Cuando el Everest era el Everest
Hay un antes y un después de 1953 en la historia del monte Everest. Hasta ese
año, en el que Edmund Hillary y Tenzing Norgay (su sherpa) alcanzaron la cima,
el techo del mundo desprendía un halo como místico o romántico, de frontera
para los limites de la humanidad. Ya cuando fueron conquistados los dos polos,
el siguiente reto era vertical y los que lo afrontaban eran conscientes de que
era una oportunidad de pasar a la historia. Las palabras de Andrew Waug,
topógrafo del Servicio Británico de la India, cambiaron la historia: "Estoy
en posesión de los datos finales de la cumbre designada como Pico XV. Sabemos
desde hace varios años que esta montaña es más alta que ninguna de las que
hasta ahora se han medido en la India y, por tanto es, probablemente, la
montaña más alta del mundo"
Bonita la anécdota
de Tenzing, el
sherpa de Edmund,
pues cuando alcanza
la cima , lo
primero que hace
es orar y dirigir sus
oraciones a su dios,
mientras hacia la
ofrenda de enterrar, rompiéndose las
manos, unos caramelos
que llevaba para combatir
las agujetas y
salivar. Mientras Edmund, descosido y
a toda velocidad
hacía fotos a
derecha y siniestra
de aquella inmensa
panorámica. Años después, reconoció
que se perdió
la mejor foto
que podía haber,
hecho: la de su compañero Tenzing, enterrando
los caramelos y
orando devotamente en
acción de gracias a
su dios, por haberle
permitido llegar hasta
allí (la humidad de
oriente frente a
la prepotencia occidental)
Un buen libro para los aficionados a la alta montaña es La coronación del Everest (Gallo Nero)
de Jan Morris. Es la crónica de la periodista británica Jan Morris, que acompañó
a la expedición triunfadora como cronista de The Times. Es este un relato
pormenorizado de la hazaña, desde los preparativos hasta el día en que
Inglaterra estalló de júbilo después de recibir un mensaje en clave que hablaba
de nieve en mal estado.
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