JAMES RHODES :“LA
MUSICA ME SALVÓ “
(PIANISTA Y
ESCRITOR : RELATA QUE LA
MUSICA LE SALVÓ CUANDO
SUFRIÓ ABUSOS SEXUALES
DURANTE LA INFANCIA)
Leia el
otro día en la
prensa el testimonio
sincero y valiente
del hoy famoso
pianista y escritor
James Rhodes y reconozco
que hay valentía
y afán de
superación en su
relato , de todo un
ejemplo de como
la literatura , el
escribir como terapia,
y la música ,
y su ritmo
y creatividad pueden
ayudarnos a superar
grandes traumas que
se hayan podido
vivir en nuestro
pasado. Dice James:
<<
Cuando escribí Instrumental , mi
autobiografía , me daba muchísimo
miedo lo que
pudiera pasar. Tener que
entablar un proceso
legal que llegó
al Tribunal supremo del
Reino unido para
poder publicarlo confirmó
mis peores miedos. Porque soy
débil. Si llegas
a hablar de
temas como este, te
pasan cosas terribles.
Aquello casi me
mata .Solo al hablar
o escribir conseguimos
arrojar luz sobre
cosas que deben ser
iluminadas. Durante un montón de
años me habían
dicho que me callase.
Y cuando mi
autobiografía, Instrumental, se publicó
en Inglaterra hubo
un proceso judicial
de 18 meses,
que costó dos
millones de euros, para
lograr que permitieran
su publicación, Afirmaron que
era demasiado toxico
para que pudiera
leerse.
He estado luchando
tanto tiempo solo
para hablar de mi pasado,
he sentido una
vergüenza tan tremenda,
tanto miedo, tanto pavor
al plantearme la
posibilidad de que
al hablar no
se me escuchase, que
en un programa
de radio al que
me invitaron al ver la
reacción de la gente
en antena me
dejaron completamente anonadado
y emocionado. Cada vez
me parece más
posible, que , en vez de
que sucedan cosas
horribles si me expreso
, si , expreso mis
sentimientos sin tapujos (algo que
siempre he temido), cabe
la posibilidad de que
hacerlo tenga resultados
positivos en mi
interior. Y esto
me produce una
profunda alegría. . Ahora no
me siento excluido
sino incluido; este
sentimiento desconocido se apodera
de mi sin que me
dé cuenta aunque sigo
a veces con
la sensación de ser
el chico que se
esconde en una esquina en
la discoteca del
instituto, con demasiada vergüenza
para hablar con
la gente. Pero al
ver el interés
y la empatía
de los que
me rodean, su
sonrisa, su comprensión… yo me
abro, arrojo ,
vomito, hago mi
catarsis. Es posible
que una parte
de mi haya
estado esperando la
muerte desde la primera vez
que me violaron. Esperando a que
me llegase la
muerte e intentando
llenar el tiempo
hasta que sucediera de verdad. Muchos de
nosotros, demasiados, no lo
superamos. Muchos de
nosotros no logramos
vivir. Nos limitamos a existir , de
un modo u otro
a aguantar, inmersos
en una guerra
interior, terrible y
callada, o tomamos
la decisión de poner
fin a nuestra
vida.
Esta mañana
el concierto anunciado
en las grandes
carteleras de la
ciudad, me producía
tanto pánico que tenía ganas
de huir de
esta ciudad. Huir es
lo primero que
se me ocurre,
cuando me asusta, como
he hecho durante
toda mi vida. Pero de repente estoy sentado en el escenario frente a un
Steinway gigantesco, y
me asombra la
suerte que tengo. La
suerte de haber
encontrado una salvación
gracias a la
música a la
cual no me
limito a existir
sin más. La
suerte de haber
podido encontrar una
voz. Sobre todo, la suerte de que
mi experiencia quizá
pueda resultar útil y
esperanzadora para tantos
otros que pasaron
por esta crueldad.
Empiezo a tocar
y noto enseguida como mis
demonios personales, mis
delirios autodestructivos van desapareciendo. .Veo las
88 teclas que se
extienden ante mí. Solo
paz interior y
sentimientos buenos. Me
sumerjo en la
música, a salvo. Porque la
música es un
lenguaje que todos
hablamos con fluidez. A mí personalmente
me brinda el
significado, el consuelo y la
evasión que he
estado buscando desde los
seis años, cuando terminó mi
infancia. La música
para mí lo
es todo. Y
no se me
ocurre que haya
nada que tenga
mayor sentido que
dedicarle mi vida a
compartirla con el mundo. Ahora
solo la música
me ocupa la
cabeza. Estoy escribiendo un
libro en el que hablo de
como las ideas
paranoides suelen adueñarse
de mí y
puede que eso
me influya en
el efecto de
catarsis, arrojar, vomitar
todo lo sucio
que pueda tener mis
recuerdos de infancia.
Las palabras son
peligrosas pero son terapia;
la música, la salvación.
Lo único que
no tengo que
temer que me
haga daño. Mi campo de
fuerza. Lo reproduzco
todo con lentitud,
interpreto mentalmente a
una velocidad muy
inferior a la
normal y noto como los
latidos del corazón
se me empiezan a
acompasar y se
me empiezan a relajar
los músculos. Al final
cuando estoy terminando
el concierto , mis
pensamientos interiores, me
rehago pienso que
toda esta gente
ha venido por mí.
Por lo
que he pasado.
Por lo que
he dicho, por lo
que he escrito. Veo
algunas personas con lágrimas
en los ojos, otras
de sonrisa enorme,
muchas, c con mi libro
autobiográfico INSTRUMENTAL , en
las manos. Por lo
que he escrito.
Por la música
que acabo de tocar.
Me saludan con bondad,
empatía y algo
que tiene toda
la pinta de
ser respeto. >>
http://antoniomarincara.blogspot.com.es
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