EL REGRESO DE
ITACA…”CUANDO AL REGRESO
YA NO SOMOS
LOS MISMOS “
Me llamó
siempre la atención
la frase de
aquella madre de uno
de nuestros acampados
montañeros y antiguo alumno
mío que cuando
nos recibió en
el andén de
una estación al
regreso de una
larga y difícil travesía
montañera pronunció una
frase casi lapidaria
que venía a
resumir lo que
es en si
el paso del
tiempo. Pero algunos
tiempos, especialmente cuando
en la adolescencia
los hijos “crecen por
la noche “ venía
a ser más
sentenciosa que nunca . La
frase pronunciada venía
a decir algo así como “
Se fueron niños… y
volvieron hombres “.
Cuando
Ulises se aventura
hacia el mediterráneo
y Penélope se
queda al otro
lado de la
ventana, esperando su regreso
expresa una imagen
de la vida.
Hasta que Ulises
regresa, pero no es
el mismo ya Penélope espero
en medio de
una gran soledad. Cuando Ulises
regreso y se
explicaron ya nada
fue igual. Las esperas,
las largas esperas,
en las estaciones
de nuestros viajes, de
nuestras vidas… nos hacen
madurar. Y el paisaje
por la ventanilla, que pasa, a
veces a velocidades
de vértigo , nos hacen
también madurar. Y
solo con lo
visto… y lo reflexionado (“Prohibido asomarse
al interior “) nos hacen
madurar. La espera
reflexiva interiormente ya
nos hace madurar.
Leer
un libro ya
es iniciar un
largo viaje que
cuando lo terminamos … nos hace
sentir la sensación
de que no
somos los mismos,
pues casi sin
movernos, nuestra imaginación
interior, nos ha
trasladado en un
viaje del tiempo
a muchos kilómetros
de nuestro interior hipocentro
emocional . Casi una dimensión
religiosa e incluso
iniciática que tiene
el viaje, donde
importa más lo
que se aprende
durante el camino
que el destino final. Y
este concepto enlaza
con esa tradición de
la “épica “ con
lo que a
veces el mundo
espiritual no es
suficientemente narrativo, por
lo que buscamos
el sentido del
relato en el
misterio
Un dato
quizás intrascendente, pero
interesante y activo
nos lleva hasta límites insospechados, que como
en la vida
misma nos conduce
a historias admirables
pero que parecen
inverosímiles. Como la vida
del poeta y
profesor Georges Barker, autor de un
famoso poemario que
tuvo mucho éxito
en su tiempo. La
historia comienza así:
“Estoy en
una esquina de Monterrey,
de pie,
esperando que llegue
el autocar, con
todos los músculos
de mi voluntad
reteniendo el terror de afrontar
lo que más deseo en el
mundo. La aprensión
y la tarde
de verano me resecan
los labios, que
humedezco cada diez
minutos, a lo largo de
las cinco horas
de espera. “
Es el comienzo de la
novela autobiográfica de Elizabeth
Smart “Junto a los ríos de Babilonia nos
sentamos y lloramos,
recordando Sion “ , según
titulo original, pero
figurado que realmente
se convertiría luego : “Esperando
en la Gran Estación Central , me senté
y lloré” publicada
por primera vez
en 1945 , con
gran éxito donde se
expresa la pasión de
la autora por
un hombre casado, George Barker, de
quien se llegaría
a enamorar, incluso ante
de conocerlo. Elizabeth Smart , nacida en el
seno de una de
las familias más
conocidas de Ottawa, en Canadá, decide entrar en
una librería de Londres,
en la que con veinticuatro
años, terminaba estudios de
pintura, arte y teatro y
adquiere un libro de
poemas de Barker. Nada más
ojearlo decidió interiormente
que el autor
del poemario era
el hombre de
su vida, pese a que
no lo conocía
aun personalmente. Hubo un
antes y … un
después de aquella
visita a una
librería londinense. Aquello marcó
su vida para
siempre . Tres años
después Elizabeth conoce
a Barker que estaba
casado, pero que
no pudo evitar
la irrefutable atracción
y el amor
desbordante que la
atractiva autora canadiense
sentía por él
y que ella
narra con un seductor
lenguaje en la
obra que llegaría
a escribir años
después. La pareja tuvo
varios hijos, aunque también
luego sufriría una
tormentosa relación.
Elizabeth moriría en
1986 tras publicar
numerosas obras de una gran belleza
para la Literatura dejando constancia
de como un
libro y un
momento sublime de
reflexión en una
librería pueden ser decisivos
en la vida de
cualquier persona.
