El pasado octubre,
en Tetuán en la
celebración del centenario
de mi colegio, tuve
el placer de conocer
a Joaquín uno de
aquellos viejos profesores
de castellano en las
kabilas marroquíes que se dejaron
la piel alfabetizando
a tantos niños
marroquíes. Y hay
que tener en
cuenta que la labor de
aquellos enseñantes españoles en
aquel tiempo en Marruecos no consistía
en la imposición de “otra”
lengua, de “otra” cultura
a sus críos, sino en la
lucha contra el
analfabetismo crónico que
padecían las clases
populares en nuestro protectorado. Sin embargo,
la desidia de nuestras
autoridades, su propio analfabetismo
potencial y su
falta de visión de futuro
condenó a la esterilidad
un esfuerzo del que al ver
este libro hoy
me habla de
la frustración de
esfuerzos como fue
el de editarlo
sus autores. Editado en
buen papel y compuestos
con esmero, con letras grandes
y claras, e ilustraciones
sencillas y atractivas
del profesor egipcio
Husain Amin Ibrahim,
los cuatro volúmenes del
método constituyeron en su tiempo,
un material magnífico
para el fin
docente que se perseguía.
Como casi todos
los libros viejos,
el de hoy también esconde en su interior
otros menudos tesorillos. Así, plegado en dos, encontramos un
amarillento oficio o
comunicado de la Delegación de Educación y Cultura,
Inspección de Enseñanza primaria con
fecha 23-3-1948, con el que se
felicita al grupo
escolar Padre Lerchundi de
Tetuán, por la
labor de alfabetización, desarrollada en
la zona. Luego
repartidas entre las
hojas, varias estampas de carácter
religioso. Un “Ecce Panis
Angelorum” un “Consumatum est”
y dos recordatorios de
primera comunión a nombre
de Juan Martínez
y Rafael Notario,
alumnos del colegio
Padre Lechundi, en aquel
remoto Tetuán de 1947.
Yo hice la
primera comunión precisamente
en ese colegio diez años más
tarde. Ciertamente el nombre
del franciscano Padre
Lerchundi es un auténtico pionero
de la expansión
de la lengua
española en el
protectorado y de
la enseñanza del
árabe en toda
la zona del
Anyera.
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