CUENTAME UN CUENTO…
Contar un
cuento a los niños
y lograr que
se emocionen y
lo vivan en primera
persona no es tarea
nada fácil. Requiere volver
un poco a nuestras
infancias, requiere mucha empatía,
dotes para comunicar
y transmitir a
los más pequeños
los sentimientos de los personajes y,
sobre todo mucha
destreza. El mundo mágico
de hacerlos conectar
y hacerles reír
es algo maravilloso .Y todos
esos trucos y recursos
para transmitir emociones
y diversión a la gente menuda. Recursos como
marionetas, guiñoles… canciones
o danzas que invitaban
a movernos, a
bailar a gesticular
con los brazos
o a aplaudir
con los dedos…
De pequeño me
fascinaba oír cuentos y
sobre todo en
la voz y
en la emoción de
personas vinculadas afectivamente
a nuestra infancia, que sabian
relatarlos con un
tono y una
magia especial. Aquellos primeros
cuentos llenos de
ilusionantes diálogos .En
mi memoria infantil recuerdo en Tetuán al
abuelo Cabello, un
superviviente de los
últimos de Filipinas, que
en aquella plazoleta
llamada del “Primo “
( en honor al General
Primo de Rivera ) se pasaba
horas y horas
en las mañanas
del domingo después de salir
de misa contando
cuentos a todo
un poblado auditorio
de chavalería, muy
cerca del barquillero
que movía su
ruleta y te
premiaba con un montón de
sabrosos barquillos con
sabor a canela, un
aditivo más para aquellos
cuentos y asociarlos
al sabor de
los “buenos y
sabrosos cuentos “ que hay que saber
saborear en la
memoria y el
recuerdo.
. Y como
no también los
cuentos de la
playa, o los
del cortijo, de mis abuelos
maternos o paternos
en las
noches de verano
junto a las
playas roqueteras y almerienses
de la Romanilla
o en el
puerto de Roquetas junto a
la cala del
viejo castillo con mi
abuelo, Francisco, que echando
el volantín ( era un
experto) desde las
rocas cercanas al
castillo , enseñándome pacientemente
a pescar desde
el muelle . Y en
aquellas horas entre
luces de la
tarde y la noche , me
contaba algunos cuentos
o leyendas que
me hacían permanecer ya toda
la noche con
los ojos bien abiertos
muerto de curiosidades
mirando al horizonte
nocturno donde se
reflejaba la luna
de aquellos bonitos veranos
de infancia.. .
Cuando no,
el abuelo “Frasquito “ como
viejo marino y militar que
había sido me
enseñaba a orientarme
por las estrellas
a mirarlas a
identificarlas en medio de
aquella magia nocturna
y que más tarde también
aprendimos con aquellos
cuentos que nos
contaban en los
acampadas de verano
a la luz de la
fogata, nuestros primos
mayores o jefes
scouts que nos
dejaban embobados.
Cuentos inolvidables de la
infancia como las caras
de los más
pequeños que atendían
el relato la
exposición o la
canción con que
nos íbamos a
dormir . Todo ello era
todo un hermoso
poema, mirábamos embelesados,
como el momento
mágico de la
noche de reyes
o las cabalgatas
o los castillos
de cohetes en
las fiestas y
verbenas playeras del
verano, veladas de
santa Ana, en el
puerto de Roquetas
de Mar, el de
nuestra infancia en
los años 60, veladas nocturnas , con los
bañadores mojados y
jugando a las
cucañas, con el
consiguiente chapuzón nocturno
junto a las
barcas. Relatos familiares con
fondo y banda
sonora de las
olas meciendo la
playa, ojos de niño, con
la mirada perdida
en el cielo,
con los ojos
que les brillan
de emoción… así nos
recordamos en las
fogatas de nuestras playas o
en los rincones
de nuestra infancia.
Contaba en
su tiempo, Pilar Cernuda
que en muy
pocas ocasiones se hacía justicia
a aquellas personas
que ponen su pluma,
todo su
arte o sus
recursos , a disposición de los
niños, hurgando en
su mundo de fantasía y
les ayudan a entrar
con esa misma fantasía en el
mundo de los mayores. Contaba dicha escritora
lo que le
había impresionado ver
aquella película de
“Tierras de penumbra “ en
cuanto al elogio
de la magia
de los cuentos. Aquella película
trataba de la
historia real de un
personaje que escribe
cuentos y que
vive una relación
atípica con la madre
(escritora también ) de
un niño que lee
sus cuentos y
que está fascinado
por la magia
de los mismos.
No
hay duda de
que los cuentos
explican mucho mejor
que la filosofía
las verdades profundas de
la vida. Los
cuentos entretienen y
la memoria los
guarda mejor y
más fielmente porque
el corazón siempre
toma parte activa
en ellos. Además los cuentos
tienen el poder de
convertirnos otra vez
en niños , y
esa es una
magia y un
arte que los
peregrinos cuidan mucho. Así
que , en cierta forma
, los cuentos
nos transforman, porque
mientras uno los
escucha ya se
ha vuelto más
inocente .
A VECES … algunos relatos
tienen esa tierna
magia de transportarnos también
al mundo de nuestra
propia infancia y
nos hacen saborear las
buenas lecturas de
recuerdos del mundo
infantil que nos evocan
los propios recuerdos
bonitos que hubiésemos
tenido en aquellos
años en que
fuimos niños y asociamos nuestras
vivencias a juegos
interminables y a
evocaciones de ternura
y sentirnos queridos
por nuestros familiares
adultos.
