Aún no había caído el
muro de Berlín.
Aún no habían
caído los países
del “telón de
acero”. Entre finales de
los setenta y
principios de los
noventa del pasado
siglo una desconcertante cantidad
de alpinistas polacos
deslumbraron asediando en
el Himalaya las
montañas más elevadas
del planeta. Sin apenas
medios económicos, sin emplear
sherpas, abrieron numerosas vías
y rutas y se
apuntaron las primeras
cimas invernales a
montañas de más
de 8.000 metros de
altitud. Estos años frenéticos
de motivación, éxito y
muerte también, fueron bautizados como
la Edad de Oro
del himalayismo polaco. Bautizados o
patrocinados por algunas
empresas o marcas
deportivas, de venta
de ropa montañera
o editoriales de
aventuras y montañismo
recibieron fuertes ayudas
que dentro de
las miserables ayudas
que recibían por
parte estatal eran
una autentica estimulación.
Las grandes cordilleras
se llenaron de numerosísimos
escaladores y alpinistas
polacos, que no
solamente se sufragaban
excelentemente sus viajes
sino que recibían
numerosos premios en
forma pecuniaria, de
ropa, de calzado,
etc.
La escritora canadiense
Bernadette Mc Donald
investiga en la
obra Escaladores de la
libertad (Editorial Desnivel)
en el origen de la
generación más brillante
de alpinistas polacos
a través del
recorrido de grandes figuras
como Jerzy Kukuecka
o Wanda Rutkiewicz. Se trata de
un recorrido vital, de
alpinismo, pero también
socio económico, enmarcado en
una Polonia sovietizada: “Los escaladores
crearon una economía
de mercado negro
que financiaba su
estilo de vida en
las montañas. No
gozaban de la
misma calidad de
viajes que otras
expediciones y nacionalidades, pero después
de cada expedición
repartían el saldo
de dinero que
sobraba y regresaban
a Polonia más
ricos de lo que salieron”. Así lo
explica la autora
de este libro
titulado Escaladores de
la libertad. Puede que
los alpinistas no buscasen huir
de un r régimen de
escasas libertades y
fiscalizado por la
policía del socialismo
polaco. Quizás solo
pretendían escalar, pero
aun así esta
es una forma
de libertad como
cualquier otra en un país
en donde la
gente siente la
sensación de “las
cárceles del alma” , de
sentirse seguido entonces
por la policía
política, de agobiante control.
No hay comentarios:
Publicar un comentario