Aprender a escribir libros es una tarea muy larga
Todos sabemos,
aunque muchas veces
se nos olvide,
que las cosas
que nos salen
sin esfuerzo han requerido
un aprendizaje muy lento
y difícil, y
que la lentitud
y la dificultad
nos han templado
mientras aprendíamos, casi sin darnos
cuenta. Los mayores logros del arte,
la música, la literatura
o el deporte tienen en común una
apariencia singular de
facilidad. Pero a
ese atleta que corre
le ha costado
años de entrenamiento, para batir
su propio record,
y ese músico
que toca delante de
nosotros sin mirar
la partitura, han pasado
horas y horas
consagrados al estudio, negándose al
desaliento y a
la facilidad de
abandonar. Se nos educa, para
disciplinarnos en nuestros deberes pero no
en nuestros placeres
y en nuestras
mejores aptitudes. Por
eso nos cuenta tanto trabajo
ser felices. Aprender a escribir
libros es una tarea
muy larga un placer extraordinariamente laborioso
que no se
le regala a
nadie y al
que se llega
después de mucho tiempo de
dedicación disciplinada y
entusiasta. Esos genios de
la novela que
andan a todas
horas por los
bares son genios de la botella más
que la literatura.
y aprender a leer
los libros y
a gozarlos también es
una tarea que requiere un
esfuerzo largo y
gradual, lleno de entrega
y paciencia, y también de
humildad. Pero ya decía Lezama
Lima que solo
lo difícil es
estimulante.
La literatura no
está solo en los
libros, y menos aún en
los grandilocuentes actos
culturales, en las conversaciones chismosas
de los literatos
o en los suplementos literarios
de los periódicos. Está en
la habitación cerrada en la que alguien escribe a
altas horas de la noche
o en el dormitorio
o en el que
un padre le cuenta un cuento a
su hija, que
tal vez dentro de unos
años se desvelará leyendo
un tebeo, y luego una
novela. Uno de
los lugares donde más intensamente
sucede la literatura,
dice Muñoz Molina
es el aula
en donde un profesor
sin más ayuda
que su entusiasmo y
su coraje le transmite
a uno
solo de sus alumnos el
amor por los
libros, el gusto por la
razón en vez de
por la brutalidad, la conciencia
de que el mundo es
más grande y más
valioso que todo lo que
puede sugerirle la
imaginación.
Cartas a Lola de
Ignacio Carrión es
una novela con
cierto tinte autobiográfico, de facetas
de la vida
del autor. Ignacio Carrión comenzó
a escribir sus
diarios con 23
años en Viena,
tras iniciar una
terapia psicológica debido a
sus grandes y graves
problemas familiares que traía desde
su infancia. Su primer
tomo se titula La
hierba crece despacio
(Edaf) sus temas predilectos
son la soledad,
la muerte y
la angustia de vivir: Creo
que la escritura
me ha mantenido
en los márgenes relativos
pero suficientes de
la cordura. Porque
muy probablemente todas
las apuestas podrían
haber ido a
que yo fuera
un psicótico, con aquella
melé en casa, con
una madre que corta
el hilo del teléfono
y te deja allí con
ella y no
puedes llamar para
que te echen
una mano. En las
familias pasa eso,
hay uno, si son
varios hijos, que
parece que es
el que está pidiendo el sacrificio. Viví una
infancia de odiarlo
todo en silencio, en el
sentido de que
los trapos sucios se
lavan en casa: ”SI SE
ESCRIBIERA SOLO CUANDO
SE ES FELIZ
PENSARÍA PERSONALMENTE QUE LO
ESCRITO ES CURSI. Una
de las cosas
que atribuyo a esta
necesidad de contar, que
algunos creen impúdica, se
debe a que
yo estaba callado
en el problema
doméstico, en el gran
conflicto en la
familia.”
“Siendo niño,
yo los miércoles
no iba al
colegio porque hacían
leer de pie,
sosteniendo el libro, y temblaba. Un
niño que hace
eso a los
ocho años puede
ser la risa
.Y no iba
a clase y
me quedaba con el pretexto
de jaqueca. Me he
reconciliado con muchos aspectos de
la vida. Y
ahora, con la enfermedad
y esas small
hours…Desde muy pequeño, ya
que no tenía libros
en casa, solo estaba
en la Iglesia,
y luego con
mi madre y
sus libros de
Unamuno y la
bebida, y mi
abuelo materno, que
era muy rico. Con
todo ese contexto
he salido lo
mejor que podía
salir. En cuanto a
mi autoestima, he aprendió
a no despreciar mi forma
de ser, que no
es la mejor
de todas, qué
duda cabe. Pero ¿Quién
puede presumir de
eso? Pienso que, con todo
mi contexto, he salido mejor
de lo que
yo podía suponer.
Y en cuanto
a la muerte, cuando me
vaya ahí, al vacío, sé
que en cierto
modo voy a dejar
a una persona
que ha sido
feliz conmigo”.
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