Hay una
relación de cuentistas
grabados con letras
de oro en
la historia de
la literatura de
nuestras infancias tales
como los creadores
de Alicia, de Roger Rabbit, Peter
Pan, Blancanieves o Pinocho
.Otro relato increíble
el de Mowgli del niño creado
por Kipling, en nuestras
vivencias como lobatos
o scouts, o
el mundo de Mickey
Mouse, Popeye con
sus virtudes de
las espinacas para
ser fuertes. . Mundo de
magia. Entre ellos Disney , que supo
entender la ternura
como nadie, Enseñando
a los niños
que hay vida
animada en los
bosques, y que a todo
es alcanzable si
realmente luchas por ello .
Disney hizo en
su momento más
por los niños que
la mayoría de los
educadores.
Leí no
hace mucho un
relato que me
impresionó. Se trata de una
gran memoria de
infancia de Erich Hackl con
el titulo de
“El lado vacío
del corazón” . Autentica
memoria de infancia,
heredada desde el
corazón de un
niño. En esta bonita
lectura a camino
entre el verso y la
prosa poética, Hackl
, el protagonista lleva
a cabo un
ejercicios de reconstrucción de la
memoria intrafamiliar, heredada , de
aquella memoria que
pasa de padres a
hijos a través de la voz ,
en las historias que se cuentan
al anochecer o
las tardes del f rio
invierno en torno
a una hoguera.
El relato
comienza con una
breve pero bonita
nota al margen “ Este
libro es de
mi madre “ , donde el
autor con corazón
de niño, explica como
hasta donde le
alcanza la memoria,
su madre siempre
le hablaba del
universo de su infancia
y juventud en una
región de colinas al
norte del Danubio, cerca de
la frontera checa. Y
es que la
memoria de su
madre, magnificada desde
los ojos, pero
sobre todo desde los
oídos de un
niño, era tan prodigiosa
que no solo se
acordaba de su
vida, sino de todos aquellos sucesos
anteriores al año de
su nacimiento que seguían estando presentes
en la trayectoria de su
familia y de
los habitantes del
pueblo. Tras la muerte
de su madre se
propuso ya adulto,
siendo escritor, transmitir todo
aquel mundo de
luz con la
misma mirada, las
palabras y el
humor de su
madre, como si
la palabra de
ella lo atravesara, y por
eso siempre ...siempre avisa
de que " el
libro es de
ella” La pasión
por su madre
le invita a contar
historias, historias que
nadie ha contado antes; “historias
que uno siente
que debe contar “
Relatos
como decía anteriormente
que se cuentan al
anochecer las tardes
del frio invierno
en torno a una
hoguera “ , la hora de
la magia, la
hora de las
brujas… junto al fuego. Cuando
las mujeres dejaban el
huso y la
rueca antes de
encender las lámparas
de petróleo. Es cuando venía
el momento de contar a historias. Ese placer
de escuchar ese goce
infantil. Cuando las sombras
se metían en
la mente imaginativa
del niño de
pocos años que
todos en alguna
ocasión hemos sido .
Lo más
bonito para mí
personalmente, como creo
que para quienes
nos gustan los relatos de
la infancia, es
cuando los buenos
autores de esos
relatos desde su
corazón de niños confiesan
en algún momento ( como
siempre que escribimos
nuestras memorias de
la infancia) que casi
milagrosamente se nos
cae como un
velo de los
ojos y de
la memoria y se
nos aclararon muchas
cosas de la
vida tanto de
la nuestra como
de la de nuestros progenitores y
nuestros mayores. Y ahí viene
el milagro. Solo entonces,
solo entonces… empezamos a
comprenderlos y a
justificarlos, aunque ya no estén
en
el mundo de
los vivos.
. El
conocimiento es tan
fragmentario que depende en gran
medida de los
recuerdos e historias
que conocemos a partir
de las palabras
de nuestros padres,
abuelos los familiares,
o los amigos aunque
esa visión del pasado se
encuentre ligada indudablemente íntimamente a los
afectos.
En definitiva
… deberíamos decir “ este
relato es de
mi abuelo “ o
“quizás de mis
vivencias de niño
con mis amigos “ . Y
a ellos les
debo las principales
enseñanzas. Y es
que puede que
lo que vivimos
de niños, en
nuestras infancias, cuando
las reescribimos en
esas anécdotas, magnificadas seguramente
pero que es precisamente
gracias
a aquellos momentos , interpretando nuestras
vivencias o aquellas
leyendas , sucesos o
anécdotas que nos
contaron , es únicamente como escuchándolas, como
se han hecho
posible en nuestra
imaginación y nos
invitan a describirlas y
plasmarlas en nuestro
personal relato.
Bendito ejercicio
de memorias de
infancia. Lo acontecido en
nuestro pasado se
reescribe tal y
como lo han
hecho muchos autores
en sus recuerdos
de infancia …
saliendo a buscar los recuerdos
cuando aún , todavía, siguen vivos.
A todos
los que durante
nuestras infancias mantuvieron
los cuentos en
sus relatos para
hacernos “un mundo
mejor “ mas llevadero, habría
que hacerles un
monumento. Y puesto que
ni los organismos
ni los políticos
se los hicieron
debidamente en su
momento nosotros, en
el niño que
fuimos, y en
el que llevamos
dentro en nuestro
adulto actual, descubrimos que hemos
guardado “el mejor
rinconcito de nuestro corazón “
para hacerle un
monumento a todos
los que nos
hicieron crecer ,
introduciendo en nuestras
infantiles vidas, cual flautistas de
Hamelin . el mundo de
la magia ,
la aventura y la locura
. y dibujado ya
a fuego, cual
pirograbado eterno, en
nuestras propias emociones ,
la de nuestras vidas.
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