El santo
de Sevilla: don Miguel
de Mañara y Vicentelo
de Leca (1627- 1679)
Dándome un
paseo junto a
la Torre del
oro, se me
ocurrió acercarme hacia
las Atarazanas Reales
y luego me
sentí casi achuchado
a entrar en
el Hospital de la Santa
Caridad de Nuestro
Señor Jesucristo.
Aquel rato
que permanecí en
los patios y
en el templo
me sirvió para
relajarme, para encontrar
serenidad después de haber
vivido la tensión
de un reciente
funeral de un
amigo que falleció
tras una larga
enfermedad de cáncer. Me
sirvió de oración.
Me recreé en
aquellos cuadros de
las postrimerías de
la vida, en
aquella paz y
silencio de la
Iglesia.
Y la mente
me trasladó a
aquel Caballero sevillano
de la orden
de Calatrava y Hermano
mayor de la Santa Caridad, aquel venerable siervo de Dios como
lo fue don
Miguel Mañara y
Vicentelo de Leca. Aquel
hombre que impactado
por un hecho
doloroso en su
vida se despojó de
todo c cuanto tenía en
vida y vivió
por y para
sus reyes del alma, los
pobres , a los
que atendía como
si de “majestades
se tratase “ dando
un ejemplo de
humildad y abnegación
encomiables.
Más tarde
asumió personalmente terminar
la actual iglesia
y construir un deseado
e imprescindible en
la Sevilla de
aquel tiempo hospital
, base esencial de la Hermandad para
poder atender las
lacras y miserias
de las enfermedades , la
pobreza , la
suciedad y la
tristeza que en
aquellos terribles años
dominaban los alrededores
del puerto de Sevilla. Y
por último se puso a
redactar las reglas
que sirviesen para
marcar las pautas
de c comportamiento de los
hermanos, para con
los acogidos en
septiembre de 1675
plasmando así su
legado espiritual en un pequeño tratado al
que denominó << Discurso de
la Verdad >>
.
Recogiendo iniciativas y
sugerencias en muchos
medios sevillanos no sería mala
iniciativa que hubiese
preocupación en nuestras
autoridades educativas por
hacer conocer en
todos los colegios
sevillanos la vida,
la obra y el legado
que nos llega
de aquel caballero
sevillano que hizo de
la humildad y
su inquietud por
los más pobres
su misión de vida,
y que murió
despojado de todo bienestar
e igualmente entregado en
cuerpo y alma
a sus “majestades “
los pobres , sus pobres
en aquel lejano
9 de mayo de
1679.
Abandoné aquella
iglesia y aquellos
patios con la
sensación de haber
respirado durante unos
momentos una de
paz, serenidad y plenitud interior pero
sobre todo de esa
alegría
interior por que
en la humanidad
surjan de vez
en cuando hombres de
la talla altruista
y generosa , esperanzadora de un Miguel
de Mañara.
http://antoniomarincara.blogspot.com.es
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