MIRADAS CON ALMA: MIRADAS QUE
SALVAN
Hay miradas
que alegran, hay
miradas que reconfortan,
hay miradas que
deprimen, hay miradas
que hunden…hay miradas
que alientan y
sobre todo hay
miradas que salvan.
Diariamente en
nuestros ir y
venir cotidianos nos
encontramos con multitud
de personas, y
nos sorprendemos en multitud
también de miradas, unas
pensativas, otras distraídas,
otras sorprendidas… y a
veces esas miradas
se cruzan. Algunas veces
comprendemos que pueda
haber miradas que
nos infunden miedo,
por la insistencia,
por su extrañeza,
por la apariencia
de quien nos
mira…
En Marruecos
en los zocos
hay muchas de
esas miradas, como
si también el
fin comercial que
tienen los zocos,
que es puramente
comercial, también nos
arrastrase, y sorprendemos
miradas que parecen
como si “fuesen a
vendernos o fuesen
a comprarnos “ , pues
el toque y
el roce humanos, tan
cercano como el
que experimentamos en
los autobuses repletos
en horas punta, como mercancías
de zoco
en aquellas aglomeraciones humanas
va implícito en ese
roce continuo.
Por
eso en Marruecos,
y en los
mismos zocos se
venden entre otras
cosas “remedios contra
el mal de ojo”
, remedios contras las “malas
miradas “ .
Entre las
miradas que recuerdo
con más horror,
era una de
esas miradas que
vulgarmente decimos “que hunden “, era en
nuestra infancia escolar, la
mirada escrutadora y
despectiva ,cada vez que
nos sacaba a
la pizarra, de
un profesor de Matemáticas
, al que
todos teníamos pánico,
mirada despectiva y
casi condenatoria , ridiculizándonos en público, al
que llamábamos “Drácula “
que nos infundía el “pánico
escénico “ y
quieras que no, nos hacía
tener pesadillas muchas
noches, pesadillas de
nuestra infancia que
tanto nos marcaron . Todos los
niños de aquella
época luego adultos
comentábamos que “aquella
terrorífica mirada “ nos
marcó muchos años .
Hay miradas
que nos transmiten
paz, que nos
transmiten serenidad ,
otras aliento y
esperanza. Otras son de complicidad. Miradas de las
que podríamos hacer
un catalogo con
distintos tonos como las
miradas musicales . San Ignacio
invitaba a utilizar mucho
la mirada, a nuestro
alrededor, pero sobre
todo la mirada
imaginativa “como si
presente me hallase,
y sobre todo
la mirada “ hacia nuestro
interior “
Por eso
en este momento
traería aquí presente
un pararnos a
mirar, como nos
paramos a mirar
estos días escaparates,
o como el
Papa nos invita, pararnos a
mirar el Belén,
y como no
el belén nuestro,
el personal, el de nuestra
familia, el hogareño.
Miradas que nos
invitan a pensar.
San Ignacio
nos invita a
la contemplación. Hoy
es bueno mirar
la tierra. Contemplar el
mundo con la
mirada de Dios, con
el amor del
Padre que s e conmueve.
Lo miramos de tal manera
que comprendemos mejor
las necesidades de
los hombres tal
como Dios las comprende
y nos ofrecemos
a participar en su
proyecto de salvación y
de esperanza. Vernos en
mundo, en la tierra
una gran diversidad de personas,
situaciones, culturas, historias, razas, clases
sociales, etc. Reconocemos
una humanidad doliente
y necesitada de salvación, de
esperan, de redención. Miramos
también nuestro entorno
y su realidad.
