Un tesoro llamado tartessos
Al igual que en oriente el arqueólogo alemán Schlieman invirtió su vida, su tiempo, su dinero, sus bienes en la búsqueda de la mítica Troya, siguiendo los versos de la Iliada, el arqueólogo George Edward Bonsor Saint Martin, invirtió también hasta casi la ruina todo su tiempo y su dinero en la búsqueda de Tartessos. Fueron tantos los obstáculos con los que se encontró que, según el estudio de Maier Allende, Bonsor se planteó incluso la posibilidad de vender algunos cuadros del ciclo de la vida de Santa Clara de Asís de Valdés Leal para sufragar los gastos de excavaciones y del estudio e investigación sobre Tartessos. Bonsor fue uno de los fundadores de la sociedad Arqueológica de Carmona y propuso la creación en Sevilla de la Escuela Angloamericana de Arqueología vinculada con la Hispanic Society of America. Jorge Maier Allende, doctor en Prehistoria y Arqueólogo considera al investigador francés Jorge Bonsor “el verdadero pionero de la arqueología tartésica”. Jorge Bonsor llega a Sevilla en 1879 y cambia los pinceles de pintor por las herramientas de arqueólogo. Ya en sus excavaciones en los alcores en 1894, comarca delimitada por el río Corbones y el Guadaira al sur, tiene la intuición que está ante un paisaje geoestratégico de alguna cultura antigua. Dos afluentes del Guadalquivir en cuya desembocadura tenía el convencimiento de que encontraría vestigios de la ciudad y la civilización de Tartessos. El arqueólogo francés Pierre París en una carta fechada en junio de 1902 a Bonsor le llega a decir: “ Es usted el Schliemann del Guadalquivir y los arqueólogos de gabinete, como yo, tendrían que levantarle una estatua. Para Bonsor “ Tartessos fue una cultura indígena con notables influencias feniciopúnicas y celtas que tuvo su solar en el bajo valle del Guadalquivir y Huelva”. Seguramente la ciudad de Tartessos “que no su cultura” fue destruida por los cartagineses, que dominan hasta la segunda guerra púnica. Después llegarían los turdetanos, la leyenda de Argantonio y el tesoro del Carambolo, en el Alto bajo Guadalquivir.
En el proyecto
finalmente fallido del
Gobierno español por
aquellos años de
hacer navegable el Guadalquivir desde
Sevilla hasta Córdoba
vio el arqueólogo francés una
posibilidad de encontrar
aliento económico para
sus trabajos. Incluso encontró
apoyo de varias
instituciones para sus
excavaciones en el Coto de Doñana, pero
también la negativa
de la duquesa de
Tarifa, María de los
Ángeles de Medina y Garvey. Los
tres mil dólares
que le mandó
el filántropo neoyorquino
Huntington para financiar
las campañas de excavación
en las playas de Bolonia
(Baelo Claudia) los dedicó Bonsor a
su trabajo de Tartessos,
lo que no
sentó nada bien
a muchos eruditos
e instituciones.
Quizás estuvo muy
cerca, casi como
cuando Schlieman estuvo
ante Troya de
arrojar la toalla,
pero Bonsor murió
en 1930 en
Mairena del Alcor, soñando todavía encontrar
su tesoro en las
marismas del Guadalquivir, tras
treinta años de
interminables excavaciones en la
búsqueda de la
civilización de Tartessos.
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