“DESCALZARSE PARA
ENTRAR CON RESPETO
EN CADA HISTORIA HUMANA “
Cuantas veces había
leído aquella
frase lapidaria que me invitaba
a una mínima
empatía por el
respeto de cada
historia humana, de cada
persona, “ Si quieres
juzgar con respeto
la vida del
otro camina al
menos dos leguas
con sus mismos
mocasines “ .Cuentan que San
Ignacio , tras su
profunda conversión, cambió
sus “elegantes y
lujosas vestimentas “ con
un pobre harapiento tirado
en las cunetas
de aquellos caminos,
de tal forma
que hasta los
ediles de la
justicia volvieron tras
sus pasos para
preguntarle si Ignacio
de Loyola había sido
robado por aquel
hombre. Era el respeto
humano de San Ignacio por
aquellos hombres que
no habían tenido
la suerte adecuada
en sus historias
personales.
Cuantas
veces simplemente por
criterios superficiales, cuando
apenas conocemos profundamente
pequeñas cosas de
la vida de
alguna de las
personas de nuestra
sociedad, criticamos duramente
sus actos o
su vida. Y pisoteamos
cruelmente muchos de
sus territorios o
rincones emocionales cual “Elefante en cacharrería
“ .
Pisoteamos con
nuestras palabras, con
nuestros escritos, con
nuestras contestaciones, nuestros
comentarios en las
redes sociales. La vida
de “los otros “ deja de
ser un santuario,
y la convertimos
en un erial,
donde cruelmente pisoteamos cruelmente los más elementales
signos de dignidad .
Y me viene
a la memoria
aquella sencilla oración que
nos llamaba a
apreciar y a
estimar seriamente el
territorio que pisamos,
como aquel momento
de la oración de Moisés y
la zarza ardiendo… porque cuantas
veces hemos perdido
la más elemental
sensibilidad de los “
territorios y rincones
emocionales “ que pisoteamos
en el otro,
al no manifestar
un profundo respeto
por duros episodios
vividos en la
intimidad del que
camina conmigo por
los senderos de
la historia, por
el que cada
mañana me tropiezo
en el ascensor,
por los que
me rodean o
comparten muchas horas
del día el
mismo techo que
yo. Aquella oración era
una profunda señal
de alarma a
manifestar el respeto
y la empatía por
el que tengo
delante :
“Una mañana
meditando me encontré
con una expresión que
resonó de una
manera muy especial
en mi corazón:<<Descalzarse para
entrar en el
otro >> .En mi meditación, le pregunté
interiormente al Señor
qué significaba esto. Se
me ocurrían palabras
como respeto, delicadeza, cuidado,
prudencia… y me
sentí impulsado a leer
las tremendas palabras
del Éxodo 3, 5;
“No te
acerques más, quítate las
sandalias, porque lo
que pisas es
un lugar sagrado “
Fueron las
palabras que ,según el
pasaje de la
Biblia, Yahvé dijo a Moisés ante
aquella pequeña zarza
ardiendo y sin
consumirse . Pensé …” Si Dios
está en
el interior de
mi hermano, su corazón
es
un lugar sagrado también“
No tardé
en ponerme en oración. Jesús,
me presentaba uno a
uno, a mis amigos
y conocidos de
siempre y luego también a
otros menos habituales.
Y descubrí, como generalmente entro
en e l interior de cada
uno sin descalzarme,
simplemente, desde la prisa
o la superficialidad, cuando a
veces también desde
el más atrevido
desconocimiento … pero entro .
Sin fijarme
en el modo,
entro.
Reflexioné y
vi muchos nombres
queridos… pisoteados. Experimenté
una fuerte necesidad de
pedir perdón al Señor
y a mis
hermanos. Sentí que el Señor
me invitaba a descalzarme y
luego a caminar. Inmediatamente experimenté
una resistencia: “ no quería ensuciarme “
Me resultaba más
seguro andar calzado
al acércame a los
otros y entonces,
vi d os cosas que
me impedían entrar
descalzo en los demás:
la comodidad y el temor.
Vencido este
primer momento comencé
a caminar y el
Señor, a
cada paso , me
iba mostrando algo
nuevo. Advertí como descalzo , podía
descubrir mejor
las alternativas del terreno
que pisaba, distinguir
lo húmedo y
lo seco del pasto
de la tierra.
Necesitaba mirar en cada
paso lo que pisaba, estar
atento al lugar
donde iba a poner
mi pie. Me di
cuenta de cuántas cosas
del interior de
mis hermanos me
pasan por alto,
las desconozco, o no
las tengo en
cuenta por entrar
calzado, o con la
mirada puesta en
mi o dispersa
en múltiples cosas.
Pude ver también cómo
descalzo, caminaba más lentamente,
no usaba mi ritmo
habitual, sino que trataba a de
pisar suavemente. Donde mis
zapatos habían dejado antes marcas,
ahora mi pie
no las dejaba .
pensé entonces ¡Cuantas
marcas habré dejado
en el corazón o
en las emociones
más profundas de mis
hermanos a lo largo del
camino. ¿Cuántas veces habré
pisoteado amargamente inmensos
prados emocionales ,heridas
cicatrizando, charcos de lágrimas, renglones amargos
de la existencia
de mis hermanos
y conocidos… ¡ Experimenté un
gran deseo de entrar en
los otros sin dejar
un cartel que
diga :”Aquí estuve yo “
Por último,
fui atravesando distintos terrenos;
primero el pasto,
luego un camino
de tierra hasta
llegar a una
subida con piedras. Sentí ya deseos de
detenerme y volver
a calzarme, pero el Señor
me invitó a caminar
descalzo todavía un
poquito más. Advertí que
no todos los
terrenos son iguales… y
tampoco el calzado
con que lo
atravesamos… y tampoco todos
mis hermanos son
iguales. Por lo
tanto, no puedo
entrar e n todos de
la misma manera. Y
me acordé del
Señor, curando y
limpiando las heridas
de los pies
de los apóstoles “No
os sentéis nunca
a la mesa
del banquete del Reino,
de la tranquilidad
emocional…. Sin haber
curado y limpiado las
heridas emocionales de
los pies de
los caminantes que
recorren los caminos
duros y amargos
de los desiertos,
de los pedregales
y duros caminos
de la historia…
Esta última
subida con camino
de piedras, me exigía caminar
aun con más lentitud
y cuanto más suave
pisaba, el dolor de
mis pies era
menor. Esto me decía :”Cuanto
más difícil sea
el terreno del interior
de mi hermano,
más suavidad y más cuidado debo
tener para entrar”.
Después de
este recorrido con el
Señor, pude ver
claramente que descalzarse
es entrar sin
prejuicios…, atento a la
necesidad de mi
hermano…, sin esperar
una respuesta determinada. Es entrar
sin intereses y despojado de mi “yo
“.
Porque creo
Señor, que estas
vivo y presente
en el corazón de
todos, esta tarde , como
en el camino
de Emaús hicieron tus discípulos,
me comprometo a detenerme , a descalzarme
y entrar en cada
uno como en un lugar
sagrado … a saber releer
su historia con
ojos nuevos. Con ojos
del corazón , como diría
Antoin
de Saint Exupery en su relato
de “El Principito “
Con ojos del corazón, descalzo,
con la humildad
que volvió el
hijo prodigo. Para
ello Señor, sé que
cuento con Tu
Gracia. Y solo si tú quieres,
acabaras devolviéndome mi
calzado, que es también mi
dignidad .La de los
hijos solidarios de
la historia.
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