Que “las
cosas” no nos
distraigan. No nos roben
nuestra mirada. Nos detenemos
a capar como
miraba Jesús, Y como
nos sigue mirando
cada día. El tono,
la calidez, la luz y
la belleza de
su mirada…la mirada
del Jesús de
Nazareth . A Zaqueo lo
mira con simpatía y
encanto seductor en Lucas
19, 5. En el
casos de la viuda
generosa, su mirada
está llena de penetración
y
admiración Lc 21, 1- 2
. Pero también pensamos
¿Cómo miraría Jesús,
con que compasiva
ternura miraría hoy ,
a la prostitutas
arrepentida “¿Ves a
esta mujer? “ en
Lucas 7, 44 ... a
aquella mujer adúltera
en Jn 8,
10, o la
mirada compasiva al
paralitico de Cafarnaúm y a
sus ayudantes. Mc 2, …
a aquella humilde
hemorroisa “Ten ánimo,
hija “ Mt 9, 22,
o a la pobre mujer
encorvada “Cuando Jesús la
vio, la llamó
y le dijo … quedas
libre de tu enfermedad
“ Lc 13, 12
Nos detenemos
a captar plácidamente como miraba
Jesús, como mira
nuestras vidas, el
tono, la calidez,
la luz y
la belleza de su
mirada sobre nuestras
vidas. Debía ser impresionante. En el
evangelio encontramos esos
destellos maravillosos de
sus ojos y de
su mirada. Así la
mirada sobre el
joven rico ,
al que Jesús
mira con cariño , en
Marcos 10, 18-28
son miradas siempre
de comprensión, de aceptación
de
sus vidas, nunca
de condena. Quizás
aquella mirada que
un día leyendo
el texto de Isaías,
comprendió que la
mirada de Dios sobre
el mundo,(como diría Teillard
de Chardin) es una mirada
de amor, aquella
mirada sobre el
texto leído en
la sinagoga de Cafarnaúm : “El señor
me ha mirado
y me ha
ungido… para romper las
cadenas a los
cautivos, para vendar
los corazones desgarrados “. Es mirada
siempre de liberación… por eso
evita el sentido
final del texto
que es una
mirada hacia la
venganza. Y por
eso la mirada
intolerante de algunos
de los fanáticos que
le escuchaban ese día se
vuelve contra él. A partir de ahí, su
mirada y su
lectura de la
vida era distinta
a la de “UN
DIOS TEMOR “ porque como
afirma Juan para
el siempre ya
fue distinto: “HABEIS OIDO
QUE SE DIJO… PERO
YO OS DIGO “ ,quedaba atrás el
Dios temor del
antiguo Testamento, el Dios
DOMESTICACION, de la “bestia
humana que encerramos
en nuestros egos “ ,
ya no valía
el castigo y
la venganza, solo , solo
la mirada de
amor, como un padre
tierno (Abba ) puede mirar
a sus hijos.
En su
libro “El canto del pájaro
“ el jesuita Toni
de Mello nos
deleita con uno
de sus más
bellos relatos con
el título : la mirada
de Jesús
<<
En el
Evangelio de Lucas
leemos lo siguiente:
Le dijo
Pedro “!Hombre, no sé de qué hablas ¡ “ Y
en aquel momento,
estando aun hablando, cantó un
gallo, y el Señor
se volvió y miró
a Pedro… Y Pedro,
saliendo fuera rompió a
llorar amargamente.
Yo he
tenido unas relaciones
bastante buenas con el
Señor. Le pedía
cosas, conversaba con El,
cantaba sus alabanzas,
le daba gracias…
Pero siempre
tuve la incómoda
sensación de que El
deseaba que le
mirara a los
ojos…, cosa que yo
no hacía. Yo le
hablaba pero desviaba mi
mirada cuando sentía que Él
me estaba mirando.
Yo miraba
siempre a otra
parte. Y sabía
por qué tenía miedo.
Pensaba que en
sus ojos iba a
encontrar una mirada de reproche por algún
pecado del que
no me hubiese
arrepentido. Pensaba que
en sus ojos
iba a descubrir una exigencia;
que había algo
que El deseaba
de mí.
Al fin,
un día, reuní el
suficiente valor y
miré. No había en
sus ojos reproche
ni exigencia. Sus ojos
se limitaban a decir: “Te
quiero ·. Me quedé
mirando fijamente durante
largo tiempo. Y allí seguía el
mismo mensaje: “Te quiero”
Y, al
igual que Pedro,
Salí fuera y
lloré. >
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