EL INOLVIDABLE DIA
QUE UN SUEÑO
SE HIZO REALIDAD : EL
BUEN ARTE DE
SABER ESCUCHAR
(EL NACIMIENTO DEL TELEFONO DE LA ESPERANZA EN ALMERIA AÑO 2000)
“ Nos han sido
dadas dos orejas,
pero solo una boca,
para que podamos
oír mas y
hablar menos “ (Zenón
de Elea )
Cuentan de Zenon
de Elea que era
un buen observador
de lo que ocurría en
la cotidianidad de
la vida y que
como la
gente de aquella
época hablaba mucho
y oía o
escuchaba poco dijo
su sabia apreciación.
Ese aforismo sigue
teniendo para nosotros
plena actualidad.
Recuerdo que
a finales de los
años 90 un
buen grupo de
personas nos ofrecimos
voluntarios a prepararnos
y preparar la
instalación del llamado “TELEFONO DE
LA ESPERANZA “ en Almería.
Con
muy buena voluntad
aquel extenso grupo
de más de
cien voluntarios al
final, nos pusimos
en marcha durante
tres años , en
los aprendizajes de
la paciente escucha,
máximo lema y
filosofía de los Teléfonos internacionales de
ayuda instalados en
nuestra sociedad en
la época posterior
a la Segunda
Guerra mundial para situaciones de
posibilitar una elemental
ayuda a los “náufragos
“ de la
dura lucha de
cada día en
una sociedad deshumanizada cada vez
más.
El sueño de
un dia lejano,
la reunión improvisada
en una cafetería, la
motivación que vino después
hizo
que aquel sueño
se convirtiese un
una bonita realidad. El
TELEFONO DE LA
ESPERANZA DE ALMERIA , nació en
el año 2000
cuando verdaderamente aquel
nutrido grupo de
voluntarios habíamos logrado
casi ser familia
entre nosotros. Nunca podré
olvidar el enorme
tesoro que personalmente
recibi de los
cursos de aprendizaje
para estar capacitado como
agente de ayuda
y agente de orientación
familiar, labor
que ejerci en
el Telefono de
la Esperanza de
Almeria durante cuatro
años y posteriormente otros
cuatro años en
el de Granada. Y
de ellos, el
que mas me
marcó el curso
de APRENDER A ESCUCHAR.
Importantes psicólogos
de nuestro día
han d estacado continuamente la
importancia de la
dinámica del escuchar,
calificándola con elocuentes
epítetos. Así por ejemplo
C. Rogers hablaba del " escuchar
empático “… R. Carkhuff,
del “ escuchar
activo “, como contrapuesto
al pasivo; J. Rowan,
hablaba del “
escuchar holístico (la escucha
como proceso de la
totalidad ) y E. Gendlin , del “
escuchar absoluto” o
del “ escuchar
terapéutico “ subrayando en
este caso que
la escucha no
es solo una
mera disposición o simple paso dentro de un
proceso de cambio, sino que
puede ser en sí misma
un proceso sanante,
por la capacidad
que tiene de
facilitar la clave
de comprensión de los
significados.
Escuchar es
una destreza que
debe ser aprendida y
enseñada, repetida y
evaluada. Solo entonces,
lo que parecía
como un aprendizaje
artificial pasa a
ser algo ya
integrado en nuestro
propio talante personal. Eso
sí, una vez
detectados nuest4ros déficits
y mejorados nuestros
logros.
La
dinámica de la
escucha implica una
actitud, una destreza que
podemos ir mejorando,
un proceso que
puede desarrollar en
nosotros uno de los
valores personales más
valiosos e incluso
proporcionarnos algunas de
nuestras mejores experiencias
vitales.
