tuvo un
trato muy especial
con Don Ramiro y
pese a saber
de su dureza
disciplinaria nunca temimos
en aquellas salidas
a la pizarra
su tan comentada
dureza implacable. Recordaba siempre
nuestros nombres. Por muchos
años que hubieran
pasado.
La última vez
que recuerdo que
le vi fue en
Sierra de Cazorla, hacia
el verano de
1974 cuando estando
ya en Granada, coincidí con
uno de aquellos
grupos del instituto
de Almería que caminaba
desde el Vadillo Castril hasta
el nacimiento del
Guadalquivir, trayecto que
yo hacía en
esos momentos con
el grupo scout
Atalaya 127 de Almería, con el
que
seguía guardando indudables
vínculos de amistad
con todos sus
componentes . Creo que le dio
alegría verme,
hicimos un prolongado
descanso en una
de aquellas fuentes
del camino y tras
compartir su cantimplora
y sus viandas
conmigo me puso
al día de
lo que había sido
de mis compañeros
de promoción dándome noticias
de todos ellos,
recordando con cariño
aquel grupo de
alumnos, e interesándose por
mis actividades en
aquellos momentos . Nos despedimos
mutuamente, se despidieron
también los chavales
del instituto con
los de mi
grupo scout y
continuamos camino por
distintos senderos, pues
el con más
prisa pretendía alcanzar
el nacimiento del
Guadalquivir antes de
anochecer.
Tras leer
el articulo de E. de
Vicente, en su crónica
obituario me vino
aquel recuerdo de
nuestro profesor Don Ramiro,
con su disciplina
a prueba de
marchas, pero con
su mirada comprensiva
cuando nos veía desfallecer
en alguna de
aquellas inolvidables marchas, este
recuerdo y su fotografía
sacada
de esa contraportada
del diario de la
Voz de
Almeria (12.8. 2018) me ha
hecho pararme unos
breves momentos para
componer estas líneas de
recuerdo y homenaje
tanto a aquel
buen profesor como
a aquel grupo
de alumnos que
tantas veces le
seguimos con una
fe inenarrable conociendo
la sabiduría de
sus consejos y su
amplio conocimiento de
la historia y
de la vida.
Descanse en paz, querido Don Ramiro.
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