LOS NIÑOS… APRENDEN LO
QUE VIVEN.
Aquellos años
que en los
colegios mantuvimos la
ilusión de aprender a
tratar el mundo
de los niños, de
los hijos, de los
pequeños desde las “Escuelas de
Padres “. Recordando aquel lema
que priorizaba y
señalaba la importancia
no tanto de una
enseñanza de contenidos
cuanto de vivencias. “Los hijos
no obedecen, los
hijos, imitan “. Y aquel
texto tan esencial
que repetíamos una
y otra vez
como texto básico
de todas nuestras
reflexiones :
“Los
hijos aprenden lo que
viven… Si un
niño vive criticado
aprende a criticar. Si
un niño vive con
hostilidad aprende a
pelear. Si un niño
vive avergonzado aprende
a sentirse culpable. Si un
niño vive con tolerancia
aprende a ser tolerante.
Si un
niño vive con estímulos
aprende a confiar. Si
un niño vive
apreciado aprende a apreciar. Si
un niño vive con
equidad, aprende a ser
justo. Si un niño
vive con seguridad aprende a tener
fe. Si un
niño vive con aprobación
aprende a quererse. Si un
niño vive con
aceptación y amor
aprende a encontrar amistad
y amor en
el mundo “
Aquellas
palabras de Juan
Pablo II que
tanto bien nos
hicieron pero que
eran tan difíciles
de llevar a
nuestra vida estresada,
con prisas, agresiva
hasta la mesa
familiar o el
aula de clase “Nuestro
mundo no está
tan necesitado de
maestros cuanto que de testigos. Porque el
testigo, es el que
educa con el
ejemplo de vida
por delante “. Aquel texto
también de khalil Gibran
que nos parecía
tan esencial y
básico como punto de
partida y de
perspectiva: “Vuestros hijos no son
vuestros hijos; son
los hijos y
las hijas de
las ansias de vida que
siente la misma Vida. Vienen a través de vosotros; pero
no desde vosotros; y aunque estén
con vosotros, no
os pertenecen. Podéis
darle vuestro amor; pero no
vuestros pensamientos;
porque tienen sus
propios pensamientos. Podéis hospedar
sus cuerpos; pero no sus almas: porque sus
almas habitan en
la casa del mañana
que no podéis
visitar5, ni siquiera
en vuestros sueños.
Podéis esforzaros para
ser como ellos;
pero no intentéis
hacerlos como vosotros. Porque la
vida no marcha
hacia atrás, ni se detiene
en el ayer.
Sois los arcos
mediante los cuales
vuestros niños, como flechas
vivientes, son disparados a la
Vida. El Arquero ve
el blanco sobre
el sendero del infinito, y
él os doblega
con su poder para que
sus flechas puedan
volar rápido y
lejos. Haced que
vuestra tensión en
la mano del Arquero sea
para la alegría: porque como
El ama la
flecha que vuela,
así ama El
también el arco
estable”
Verdaderamente no
hay anda tan
entrañable en este
mundo de Dios como los niños. Ellos
son capaces de
inspirar una ternura
sin límites, un
amor desmedido. Por
eso no hay
palabras en ningún
diccionario para calificar
la conducta de los
que abusan, maltratan,
torturan , explotan
o quitan la
vida a los
niños.
La
sociedad, nuestra sociedad, tantas veces
denunciada como machista, es, sobre todo, una
sociedad adultista, hecha
por los adultos
y para los
adultos, sin tener en cuenta a
los niños. Hasta
la escuela acusa
el carácter adultista de
sus inventores y
mantenedores. Es una sociedad
que justifica el
aborto para evitar
los hijos “no deseados”,
pero que calla
y se hace
el sueco ante
los padres “ no deseados ni
deseables “ . es una sociedad
que justifica el
divorcio para remedir
una equivocación de los
padres y garantizar
la felicidad de los
cónyuges, pero que no resuelve
la equivocación de los
hijos respecto a sus
padres, ni el derecho de
los niños a elegir a
sus padres como derecho
a su propia
felicidad. Los padres
tienen todos los
derechos a la hora de
decidir el número de
hijos, que quieren
tener, pero no se
cuenta con los hijos
a la hora de
saber que numero de
hermanos necesitan y
desean. Y así
sucesivamente ocurre con la
construcción de las ciudades, el
diseño de las viviendas,
los programas de televisión, etc. Los
niños son una carga
al nacer, una c implicación en su
desarrollo, unos sujetos
de cuidado, pero no sujetos de
derechos, salvo aquellos que les
han reconocido los
adultos. Y es que
son niños.
Son
niños, es decir, son
inocentes, no saben aún
los enrevesados mecanismos de
la sociedad para
fastidiar, explotar,
discriminar, oprimir o
hacer imposible la vida
de los
otros, ni son capaces de
actuar con la
villanía , especulación y
retorcimiento o maldad de
los adultos. Sin caer
del todo en el
tópico rousseauniano, hay
que reconocer que
los niños se
van estropeando como personas
en el proceso de
una socialización injusta, detentada y
sustentada por una
sociedad injusta. Para
nuestra desgracia aprender a
ser hombre en
este mundo y
en este modelo de
sociedad es aprender a
ser no- hombre, in-humano.
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