QUIEN NO
SEPA SONREIR QUE NO PONGA
TIENDA
Así
lo dice el
viejo proverbio oriental. Quien no
sepa sonreír que
no ponga tienda.
Valorando lo importante
de nuestra sonrisa
en toda la
actividad diaria. Recuerdo que
en cierta ocasión,
al final de
una entrega de
notas de final
de curso, en el
Colegio San Estanislao de Kostka
de Málaga, emplee
esta frase para
explicar la importancia
de la gestión
de nuestras emociones,
valorando más que
la nota matemática
brillante de algunos
alumnos, porque al
final lo que
vale para triunfar
en la vida
es la buena
gestión de nuestras
emociones, y no
unos resultados brillantes
de test de
inteligencia que luego
solo certifican náufragos
de la sociedad,
o inteligencias fracasadas, como
diría Juan A.
Marina, Y recuerdo
que una vez
entregadas las notas,
subió un padre,
a darme las
gracias por aquella
frase.
El tenia un
negocio importante en el casco
histórico de Málaga, una
empresa muy comercial,
pero en vista
de algún “ desaguisado” o
mal resultado económico,
había echado una
buena bronca a
sus empleados, y aquello
solo había servido
para tener un mes
horroroso de desencuentros, captados
incluso por muchos
de sus buenos
clientes. Me dijo
que aquella frase,
le había iluminado
su corazón , más que
el cerebro, durante
unos instantes y
que desde ese
momento la haría
el slogan de
su comercio. Pude
comprobar que así fue.
Lo vi
en las bolsas
de compras, en
los papeles de
envolver los regalos,
grabado en sus
escaparates. Sonreí interiormente porque
vi que el
hombre sinceramente aquel
día había tenido
su pequeña “iluminación “. Lo
que no sé es
si mejoraron los
resultados económicos o
no. Pero si
se que mejoraron
la salud de
este buen señor,
pues de vez
en cuando le
pregunto a este
ex alumno por
su padre, ya jubilado, y
me dice que
está fenomenal, con
una cordialidad fuera
de tono, que
ha traspasado el
negocio a sus
hijos y ahora
lo difícil es
pillarlo en casa
pues continuamente está
de viajes con
su mujer, disfrutando
la vida.
Cuenta Toni
de Mello S.
J. que se decía del gran Maestro
de Zen, Rinzai que lo último que hacía cada
noche, antes de irse
a la cama, era
soltar unza enorme carcajada que
resonaba por todos
los pasillos y
podía oírse en
todos los pabellones
del monasterio. Y
lo primero q que hacia
al levantarse por
las mañanas era
ponerse a reír de tal
manera que despertaba
a todos los
monjes, por muy profundamente que
durmieran.
Sus discípulos solían
preguntarle porqué reía
de aquel modo,
pero él nunca
lo dijo. Y, cuando
murió, se llevo consigo a la
tumba este gran secreto de
sus carcajadas. E insiste
Toni de Mello: <<El Maestro
estaba de un t adelante comunicativo
y por eso
sus discípulos trataron de que les
hiciera saber las
fases por las que
había pasado en sus
búsqueda de la
divinidad.
“Primero, les
dijo ,”Dios me condujo
de la mano
al País de la Acción ,
donde permanecí una serie de
años. Luego volvió y me c
condujo al País
de la Aflicción, y
allí viví hasta
que mi corazón
quedó purificado de toda mala
afección. Entonces fue cuando me
vi en
el país del Amor,
cuyas ardientes llamas
consumieron cuanto quedaba
en mi de
egoísmo. Tras de lo
cual , accedí al País
del Silencio, donde se
desvelaron ante mis
asombrados ojos los
misterios de la vida
y de la muerte”
“¿Y fue esta
la fase final de tu
búsqueda Maestro? “, le preguntaron.
“No” respondió el
Maestro.: << Un día dijo
Dios “Hoy voy a llevarte
al santuario mas escondido del Templo,
al corazón del propio
Dios “ . Y fui conducido
al País de la
Risa”.
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