“LA VIDA
ES LA CUMBRE
MAS IMPORTANTE “
De
los recuerdos más bonitos
que aún conservo
en mi “memoria
montañera “ uno de
ellos es el
entrañable y casi mágico
ambiente
que se consigue
al atardecer y
al anochecer en
toda esa red
de refugios de
alta montaña , cuando
los montañeros pasan
o regresan de
sus recorridos y
entablan ya descansados
y aseados tras
la merienda o
la cena, relajadas
y entretenidas anécdotas montañeras
que a todos
aquellos que amamos
la montaña, la
sierra y sus
hermosas tradiciones, nos
dejaban admirados. No hay
desperdicio : es la
GRAN DIDACTICA DE
LAS ENSEÑANZAS DE
LA MONTAÑA.
Cuantas veces
como montañeros hemos
discutido y disertado
en interesantes coloquios, en
amplias y largas
veladas en los
refugios a muchos
metros de altura, a
la luz de una
vela y saboreando
un reconfortante tazón
de café el
tipo de montañismo
que hemos admirado,
la escuela de
alpinismo que hemos soñado
y el que
luego a la
postre hemos seguido
o el que
ineludiblemente por muchas
razones pragmáticas nos
hemos visto obligados
a seguir . Aún
recuerdo opiniones de admirados
montañeros del club
de montaña universitario
de Granada en aquel
inolvidable refugio del Félix Méndez escuchando
embelesados a aquel
mitico montañero Gerardo Alonso ,al que apodábamos
“el
yeti “ guarda del
refugio, pero a
la vez memoria
mitica de todo
el montañismo de
alta montaña en
Sierra Nevada , Alfonso Sanchez,
guía de alta montaña
que tantas veces
nos acompañó en
la sierra a
los grupos de
Montañeros Portaceli o también
las
veladas con el
club de montaña
de Gredos en
el refugio del
Victory o en el
refugio de Goritz en
el Pirineo aragonés,veladas inolvidables
.
Casi siempre
terminábamos en estas
frases lapidarias o
en estas síntesis montañeras
que muchas veces
nos servían de reflexión en
la noche y también
desde
el punto de
vista creyente, como oración:
“Dar las
gracias por haber
conservado la vida, por
habernos salvado de algún
mal
momento, por el
miedo pasado y
superado… por… “
La vida
es la cumbre
más importante que
al final sabe
apreciar un buen
montañero. . Aquel era nuestro
alpinismo, el que defiende
los valores de
la cordada solidaria: todos suben
y todos bajan
juntos, se trabaja
en equipo y todo se
consensua ; la montaña
nunca debe ser un
campo de batalla que
admita desbandadas, y tres
de la mano
son más fuertes
que tres dando
tumbos por separado. Siempre hemos
comentado con desaprobación aquellas
míticas y competitivas
marchas que se
le atribuían al
montañismo de Cesar Pérez
de Tudela con el
que coincidimos más
de una ocasión en
los refugios españoles
de Sierra Nevada,
Gredos o el Pirineo.
La ambición de
hacer cumbre dejando
la cuneta gente
averiada cuando no
en las míticas
cumbres de los
ocho miles, cadáveres por
las cunetas alpinas. Los
descensos son también una cobarde
huida en la que s e
abandona a su
suerte a los
montañeros más débiles.
Hemos estado de acuerdo
siempre en que
entendemos la montaña
desde su lado más noble
y jamás nos
acostumbraremos a este
tipo de sucesos que
hablan muy mal
de la actitud
montañera actual. Hay un código ético montañero
que prima la
importancia de la
vida y de
la prevención de
accidentes antes de
que estos ocurran
y siempre con la prudencia
por delante. Código vital que
es el que
debe prevalecer en
caso de la más mínima
duda. La historia del
alpinismo, la historia
ahora del himalayismo
rebosa bellas gestas
históricas de s solidaridad confrontadas
a veces a
lamentables ejemplos de egoísmo.
