REFLEXIONES EN
TORNO A BERTOL
BRECHT Y LA
HUMILDAD
“
¿Quién construyó Tebas,
la ciudad de
las siete puertas ?
En
los libros se
leen los nombres
de los reyes
¿Fueron los
reyes mismos quienes
acarrearon las piedras
talladas?
¿En
qué casa de
Lima, con molduras
de oro, vivían
los obreros que
las construyeron?
El
joven Alejandro conquistó
las Indias ¿el solo?
Cesar venció a
los galos
¿No
llevaba consigo siquiera
un cocinero?
Cada
página, una victoria.
¿Y
quién cocinó el
banquete?
Un
genio cada diez
años.
¿Y
quién paga los gastos?
Hay
muchas narraciones como
estas
Y
otras tantas preguntas
Como
estas “
BERTOL BRECHT
En
mis años universitarios siempre
admiré la grandeza
de aquel profesor
que en la
Universidad nos enseñó
otro concepto de
mirar la historia
de la humanidad. Un
concepto distinto de
mirar la historia
desde un concepto
más horizontal.
Con
frecuencia se tilda
de prepotencia y de
arrogancia a los
que detentan el
poder. La inveterada
tentación del “ordeno y
mando “ , consustancial a los regímenes
impuestos por
la fuerza, parece
renacer e n los que
tratan de imponerse por
la fuerza de
los votos. Y es
que la autoridad,
que debería adornar
a los que
ocupan el poder,
nada tiene que
ver con la
arrogancia de los
que confunden la democracia
con la mayoría.
Aunque desfigurada
por ese sentir
de la coacción .Si , ese
slogans famoso que
tantas veces vimos
en situaciones concretas
en el País
Vasco o en
Cataluña : “Mayorías silenciosas…
minorías escandalosas “ que desvirtúan
los
valores democráticos.
Pero
esa misma arrogancia
, que vemos
y denunciamos en
la cúspide, se agazapa
y a veces
cultiva a todos los
niveles de la vida
organizada en sociedad.
Pues tal es
la arrogancia de
los que presumen
de títulos honoríficos
o universitarios, de los
que se jactan de
alcurnia esclarecida, de victoria
en duras oposiciones, de méritos
en los concursos,
de inmensas fortunas
amasadas con el
propio esfuerzo , o
simplemente de ganarse la
vida ellos solitos.
Todos
padecemos la misma tentación
de
la autosuficiencia, de
creernos como dioses. Pretendemos ganarnos
la vida por
nosotros mismos, nos
enorgullece haber llegado
hasta aquí con nuestro
esfuerzo; incluso hay
quien presume de
que ha llegado a
donde ha llegado
por ser auténticamente un
autodidacta. Y en
eso andamos totalmente
errados. Sin negar ni
restar nada al
esfuerzo individual y
la voluntad personal,
tenemos que recordar y
reconocer, guste o
no guste, que
nadie es totalmente
autosuficiente. < y menos que
nadie los que están
o
han llegado más
arriba, a los
puestos de la cúspide
piramidal del
poder o de
la influencia. Todos necesitamos
de todos, incluso
necesitamos a los que creemos
no necesitar. Tal es el principio de
sociabilidad humana, sin el
que el
hombre jamás llegaría a
ser persona.
Nadie
tiene nada de
que presumir. Todos debemos
a los demás casi todos. Lo único nuestro, si
lo tenemos , es
la buena voluntad,
la solidaridad y la humidad,
que no es
poco, porque esa
es una verdad
universal.
Nadie
tiene razón para
presumir de nada. Y
menos
los que se
han aupado en
la vida social a
los puestos clave,
aprovechando la desigualdad de oportunidades
en vigor en
una sociedad todavía enormemente
injusta. Es fácil,
pero miope , presumir
de una brillante carrera, de
un doctorado, de éxitos
en la investigación, de dividendos en
los negocios, de triunfos
en el arte o
en la política.