Y nos tenemos
que preguntar cada
uno personalmente ¿Por qué practicamos
tan poco algo
que psicológicamente necesitamos
tanto como es
la escucha ? Ciertamente, los
tiempos que corren
acentúan hoy más
que nunca nuestras
prisas, nuestro correr,
nuestra superficialidad, el
activismo intenso, el
desahogo compulsivo… a
los que se
suman los avances
tecnológicos de la
llamada “sociedad del
clic “. El mismo teléfono móvil, que
debería ser un
buen instrumento para
poder comunicarnos, pasa
a ser el
elemento invasor más
habitual en nuestras
vidas y de
servir para comunicarnos
puede ser un
obstáculo para nuestro
comunicación personal. Cada vez
es más frecuente
ver como se utiliza
en la calle
, en el comedor familiar
de la casa
o mientras se conduce
el coche. Vemos también como
nuestra juventud está
cada día más
“alienada “ en la
era de los “
walkman “, los “cascos” siempre puestos,
en el metro,
en el autobús,
haciendo footing, pedaleando,
a la salida
de clase… ¿Puede darse,
en una sociedad
así, con unas vivencias
del tiempo tan
aceleradas, el espacio,
los ámbitos y
la serenidad suficientes
para que se
produzca esa escucha
sosegada, serena, atendida
y sostenida… esa
conexión interpersonal que
produce el saberse
escuchado por el
otro ?
La verdad es
que lo tenemos
, cada vez, más
ciertamente difícil. Por
eso la escucha es , paradójicamente, un
valor tan necesario
como contracultural. Por
eso, seguramente cuando la
hartura se hace
ya inaguantable, tratamos de
huir del bullicio de
la ciudad a
la paz ambiental
del campo. Sin embargo,
es posible que
nos llevemos también
con nosotros, los
ruidos internos que
llevamos y también
los ruidos externos
que nos impiden
abrirnos a una acogida,
al deseo que
tienen de comunicarse
con nosotros nuestros
seres más queridos, familiares, amigos, vecinos…. Y,
sin embargo ahí está siempre
latente , como
esperando su momento,
esa capacidad de
disfrutar lo natural, de
escuchar e l viento que
peina la sierra,
el oír a
los ajaros que
compiten en su
variado concierto, con su “música
callada “ .
El
jesuita Toni de
Mello formulaba bastante
acertadamente aquella búsqueda
de la consciencia
lucida, esa que está presente
y conectada a lo
que se contempla,
se ve o
se escucha. En uno de
sus cuentos o
parábolas de sus
famosos libros, traía a
colación a un discípulo que
se quejaba continuamente a
su Gurú o
Maestro de meditación
de que le
ocultaba el secreto
último de la
filosofía del Zen ;
<< Un día ,
el Maestro se
lo llevó a
pasear con él
por la montaña.
Mientras paseaban, oyeron
cantar a un
pájaro.
-
¿Has
oído el canto de
ese pájaro?- le preguntó
el Maestro.
-
- Si,
respondió el d discípulo.
-
Bien
ahora ya sabes
que no te
he estado ocultando
nada
-
Si,
asintió el discípulo
( lo cuenta
Toni de Mello
en su libro
El canto del Pájaro . Edit. Sal
Terrae, paginas 28-29)
Oír,
escuchar, contemplar….
Requieren un ámbito
y una actitud
bien distintos de
los que habitualmente
nos rodean : ruidos, ruidos, y más ruidos…
palabras, palabras y más palabras…
“Palabras para cantar,
palabras para rezar,
palabras para llorar,
palabras, y más
palabras recitaba sabiamente
nuestro José Antonio Labordeta
allá por los
años setenta.
Crecer en
la línea de
la escucha empática
es hacer de
la dinámica de
la escucha un
pivote que facilite
simultáneamente nuestro propio
crecimiento personal junto
con el de los
demás. Son ellos, en definitiva, los
que nos permiten
con las experiencias
que nos aportan
y sin ser
del todo conscientes
ampliar sustancialmente nuestro
propio horizonte vital.
En síntesis, aquellos días
de cursos preparatorios
para ser “buenos agentes
de ayuda “ del Teléfono de la
Esperanza , en aquellas
llamadas de personas
que en determinados
momentos se sienten perdidos en situaciones
limites, al borde
del suicidio , perdidos o como náufragos de
nuestra sociedad de
la prisa y
la competitividad, aprendimos
poco a poco
que escuchar
es todo un
arte que se aprende
ejercitándolo, detectando a cada
paso, las dificultades
e inercias más
habituales para poder
intervenir sobre ellas.
Pero también es un
arte que, aunque
parezca difícil, no
lo es tanto
cuando lo convertimos
en experiencia viva
y moldeable, cuando lo
concretamos en objetivos
alcanzables.
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