jueves, 21 de julio de 2016

Capote

Cómo nace una vocación literaria


Casi desde mi adolescencia admiré la figura del autor literario Truman Capote. Mucho más cuando mi padre me llevaba a Tánger y allí en aquella cosmopolita ciudad de los años 60 muchos de sus amigos identificaban lugares tangerinos donde Truman Capote y sus amigos (especialmente los Bowles) habían disfrutado de aquel ambiente internacional de la ciudad norteafricana. ¿Cómo nació la vocación literaria de Capote en aquella Norteamérica de principios del siglo XX? Cuando tiene dos años, su madre va a una fiesta y lo deja encerrado en una habitación de hotel con la única compañía del propio llanto. Ahí está: esa parece ser la semilla de la que emergerá el Truman Capote literario que aprenderá a ver en la oscuridad. En años posteriores desde sus ojos infantiles, sufre varias decepciones del mundo adulto, entre ellas el divorcio de su madre, Lillie Mae Faul quien lo envía a vivir con cuatro años al campo en Alabama con unas tías. Para sobrevivir, aflora el niño prodigio que aprende a escribir y a leer solo, y ya desde los nueve o diez años, cambia el llanto por una voz con la que empieza a escribir en secreto sobre los laberintos de la soledad, la marginalidad, la temporalidad y los sentimientos impregnados de frustración, orfandad y desconsuelo afectivo. Entre 1935 y 1943 publica una veintena de relatos y una docena de poemas con los que el autor intentaba conjurar las heridas de la infancia, probada las mascaras que habría de poner a su vida con unos argumentos y un estilo que le darían la gloria literaria con obras como Relatos tempranos (Edit. Anagrama), Otras voces, otros ámbitos, Música para camaleones, Fue un hijo indeseado. En su caso, el amor es la búsqueda de un paraíso materno y familiar nunca tenido, esa es su continua plegaria. Una de ellas la transfigura en el relato “ si te olvidara“ la historia de una joven cuyo novio se marcha del pueblo, pero en vista de que él no se va a despedir de ella decide acudir a su casa. Cuenta está en la cima del camino, se detiene y aquí se escucha la voz del adolescente Truman Capote como un auténtico credo de vida: “Mientras no le dijera adiós lo tendría para ella. Se sentó a esperarle en la suave hierba de la noche, a un lado del camino- Mi esperanza.- se dijo, con la mirada fija en el cielo oscuro lleno de luna- es que no me olvide. Supongo que es lo único que tengo derecho a esperar” 


Capote dijo que empezó a escribir a los 9 años. Nunca se supo de esos relatos hasta que Haag los encontró en una caja con el letrero High School Writings. Comprobando su gran valor, no eran solo los escritos de un niño y un adolescente que se había propuesto ser escritor. Son los trabajos que precedieron a su debut con su relato Miriam publicado en 1945. Su letra pequeña como de camino de hormigas, y sus hojas amarillentas a máquina con tachaduras aquí y allá “muestran que Capote entendía la escritura como un arte que trabajó con auto exigencia”, decía Peter Haag: Capote concebía la verdad como una metáfora tras la que ocultarse, la mejor forma de mostrarse ante un mudo no precisamente cordial con un “marica” nacido en el Sur y con una voz aflautada.










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