Desde
que el antecedente de
ser humano andando
a cuatro patas
un día en
la noche de la historia
se incorporase y
empezase a ejercitar
la memoria y
a dominar el
fuego y la
rueda, todos de
alguna forma debemos
a todos aquellos
“chispazos” y
como todo ello
que se acumula
en cientos de
miles de años
de la historia
de la humanidad
lo aprehende un
niño prácticamente entre
los cuatro y
los catorce años. La
historia del progreso
es como una
antorcha pasada en
carrera de relevos
de generación en generación
. Y
tenemos que mirar
hacia atrás en
la historia con
un enorme respeto
y admiración.
Recuerdo de
una experiencia que un grupo
de profesores del Colegio
N. Sra. del Recuerdo de Madrid,
aplicaron como experiencia
con grupos de
alumnos comprendidos entre
catorce y dieciséis años. Se
trataba de experimentar
durante toda una
noche “en blanco” las
vivencias de la
ciudad “ que no duerme “ y
trabaja o vigila
por la noche,
para que durante
la noche o al día siguiente
miles de ciudadanos
puedan servirse de
estos servicios. Y en
mi labor docente
recuerdo haberla aplicado
con los alumnos
que terminaban el
famoso Octavo de E.G.B. con
una vivencia titulada “Málaga la
nuite” donde los
alumnos que se despedían
de toda
una etapa (y a veces
del colegio) experimentaban viajando toda
la noche mediante
visitas y contactos
en “toda una
noche en blanco “
las vivencias de
la vigilancia, el
trabajo nocturno, el
servicio a la
sociedad mientras otros
descansaban, para que al día siguiente
la ciudad amaneciese
preparada “para continuar la
vida y la
convivencia”.
Así
experimentaron la visita
a asilos, la vigilancia
en acuartelamientos, o la policía
o
la guardia civil,
los controladores aéreos,
las panaderías que
trabajaban por la
noche, el periódico que
preparaba sus noticias,
las urgencias hospitalarias
y las farmacias
de guardia, la llegada
del pescado a
la lonja, la
descarga en mercamalaga… etc. No fue
nada mal dicha
experiencia por lo
que algunos alumnos
ya mayores y
padres de familia
me recuerdan aun
cuando me ven.
Los
que presumen
de autosuficientes deberían evaluar
ante todo, cuanto
deben , y
no lo han
pagado con su arrogancia,
a la sociedad
en general, a los millones
de anónimos trabajadores
que han litografiado
los textos, levantado
los escenarios, fabricado los
utensilios o mantenido
el fluido eléctrico,
el agua corriente, los
alimentos o la
ciudad limpia… para que ellos,
los privilegiados pudieran dedicarse a la ciencia, al
arte o a
la política.
Pero
no es así, y
, encima , pretenden,
y lo imponen
a veces, vivir diez mil veces
mejor (discriminación salarial)
que los “simples “
trabajadores, es decir,
los que hacen
posible que ellos
se lleven la
buena vida y
la fama. Nadie tiene
nada de que
presumir. Todos debemos a los demás casi todos. Queda siempre
presente aquella bonita
frase lapidaria de W. Churchill, con
motivo de los
pocos o escasos pilotos que
pararon toda una
hecatombe de bombardeos
nazis del potencial aéreo y bélico alemán : “NUNCA TANTOS,
DEBIERON TANTO A TAN POCOS “ . Bueno sería
que aprendiéramos a
agradecer en nuestro pasado
a todos los
que intervinieron en
ese duro y difícil
proceso
educativo que va
desde nuestros padres ,abuelos, directores del
colegio, profesores, compañeros,
y como no
las enseñanzas
y desvelos transmitidas por
limpiadoras, personal no
docente, personal de comedor. Y
lo que nos
enseñó la misma
calle… aunque no sea
una universidad reconocida,,, aun.
No hay comentarios:
Publicar un comentario