La gran
paradoja que siempre te
conmueve: la tensión inerte,
de ese Cristo, mi
Cristo de las
Almas, como si quisiera
salirse de la
cruz. Sus brazos extendidos, tensos a
pesar de la
muerte, nos buscan
personalmente, entre tantas multitudes, entre tantísima
gente, parece buscar
tu historia, tus
nombres y apellidos, tu
alma, única entre tantas
miles de almas,
en ese
abrazo personalizado que
siempre está a
punto de darnos. Dice F. Robles
que Bernini necesitó una
plaza colosal y
una columnata romana
y duplicada que
abraza al peregrino
que se acerca a
San Pedro. A
Juan de Mesa
le bastó un
poco de madera de
cedro en su Cristo
de la Buena Muerte
para conmovernos con ese abrazo
amoroso que va más allá
de la muerte.
Y para inspirarse
a Pires Azcárraga
le bastó tan
sólo una mirada
para expresarlo en
su boca y
en sus ojos
entreabiertos, que parece decirnos que aún
tiene fuerzas para musitar
tu nombre y
buscarte con la
mirada.
No hay
amor más grande que
el que da
la vida por
los demás. Cada año
lo buscas en
el icono del pelícano
que se abre
el pecho para
alimentar a sus crías. Cada
año lo encuentras
en la infancia
que vuelve vestida con
la juanramoniana túnica
de la inocencia, siguiendo la
cruz ,con ella en
el corazón, como
si fueras el
nazareno niño que
llevas dentro. A ese
Jesús del Madero y
no al que
anduvo en la
mar, has ido a
buscarlo a corazón abierto
y sin escaleras, en
esta mañana soleada del
Martes Santo en Ómnium Sanctorum . Ha ido a
buscarlo y lo has
encontrado como si fuera
una tabla de salvación.Y
aunque la lluvia
te haya impedido
caminar con él
por las calles
de Sevilla ,te ha mirado
al alma y te
has encontrado a ti
mismo- otra vez Juan Ramón- en ese
nombre conseguido de los nombres:
el Amor del Alma.
Porque es más
fuerte y tiene más fuerza que
la muerte. Por muchas
tormentas en tu
corazón, lluvias y goteras en
el Alma, el
acaba siempre encontrándote, en los
caminos de Emaus o
en los de
Sevilla, o en
los de la
vida misma de
cada día, venciendo
oscuridades e iluminando
tristezas del alma, convirtiéndose en
sol luminoso que
alumbra y calienta
oscuridad y frialdades,
las de tantas
almas.
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