En territorio del padre: Juan Pedro Castañeda…
Hoy, en este
momento quiero presentar
aquí, desde la
humildad de estas
líneas, de este sencillo escrito , una
gran biografía, la
de un niño, un
niño luego adulto, que
escribe sobre su
infancia desde aquellas
necesidades y aquellos
miedos que experimentó
en aquellos sus tiernos
años de asentamiento
en la vida,
y que como
cualquiera de nosotros
vivencia en sus
recuerdos los miedos,
las incomprensiones, la extrañeza
en los rostros,
pero también los
gozos, las alegrías
de sus juegos
infantiles, lo grande
de la vida, y
del luchar día
a día para
salir adelante en
ese tremendo arte
que es sobrevivir.
Su nombre, Juan Pedro Castañeda nació
en 1945 en
el Hierro (Tenerife) en tiempos
difíciles, los años
grises de postguerra, de
paisajes áridos material
y existencialmente, años
de hambre, de
dureza, de aridez, cuando mucha
de la emigración
canaria era a Venezuela.
Gracias a esa
emigración de su
padre, dejando sola a su
madre, que sobreviviría
modesta y humildemente en la isla,
pudo estudiar gracias
becas, ayudas y a sus
condiciones de esforzado niño. Con inquietud
científica desde pequeño
hizo una gran
carrera de químico, pero siempre
su gran vocación fue
la escritura. Quizás desde
esa obsesiva pregunta existencial del porqué de
la gran ausencia
del padre en
su casa de la infancia,
viendo luchar a su
madre desde la más terrible soledad. Desde esa ausencia del
padre, presente siempre en
su pensamiento, desde esa memoria de ausencia de
su padre querido. Desde esa posición
de búsqueda del algo que
queda incompleto en
su vida, abrazó la poesía,
el cine, la novela
y se quedó
en esos territorios
que le llevaron a buscar,
en lo más recóndito
de su alma, las respuestas que lo
mantuvieron en vilo
desde niño: el amor,
los padres, la despedida,
la muerte.
Él era un
niño de escasos años, cuando el
padre dejó atrás a la
mujer y al hijo y cruzó
hacia aquel destino que era a
la vez
la soledad y la
búsqueda de la salida
de una miseria que fue
el paisaje de la posguerra para muchos
insulares. Muchos años después,
delicado ya de
pleno a la literatura, Juan
Pedro Castañeda fue a Venezuela
en busca de
ese rastro, ese
paisaje donde su padre había dejado
su huella de
soledad, y todo
el afecto que él
echo de menos
en su tierna
infancia. Su padre había vuelto
años más tarde
a la isla donde
murió prematuramente, dejando
un cierto sabor
agridulce al tan
ansiado regreso de
la figura del padre
que él tanto había soñado. Quedó
siempre presente, su
madre, una campesina
que lo sobrevivió
muchos años y
cuyo retrato puede vislumbrarse
en los paisajes
emocionales que describe y
aporta en un
precioso, de una lectura
enormemente dura y
a la vez
tierna, libro titulado:
El territorio del
padre (Ediciones Idea, 2005) en
una literatura fácil, de
tono emocional y
autobiográfica, de enorme
fuerza lírica que entronca
con la del
mexicano Juan Rulfo y la de
su paisano el
tinerfeño Rafael Arozarena. Es
una preciosa novela
entonada como un
bello himno a
la tierra, una interrogación y
un homenaje a aquel periodo de
la historia de Canarias, y
su enorme emigración
a Venezuela, cuando el
mar, el éxodo, era la gran
esperanza de supervivencia
para aquellas tierras. En
definitiva , un lamento del tiempo
y de la
muerte, una crónica
de los descubrimientos que un
niño hace de
la desolación y de
la perdida de
la figura del
padre tan necesaria
en esos duros
años que fueron
su infancia.
Me llega que ha
muerto en mayo
de 2016. Me identifiqué mucho
con sus libros,
no solo en Territorio del padre,
sino también obras
tan emocionantes como Público
y privado (Ediciones
Idea 2008) o su otro
libro Asombros de la
materia (Idea 2011) donde se
vislumbra el desencanto
y los desengaños de
la vida del que
ya va de
vuelta de muchos
“sinsentidos de la vida” y
donde comenzaba a
“despedirse” de esta
vida. Un hombre que, como Unamuno,
como Vallejo o como
su paisano Maccanti, escribió contra
la muerte y
contra el tiempo,
para defender, el sentido
vital de la
existencia, con melancolía
y con dolor,
pero con firmeza,
la vida que finalmente lo
dejó. Poco a poco fue
perdiendo la ilusión
por vivir. La inmortalidad
de sus escritos,
nos lo harán
siempre presente en
nuestras reflexiones y
oraciones vitales.
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