RECUERDOS ALMERIENSES
DEL PRIMER PREMIO
NOBEL ESPAÑOL
Llegó
hundido a Almería
y se marchó
añorando el verdeo
de los naranjales
de Gador y su
horizonte marino. ECHEGARAY ,
hijo de
médico, el que iba
a ser uno de los
importantes literatos europeos,
aun no había
escrito ni una
sola línea cuando
llegó destinado a
lo que entonces
era casi “una
isla” en el
accidentado paisaje orográfico
del desierto de Almería. Aquella
Almería decimonónica, que entre tanto
aburrimiento y tanto tedio, sin
embargo movió a
don José Echegaray a leer
mucho y
posteriormente a escribir
mucho para combatir
el aburrimiento en
aquel semi destierro
almeriense en el
olvidado y desértico
paisaje del sudeste
español de mediados s
del siglo XIX .Lloró
de tristeza Echegaray
al llegar a
la aburrida y
solitaria Almería, echando de
menos sus amigos
y los cafés madrileños. Tan aburrido estaba
que por las
noches seguía ojeando
novelas y dramas o libros de
algebra, como un Alonso Quijano cualquiera, en aquel
desvencijado camastro de la
fonda almeriense. También se
pasaba días seguidos
escribiendo lo que
luego le haría
publicar la inmensa
producción que había
echado en aquella tierra
considerada entonces estéril.
Era
febrero de 1854 y aquel joven
ingeniero madrileño, soltero
y con 22
años recién cumplidos
había sido destinado a Almería como
delegado de Obras Publicas. Su
cometido principal era
la conservación de la
única carretera de
la provincia que
la unía con
el resto de España,
y que apenas
alcanzaba una legua
en dirección a Gádor.
Escasa misión
o desafío para un
recién titulado como número uno de
su promoción, con un sueldo de
9.000 reales. Y tras
despedirse de su
familia como si
fuese al fin del
mundo, llegó a Almería a
lomos de diligencias
y caballerías, cabalgando
por entre ramblas, desiertos, barrancos
y c con la sola
compañía de un
peón caminero, durante tres días y
tres noches, desde Granada.
Se
alojó en la
Pensión de los Vapores, en
la calle Emir(hoy el
arco de Braulio Moreno) .Leía a
Balzac, o las noticias
atrasadas de la Guerra
de Crimea, o los preparativos
de la sublevación
de O´Donnell.
Escribía cartas
a su familia
en las que
les refería lo
delgado y tostado
que estaba bajo aquella
luz del sol almeriense.
Se le
encomendó luego la
misión de empezar a
construir un Puerto
en Almería.
No había
obra alguna hecha,
ni proyecto aprobado alguno, tan solo
la labor de
ir arrojando escollera
en una dirección determinada . Luego Echegaray,
al que los peones del
puerto llamaban de
usted, por su rango
y su uniforme
de ingeniero con gorra
calada, solita también combatir
el aburrimiento empuñando el timón de la
lancha del puerto,
junto a tres remeros que temían
volcar en cualquier
momento ante la
impericia de “aquel
señorito de Madrid”. Una de
las veces que
salió de la
ciudad fue para viajar
a Canjayar a redactar
un informe sobre una
mina de agua
y quedó sorprendido
al ver en Almería una
estampa tan verde como
si fuera Asturias, con
altozanos y colinas
con agua cristalina
circulando por las
cañadas. Vislumbró y palpó
la gran riqueza
minera de aquel
perdido rincón del
sureste español.
Ya
cuando abandonó Almería,
lograría conseguir el
premio Nobel en
1906 y fue el
primero, siendo ministro de Fomento, que
procuró la construcción de un f ferrocarril para Almería
a través
de la Ley
de 1870 que
fundía al fin en letra
de imprenta la autorización
al Gobierno para que s acara
a pública subasta la
línea minera Linares –Almería con
240 kilómetros, aunque
desgraciadamente aquella locomotora
no llegó a Almería
hasta 26 años
después.
Murió Echegaray en
1916 como hombre insigne
de las ciencias y las letras,
y fue de alguna
forma previsionario de
la California almeriense,
y
un plañidero, según el
periodista almeriense Manuel León,
de prestigio para Almería
desde la tribuna
del Congreso. Aquel tiempo casi
monástico y de
aburrimiento le había
hecho casi sin
quererlo ser fecundo
en una tierra
entonces estéril y desértica,
pero a la
que viendo aquel
inmenso paisaje profetizó
que se convertiría
en una de
las tierras más
ricas de España.
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