Me cuentan “viejos
lobos montañeros “ que
hace dos veranos
pusieron de nuevo
en lo más
alto de las “cimas de
honor de los
buenos montañeros “ la
gesta generosa de
Iñurrategi, Vallejo y Zabalza
al rescatar a 7.
100 metros a un
alpinista italiano que
estaba a punto de
morir tras cuatro días
abandonado por su
propio grupo ,
un grupo de
expertos montañeros italianos
que se habían juntado
“subvencionada la expedición “
por un potente
grupo comercial.
Estos conocidos
y ya veteranos
montañeros españoles,
Vallejo, Iñurrategi y
Zabalza, en su jubilación
o despedida de
las montañas más
elevadas del planeta,
los ocho miles,
que durante una
etapa de su
vida había sido su
alimento y su
pan veraniego, deseaban
despedirse y “ bien
jubilarse “ haciendo “algo
grande” en el
argot montañero: Se trataba
de enlazar las
cumbres del Gasherbrum I (8.000 ,)
y Gasherbrum II (8.035 m) “
sin pasar por e l
campo base y
escalando dos rutas
que todavía se
quedaran muchos años
esperando su primera
repetición. El domingo 23
de julio de
2017 que ya
nunca cumplirían dicho
sueño, pues en
los días siguiente
rubricaron algo mucho más hermoso
e importante: un g esto
de un valor
incuestionable, ya que
rescataron con vida
a un alpinista
italiano varado a 7. 100
metros. Intentando la hazaña
se cruzaron con
un grupo de montañeros
que bajaba desde los
campos de altura
tras haber hecho
cima del Gasherbrum II
por su ruta
normal. Pero oyeron el
comentario inquietante de
que habían dejado atrás a uno
de sus
componentes, el italiano
Valerio Annovazzi de 59
años, del que
comentaban que le habían
dejado
con una mochila
de socorro, pero
que hablaba con
dificultades, y con incoherencias, con
un cuadro típico previo al edema
cerebral , en
medio de temperaturas glaciares. . Gracias al
teleobjetivo del fotógrafo montañero
Arkaitz Saiz, de la expedición
WoPeak, los
tres montañeros amigos
españoles pudieron comprobar
que la tienda
del montañero italiano
seguía montada y
decidieron salir en
su búsqueda en
la medianoche de
aquel lunes. Llegaron tras
doce horas de esfuerzo. Llevaba cuatro
días sin comer
ni beber, sufría
congelaciones en las extremidades y
no había logrado tener
fuerzas para levantarse. Esperaba la
muerte o un
milagro. Fue lo segundo. Se
lo encontraron como
un pajarito. Un día
mas y no
lo cuenta. Le administraron
dexametasona prudentemente y
con este medicamento
pausadamente tres litros
de bebida y
poco a poco
le vieron reaccionar. . Como no podía
bajar
los tres montañeros
lo bajaron descolgándole con sus
cuerdas . Horas de
esfuerzo y trabajo muy arriesgado. . Los tres
alpinistas españoles guías
de alta montaña recurrieron a técnicas
propias de su profesión
para
garantizar la seguridad
del grupo y
lentamente, empezaron a
perder altura hasta
alcanzar el campo
base. . Ningún helicóptero podía llegar
hasta allí. No podíamos
dejarle
allí “ Este
verano, en las
tertulias de aquellos
refugios montañeros los tres
amigos, entre vaso y jarras
de café, recordaban con
orgullo aunque entre un nutrido
de montañeros universitarios aun
con miedo por todo
lo pasado pero con
gran satisfacción aquel
gesto, que por sí solo
habla de la
nobleza de todo un
código montañero de cuidados
por encima de lograr
cimas y alcanzar
metas que firmas
comerciales grabaran para
su propaganda de
consumo. Cuando
lo que importa
es el dinero… la vida
y cualquier código ético montañero o de
rescate pasa a
segundo lugar.
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