jueves, 21 de julio de 2016

Emociones

Las  tormentas  emocionales 


Aunque desde la psicología tradicional siempre a las mujeres se les han atribuido ciertas inestabilidades emocionales, hoy tanto para hombres como para mujeres se nos invita a controlar nuestro equilibrio emocional y a saber gestionar bien el mundo de nuestras emociones. No es casual que a veces a la mujer se la tache desde esa psicología tradicional y ya superada, a la mujer, de histéricas cuando los sentimientos las desbordan y no pueden controlar sus afectos. La palabra histeria viene del griego “histery”, que se traduce por “útero”. Y designa el desbordamiento pasional de la crisis de nervios. Muchas veces en montañismo y con hombres hechos y derechos hemos sufrido un inesperado ataque “entre el mal de montaña y el ataque de histeria montañera”. Aunque Freud señaló que la patología histérica se da por supuesto en los hombres, socialmente se considera o se atribuye más como enfermedad de mujeres. Quizás por lo complejo de su misión protectora de la reproducción y en general de la maternidad. La ciencia médica, que se ocupa en curar el cuerpo en general, explica la inestabilidad emocional femenina por lo complicado del mundo de las hormonas, pero también por motivaciones psicológicas. Referir los altibajos emocionales sólo a la mayor o menor producción de hormonas es reducir a un cuerpo exclusivamente biológico. Y si bien el cuerpo hay que cuidarlo, el sistema emocional de la mujer padece tormentas internas es porque su identidad sufre conflictos y su enorme sensibilidad emocional los registra como un sismógrafo sensible detecta los geomovimientos. Freud descubrió hace más de un siglo que los síntomas que padecían las mujeres a las que trató expresaban simbólicamente un conflicto entre ser objeto de deseo de otro y asumirse como sujeto de sus propios deseos. Esa inestabilidad era la expresión de un combate entre lo que deseaban, y no se atrevían a nombrar, y la fuerza que empleaban en ahogar esos deseos. Cuerpo y mente forman una pareja inseparable que se influyen mutuamente. Por tanto la mujer es protagonista de grandes cambios corporales que van acompañados de las correspondientes crisis psicológicas: la adolescencia, con la aparición de la menstruación; la maternidad y el impacto que supone la experiencia de tener un hijo; la menopausia y la revolución hormonal y psicológica que esto conlleva.


El psicoanalista J. Nasio afirma que la identidad femenina se construye a lo largo de toda la vida y que, así como el hombre confirma su identidad viril entre los 6 y los 15 años, la mujer la elabora más allá de la maternidad. Ellas intentan compatibilizar el trabajo fuera de casa con la familia y no asfixian su mundo emocional tanto como antes, pero siguen sufriendo estas crisis emocionales. Así la lucha entre las demandas externas y las internas siguen ahí. Sobrecargadas de trabajo, se ven más afectadas por una cierta sensibilidad emocional o dificultad para controlar las emociones. La expresión de los sentimientos es rápida y se halla fuera de la posibilidad de reflexión o dominio por parte del “Yo”.
















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