EL MENDIGO
Lo
cuenta Ramiro Calle
en una de
sus muchas historias
didácticas. Nuestro hombre
llevaba mucho tiempo
mendigando. Aunque le habían
ofrecido algunos trabajos,
prefería vivir de
la caridad pública.
Un día se encontró
con un amigo
de la infancia.
-
Tienes mal
aspecto ¿Tan mal te ha ido
en la vida ¿ -
le dijo el
amigo.
-
La
fortuna me ha
dado la espalda ¿Y
a ti qué tal
te ha ido ¿ - se
lamentó nuestro mendigo.
-
A
mí me ha ido
muy bien. En mi
vida ha sucedido
un prodigio y
es que lo que toco
con el dedo índice
se me convierte e n
oro. Voy a ayudarte,
amigo mío.
El
hombre tocó un
ladrillo c con el dedo
índice y éste
se volvió un
lingote de oro.
-
Para ti. Te
lo regalo. Ya
no tendrás problemas
en la vida.
-
Pero…
la vida es
tan larga, tan
larga… amigo mío -
repuso el mendigo.
Y siguieron
paseando. Y pasaron frente a una
escultura de un
león en piedra. El amigo
tocó la escultura con
el dedo índice y
la convirtió en
oro.
-
Ahora sí, ahora sí que
nunca podrás tener
problemas económicos. Esta escultura
ya en oro
vale un dineral
-
Pero
la vida es
tan larga, tan larga, y
está sembrada de t antas vicisitudes amigo que…
-
- Bueno, ¿Qué quieres? – preguntó el
amigo ya un poco
molesto con el
tono del mendigo.
-
Tu
dedo- aseveró el
mendigo.
La avidez
puede no tener
fin. CUANDO UNO TIENE
NOVENTA Y NUEVE
QUIERE REDONDEAR A CIEN Y
SI TIENE NOVECIENTOS
NOVENTA Y NUEVE
HACERLO A MIL.
ES EL CÍRCULO
VICIOSO DEL NOVENTA Y
NUEVE. La avidez
es como si
a una fogata
le sigues agregando
leña o como
si quieres calmar
la sed comiendo
sal. No es
fácil de desenraizar. Es codicia
desmedida que se
manifiesta c con desmesurado
fan de posesión,
aferramiento y apego.
Nace de una
visión turbia y
perturbadora y entronca
en el ego
voraz. Su antídoto es
la generosidad, y también
lo son el deseo de
compartir y beneficiar a
los otros, el sentido
equilibrado de la distribución,
la benevolencia y el contento
por el bienestar
ajeno.
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