solo los necios se quedan mirando el dedo
Había un gran maestro
zen llamado Ryokan. Vivía al
pie de una
montaña y llevaba
una vida muy
sencilla. Un día,
un ladrón invadió
su casa, pero
no halló nada
que robar. Cuando el
ladrón se encontraba
dentro, el maestro
se volvió y miró
fijamente al asaltante;
-Has recorrido una
gran distancia para
venir a asaltarme.
No puedes marcharte
con las manos vacías
-le dijo Ryokan.
Y le dio
toda su ropa
y su manta. El
ladrón, totalmente aturdido,
tomó la ropa
y desapareció. Después que
este salió, el
maestro se sentó
a la puerta
de su casa,
miró hacia el deslumbrante resplandor
de la luna y
pensó:
-¡!Qué pena¡! ¡!Yo hubiera
querido poder darle
esta maravillosa luna
deslumbrante¡!
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