ESCRITOS
DEL TIEMPO DE
GUERRA
Cayó no
hace mucho tiempo
en mis manos
el libro “La Gran Mónada . Escritos del
tiempo de la guerra “
del jesuita Pierre
Teilhard de Chardin,( 1881.1955) Editado
por Trotta. Se podrá
estar o no de
acuerdo con el
jesuita Teilhard de Chardin pero
nadie pone en
duda, nadie podrá
discutirle la fidelidad
a su creado
y a sus
votos.
Es un libro
asombroso incluso para
los que admiramos
y conocemos la vida del
jesuita francés, objeto de preferencia
en nuestra formación filosófica,
científica o humanística. . Quizás porque
Teilhard intentó aunar
el dogma con
la ciencia fue
la causa de
que las relaciones
entre el jesuita
francés y el Vaticano
no fueran todo
lo buenas que
podemos suponer.
Siempre en
mis años de formación
humanística me
contaron muchas personas
aquella famosa anécdota de
cuando Pierre Teilhard,
en pleno disfrute
con sus investigaciones en
la Universidad elitista
de La Sorbona en
Paris, recibe una noticia
inesperada que le
va a cambiar
la vida. Ante sus
primeros conflictos con la iglesia
jerárquica y con el
Vaticano, sus superiores jesuitas
buscándole una
posible “salida honrosa ,
le destinan nada
menos y nada más que …
a Pekín.
No lo
acepta. Se revuelve, se indigna, amenaza en
salirse de la Compañía de Jesús,
busca posibles “enchufes” para
poder seguir en
Paris, en la Sorbona. Pero al
final… sus superiores jesuitas
acaban destinándole a… Pekín. Una
vida dura, árida, donde hasta
el idioma constituye
una gran dificultad
para su día
a día. Al cabo
de unos años
habla el chino
como un niño
de cuatro años. Pero
va superándose… pasan los
años y su
permanencia en Pekín hace que
lleguen los primeros
triunfos, casi un
milagro.
Allí descubrió en
unas primeras excavaciones arqueológicas e
investigaciones antropológicas el
considerado “el eslabón
perdido “ el Hombre
de Pekín. Había merecido
la pena aquel “
destino deseado “ y
tantos sufrimientos por
añadidura de desarraigo,
de sentirse en
un mundo desconocido
para él, todavía un “joven pijo
de los mejores
barrios de Paris “.
La primera
guerra mundial sorprende
a Pierre Teilhard con 36 años. Es
un soldado sacerdote- compañero a
quien los soldados
recurran en las
horas difíciles, en
los momentos claves
del combate. La pregunta
más reiterativa que
continuamente le van
a hacer aquellos
jóvenes soldados encaminados
directamente a las
trincheras de la
muerte era siempre
la misma :”¿Por que Dios
permite la guerra ?. Como es lógico
Teilhard
estaba contra la
guerra, pero reconoce que
estando en ella “me
ha traído todo “ . La
Primera guerra mundial
le ayudo a
conocerse personalmente a si mismo . Uno
de sus hermanos
murió combatiendo. Él tuvo
la suerte de
ser movilizado como
camillero y fue
una experiencia para aprender.
En la
guerra se le
concedió la Medalla
al mérito militar
y la Legión
de Honor. Durante
esos años de la Primera guerra Mundial
ya llevó Teilhard
a cabo sus
investigaciones y trabajos sobre
la vida de cósmica
y
el potencial espiritual
de la materia , de
los que hay
referencias indirectas en
las cartas a su querida prima Marguerite, confidente
y receptora de su correspondencia
.
La muerte4, para el
jesuita francés, es quien
nos entrega a Dios,
nos hace pasar
a Él , por tanto,
no debemos temerla…
La muerte
está ligada a
la vida. Para Teilhard
la muerte nos
libera de la
soledad al mezclarnos con Dios, es un
camino hacia un mas allá
mejor. Una resurrección en
la luz, una incorporación
a una
especie de dios panteísta (como
el de Spinoza ) motivo por el
cual también fue muy
criticado por la
Iglesia católica.
Terminada la
primera guerra mundial
ya en los
años veinte se
licenció en La Sorbona,
en Geología, botánica y Zoología.
Su doctorado fue
sobre Mamíferos del
Eoceno inferior francés y
sus yacimientos. Es a
partir de aquellos
años, aquella década cuando
sus conflictos con el
Vaticano no pararon ya .
Se le
llegó a prohibir la docencia
y el acceso
como profesor al College
de France. Todo lo llegó
a asimilar y
aceptar interiormente a pesar
de una cierta
rebeldía inicial. Y
es entonces cuando
emprende un exilio
que lo lleva a
China. Y es allí,
destino “no deseado “
donde van a
venir sus grandes
éxitos y descubrimientos en
los campos científicos de
la antropología, geología, Zoología,
Botánica… le esperaban luego
destinos en Asia Central, etiopia, Estados Unidos,
india, java , Birmania, Sudáfrica entre
otros lugares. En 1951 se
instaló en nueva
York e ingresó
en la academia
de Ciencias de Francia.
Ya fallecido , el llamado Santo Oficio
en 1958 y 1962 había
mandado retirar sus
obras de las
biblotecas por contener
según decían, ambigüedades y
errores que ofendían a
la doctrina católica y
perjudicaban a la
juventud. Fue el P.
Castellani el que
llegó a “ resumir sus
pecados como el “ Darwinismo. O también la Negación
de la
segunda venida de Cristo
(Parusía). Negación de la redención por
la obra de Cristo.
Negación del pecado original,
Monismo materialista
evolucionista; Panteísmo. Reinterpretación de
los sacramentos. Negación del
fin primario del matrimonio a
favor de la
ayuda espiritual mutua
de los esposos;
Métodos contra concepcionista y negación
de la
autoridad de la
Iglesia.
El Concilio
Vaticano II lo reivindicaría silenciosamente así como
el Papa Pablo VI
quien lo definió como
un gran científico que
pudo encontrar el espíritu y a
Dios en
el universo ,
en el principio
inteligente y creador.
Juan Pablo II llegaría
a
valorar enormemente sus
ideas a pesar
de las dificultades
de concepción y deficiencias
de expresión, viendo su
labor como un
audaz intento de alcanzar
una síntesis entre
fe y razón. .
Hoy podríamos señalar
a Teilhar dentro de la Iglesia
como uno de
los más inteligentes
esfuerzos para adecuar
el pensamiento anquilosado
de la institución religiosa a
los nuevos tiempos
de la ciencia
y la razón sin
olvidarnos de la fe.
Teilhar, a pesar
de todo en
su contra, consiguió
meter a Dios , idea
abstracta en un
pensamiento quizás más
abstracto que es el
de la
ciencia.
El Papa Ben edicto
XVI reconocería esta reconciliación
de la
humanidad con la naturaleza,
consigo misma y con Dios
y animara a la investigación
científica. El camino de
la fe y el
de la
razón confluían naturalmente. Dios encarnado
en la materia
que impulsa y
realiza en si
la culminación de todo
el proceso evolutivo.
El propio Teilhard habló de
cristificar el universo
y de universificar a cristo.
No fue comprendido ni
por los suyos
ni los científicos, pero multitudes
de gentes confiaron
más tarde en él.
Evolución de la materia
hacia el espíritu.
A través del espíritu humano,
la evolución de la
materia (ya había leído
La
evolución creadora de Bergson, obra condenada
por la Iglesia
de aquel tiempo ) avanzaba, según él
hasta unirse en
un punto común que
denominaba PUNTO OMEGA.
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