miércoles, 27 de julio de 2016

Infancias robadas

Infancias robadas: el síndrome de hospitalismo.



Hace ya años un tribunal español reconocía por primera vez la eximente incompleta de "alteración en la percepción, traducida en alteración de la conciencia de la realidad”. También hace ya años la Audiencia Provincial de San Sebastián consideraba tal circunstancia en una sentencia que condenaba a siete meses de prisión menor, a un ex delincuente guipuzcoano rehabilitado en la asociación Traperos de Emaus. La sentencia reconocía un precedente capital en el tratamiento de aquellos delitos cometidos por personas aquejadas desde su infancia por la falta de afecto o por el denominado síndrome de hospitalismo. Este ex delincuente que fue abandonado por su madre en un hospicio el mismo día de su nacimiento y que a los 14 años inicio su carrera delictiva tras recorrer correccionales y centros benéficos encarna a la vista de la sentencia el prototipo de persona quien cabe aplicar el eximente incompleto de alteración en la percepción. La sentencia en su tiempo establecía un precedente de gran trascendencia para la tipificación de aquellos delitos cometidos por personas que hayan sufrido desde su infancia privación de afecto, lo que se conoce con la denominación de síndrome de hospitalismo. Esta figura jurídica sustituyo en la reforma del Código Penal de 1983 a la referencia "al sordomudo desde el nacimiento o la infancia, que crezca en absoluto de instrucción”. En los años 50 y 60 del siglo pasado muchos hijos de combatientes rusos fallecidos en la segunda guerra mundial y huérfanos de padre y madre a muy tierna edad fueron educados en grandes orfanatos con una excelente atención de psicólogos y psiquiatras infantiles, los cuales no podían evitar el llamado también síndrome de la tristeza. Aquellos chicos en sus cumpleaños eran invitados por otros niños de su edad, normales en cuanto a que habían recibido el correspondiente afecto de sus padres, y a pesar de que en estas fiestas hubiese payasos y números musicales o de teatro que hacían reír, estos chicos no arrancaban nunca en esbozar el más mínimo atisbo de una leve sonrisa.










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