jueves, 21 de julio de 2016

El grano de arroz


Era un discípulo muy holgazán. Lamentablemente pocos holgazanes hallan la liberación espiritual, porque, de otro modo, habría incontables liberados. Dejaba todo el trabajo en manos de su maestro, aunque éste muchas veces ya le había dicho que el d discípulo tiene que desarrollar el esfuerzo correcto y que nadie puede liberarse por otro. Pero el discípulo prefería escuchar las enseñanzas del maestro y no llevar a cabo ninguna práctica para el desarrollo de sí mismo. Se engañaba pensando que con recibir las enseñanzas seria más que suficiente. El tiempo iba discurriendo y él no obtenía ningún logro espiritual. Cada vez estaba más lejos de alcanzar la paz interior. Un día se dirigió al maestro y se lamentó así:

- Eres muy buen maestro, tal vez…- ironizó- , pero no avanzo gran cosa con tus enseñanzas.

- Eso tiene remedio- dijo el maestro pacientemente- Toma este grano de arroz y plántalo en tierra fértil y espera que de brote. Entonces yo haré el trabajo por ti y liberaré tu mente de ataduras.

Pasó el tiempo…mucho tiempo. A una estación siguió otra y así sucesivamente. Pero el grano de arroz no echaba brote. Desesperado, el discípulo fue ante el maestro y le dijo:

- Elegí una tierra muy fértil y ha llovido adecuadamente. Es inexplicable que el grano no eche brote.

El maestro riéndose, le preguntó al mismo tiempo:

- ¿Sabes por qué?

- No- contestó desanimado el discípulo.

- Pues voy a decírtelo: porque se trataba de un grano cocido.



Hay que asumir tres fases en la senda hacia la realización de uno mismo. La primera consiste en escuchar las enseñanzas; la segunda, en reflexionarlas lúcidamente; la tercera en ponerlas en práctica y ejercitarse en la meditación. Aunque se trate de las más solventes enseñanzas y sean impartidas por el mejor mentor, si el que las escucha no las pone en práctica y se esfuerza en seguir el adiestramiento, no habrá la menor evolución interior.











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