ACOMPAÑANDO...
(NOS COMPADECEMOS
DEL ENFERMO Y
POCOS DEL ENFERMERO ¿Quién CUIDA
DEL CUIDADOR ?)
Ciertamente que
nos educaron para
la compasión y
la solidaridad por
los que sufren, tanto
por los valores
familiares , como en
unos principios religiosos. Pero de tanto
compadecernos hemos llegado a
veces a olvidar
a los que están
cerca de los
que sufren. Se trata
de un sufrimiento callado, interior, denso. Se supone
al acompañante del
sufriente la entereza
de la intendencia
y la logística de
las labores propias
del ayudante del
sufrir. La sociedad solo se
reconoce en el
sujeto directamente paciente
de enfermedad.
Volcamos sobre
ellos nuestro cariño
temporal tal vez
porque creemos que así nos
da la sensación de
ganar alguna indulgencia
temporal de nuestras
posibles futuras penas o
enfermedades.
Vamos a
verles aun sabiendo que no nos
ven. Les hablamos
sin pretender que
nos escuchen. Decimos cosas
amables para creer
que somos mejores
de lo que
realmente somos. Sin embargo…
En el transcurso
de esas breves
o más largas
visitas, siempre hay
alguien aparentemente entero. Es
esa persona que
acondiciona los almohadones
del enfermo, la
que dispone los
medicamentos del postrado,
la que prepara
el cafelito, , la
que acude a limpiar lo
temblorosamente derramado del
visitado. Si la que
finalmente nos acompaña
hasta la puerta
diciendo gracias por
haber venido.
Habría que
escuchar lo que s e
siente cuando la
puerta se cierra
y el acompañante
de plantilla se
siente una vez más absolutamente
solo o derrumbado
ante la dura
realidad de la
persona querida que
a veces no
quiere dejarse querer .Mucho peor
que la soledad
a secas es
la soledad en compañía.
A veces
el dolor no
duele en el
cuerpo sino en el alma. Nos quedan
las reglas elementales
de la educación. Hay que
mantener tan lustroso
y sereno al
enfermo como si
estuviera sano ante
la mirada benevolente
de la gente. El
aire frio tras la
puerta no es nada
comparado con el
aire triste que
como vendaval sopla cuando
el sano y
el enfermo se encuentran
a solas en
la estancia de su propia
casa. Nadie acudirá
a la improbable
llamada de socorro
del acompañante. Dios mío… ¿Quién cuida
del cuidador?
http://antoniomarincara.blogspot.com.es/
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