Quizás por
eso el alma
de niño es tan
clave en la
literatura. Ese espíritu de
niño para el
que cualquier cosa
es nueva es
clave en los
grandes relatos literarios. Y
también como en
un niño, cuando
poco a poco
emprende el viaje
de “su crecimiento
interior “ va abandonando el
territorio y la
patria de su
infancia, a la
que está obligado
a volver en
momentos decisivos.
Al igual
que cuando emprendemos
el “viaje ilusionante “
de la lectura
(o aventura ) de
un libro , en cuanto
abrimos las primeras
páginas nos vamos
transformando. Como diría el
escritor Javier Castillo : “Uno nunca es el
mismo al terminar
de leer una
historia “. O como diría
el
filósofo Heráclito “No
te bañaras dos
veces en las
aguas del mismo
rio “ . Nunca volvemos exactamente
al mismo punto de
retorno.
Cuando ya
adultos , un día
no muy lejano,
se nos
ocurrió a todos aquellos que
de niños vivimos
un territorio en
nuestra infancia, aquellos niños
españoles , aquellos niños hebreos
o incluso algunos
niños marroquíes que
ya de adultos quisimos
volver al ilusionante
Marruecos de nuestra
infancia, el Marruecos
del “Protectorado “, aquel
lugar especial donde
niños de distinto
origen confluíamos en
un encuentro lúdico de
juegos y vivencias interculturales, nos
encontramos (algo muy lógico
) que
ya nada igual
porque volvíamos a “la patria
de nuestra inolvidable
infancia “ con el
equipaje “pesado y determinante “ de
los ojos de
la razón y
la lógica adulta, que
hacía que aquellos
mismos rincones de
la memoria de
nuestra infancia ya
no fueran los
mismos, ya nada
era igual… solo encontramos
eso, para no quedarnos
totalmente decepcionados, algunos
sonidos iguales, algún contorno
de montaña similar
al que recordaban
nuestros ojos infantiles, algunos lugares recordados todavía con
los mismos sonantes
nombres… pero ya nada
era igual. Aquella patria
de la infancia
se había esfumado
y solo existía en
nuestros recuerdos emocionales
vistos desde el corazón
y
los ojos de
la infancia. “No te
bañaras dos veces
en las aguas
del mismo rio “ que
dijo Heráclito.
Releía no
hace mucho el micro
relato El espectador de
Sarrias, escritora aficionada , una
historia ambientada en
la nostalgia del
pasado y los
recuerdos de la
infancia que se
han ido esfumando . Decía Ana
Sarrias “ Me inspire
en los paisajes
perdidos, en los
lugares que un día
nos pertenecieron pero
que la vida
nos ha ido
quitando” y es
que en ese relato “El
espectador “ el protagonista regresa
al hogar de
su niñez y
rememora los momentos
alegres que vivió
allí junto a
su familia .Pero ya
nada es igual,
rincones que parecían pequeños
ahora son grandes. O al
contrario avenidas o edificios que
nos parecían grandes
y hermosos ahora…
nos parece que
han encogido , en
nuestra memoria eran
soleados y limpios
y ahora aparecen
como oscuros y
tenebrosos rincones.
Para
autores como Esther
Bendahan o como Fernando Valderrama, Moshe Benarroch, Abderraman el Fethi , Maria Dueñas, Ramon
Buenaventura, Cirilo Ruiz ,
Abraham Botbol Hachuel, Miguel Saenz y tantos
otros escritores ,
aquellos que fueron
los niños del
Marruecos del Protectorado o del llamado
Tetuan español o el Tanger
internacional , cuando
emprendieron aquel viaje
llamado del reencuentro
, tuvieron que iniciar e
improvisar en momentos
fugaces , aceleradamente toda
una dura terapia de
duelo, catarsis del
llorar aquellos rincones
perdidos de la
patria de la
infancia que nunca
llegamos a recuperar
del todo; dura catarsis
, dura terapia (
que quizás se
hizo mas leve
y llevadera dependiendo
de quien nos
acompañase en aquel
viaje y supiese
hacer llevadero el
duro impacto con
el impacto emocional
del tiempo ) aquel
tiempo perdido que diría
Proust, o aquel
tiempo “entre costuras “ que diría
M.
Dueñas, pero viaje
literario y emocional
tan necesario para
nuestro crecimiento interior
y emocional . Como diría J. Castillo : “Uno ya
nunca es el mismo al
terminar de leer
una historia “ Uno
ya no es
el mismo cuando
regresa del viaje,
como a Itaca , como
volver a Tanger,
como volver a Tetuan
…. Aquellos callejones de
nuestra recordada y añorada infancia.
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